La OCG y el coro The Sixteen elevaron al cielo el Carlos V con el 'Réquiem' de Mozart y obras de Haydn
ANTONIO CERVERA |El Carlos V acogió anoche una de las veladas más solemnes y espirituales del Festival, dominada por la música religiosa de Haydn y Mozart, los dos grandes maestros del clasicismo. La Orquesta Ciudad de Granada elevó su música al cielo en colaboración con el coro británico The Sixteen, dirigidos ambos por Harry Christophers.
El inquieto director, que prescindió de la batuta al más puro estilo maestro de capella, ya es conocido en Granada como invitado principal de la OCG. A esto se sumó un también conocido repertorio, con un trillado Requiem de Mozart como plato fuerte. Sin embargo, esto no impidió que el Festival colgara el cartel de agotado hace semanas. Se ve que los grandes clásicos nunca mueren.
La primera obra, Insanae et varae curae, un breve motete coral de Haydn, parecía destinada a introducir lo que estaba por venir. Con el texto "Insanas y vanas preocupaciones invaden vuestras mentes. ¿Por qué preocuparse por lo terreno y descuidar lo celestial?" parecieron querer apelar al público asistente a dejar de lado lo cotidiano y dejarse llevar por la música.
Seguidamente, la Sinfonía Militar de Haydn, la única obra no religiosa y sólo instrumental del programa, llenó de energía el patio con su percusión 'al la turca' de triángulos, címbalos y bombo. La expansión tímbrica de la obra y sus efectos cerraron esta primera parte dedicada a Haydn entre aplausos.
Y de un maestro a otro, Haydn cedió el turno a Mozart y a su Misa de Requiem en Re menor. Una obra profunda, llena de lágrimas y tinieblas, pero también de momentos de esperanza y paz. La última obra del genio austríaco, concluida por varios de sus discípulos, formando un collage de manos compositoras donde, sin embargo, la 'marca Mozart' nunca desaparece, inundó con su intensidad y su profundidad cada espacio del Carlos V.
Del Introito al Lux Aeterna, el coro (predominantemente masculino) y la orquesta brillaron, sumando a ambos la contribución fundamental de los cantantes solistas Julie Cooper (soprano), Kimp Porter (contralto), Mark Dobell (tenor), y Eamon Dougan (bajo). La noche más espiritual del Festival concluyó con el aplauso del público asistente, que, creyente o no en el Dios al que los compositores dedicaron sus obras, experimentó la esencia de la vida y de la muerte, la brecha entre lo terreno y lo celestial. El tormento y la paz.
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