domingo, 11 de noviembre de 2018

elhuffingtonpostTrabajos de mierda

Sobre el auge de los trabajos inútiles (o perjudiciales).
Bullshit jobs!
Estoy verdaderamente agotado de las tardes improductivas en mi trabajo. Aun así, trataré de escribir este artículo sin desbarrar más de lo necesario. Allá vamos: hace unos días compré el libro Trabajos de mierda de David Graeber para regalárselo a unos amigos. Había leído el artículo que dio origen a esta obra (ese artículo está incluido en el libro, por cierto) y también entrevisté a su autor hace unos años. En definitiva, estoy familiarizado con las ideas de este pensador anarquista, aunque estoy aún más familiarizado con los trabajos de mierda. No se dejen engañar por el nombre: un trabajo de mierda no es simplemente un trabajo explotador. Se requiere, sobre todo, la apreciación del empleado, que considera completamente absurdo su trabajo. En este sentido, un basurero no podría tener un trabajo de mierda porque su utilidad está fuera de toda duda; en cambio, desde la perspectiva de Graeber, los empleados de las autopistas de peaje sí corren el riesgo de tener un auténtico trabajo de mierda. Esto suscita dos reflexiones inmediatas:
1. La consideración de trabajo de mierda puede deslizarse fácilmente por una pendiente resbaladiza. Uno empieza por criticar empleos verdaderamente inútiles y termina hablando como uno de esos políticos que ensalzan lo privado después de haber vivido siempre de lo público. Un trabajo de mierda tiene mucho de conflicto existencial, no de política de austeridad. Habrá quien crea que los sindicalistas tienen trabajos de mierda. No es ese el tipo de curro en el que estoy pensando, desde luego, pero lo bueno de la obra de Graeber es que permite una reinterpretación profunda de este mierdoso mundo laboral en el que vivimos.
2. El tema del mierdismo laboral no podemos despacharlo en unas pocas líneas. El debate no se agota aquí. Lean el libro, maldita sea, que esto no es más que un breve comentario sobre el mismo.
Una taxonomía de los trabajos más "mierders"
Graeber afirma que, salvo en contadas ocasiones, cuanto más vale tu trabajo para los demás, peor pagado está. Y luego se atreve con una taxonomía de los bullshit jobs:
1. Lacayos: un o una recepcionista-florero, o la "azafata" cosificada del programa La Ruleta de la Suerte.
2. Fantoches: buena parte de los publicistas, relaciones públicas, abogados corporativos y otros currantes de empresas o industrias que harían bien en desaparecer.
3. Cinta-adhesivas: esos que valen para sofocar la indignación general, como algunas personas que asumen tareas que no les corresponden ya que nadie va a arreglar lo que falla (hay muchos informáticos que trabajan en mantenimiento cuando nadie invierte para que ese mantenimiento sea posible).
4. Cumplimenta-casillas: curreles que aparentan estar haciendo algo que no hacen, como en muchos comités y consejos de administración, donde se vota algo que en realidad ya está decidido.
5. Manda-tareas: supervisores, inspectores, controladores que deberían empezar por optimizar su propio trabajo y no el de los demás.
No les voy a mentir: la clasificación de David Graeber me parece simplista y demagógica. Aun así, me ha enamorado porque no deja de ser una primera descripción de lo patético que puede llegar a ser el trabajo contemporáneo. Además, cita a mi amigo Bob Black, a quien entrevisté para el Huff.
Estar de mierda hasta arriba
Afortunadamente, yo no tengo un trabajo de mierda. Sin embargo, crecen las tareas de mierda, la burocracia de mierda y somos tan sumisos que pronto se creará una inmensa bola de mierda laboral.
Tenemos que parar estos empleos de mierda ya. Se acercan las navidades y creo que el libro de David Graeber puede ser un gran regalo. Sé que un libro no cambia el mundo, pero igual tu jefe te pilla leyéndolo en tu trabajo de mierda y te hace un gran favor al despedirte. ¡Enmierdados del mundo, uníos!

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