Los habitantes de Bérchules son amables y laboriosos, pero cuando se cabrean son capaces de pasar la Navidad a agosto
ANDRÉS CÁRDENAS | GRANADA
Viajeros beben agua en la Fuente de las Carmelas.:: RAFA VÍLCHEZ |
Quizás el lugar más fresco de toda la Alpujarra sea el que se disfruta a la sombra del castaño loco que hay a la entrada de Bérchules, justo enfrente de la Fuente de Las Carmelas. Hasta allí, cuando es mediodía y el sol cae como plomo derretido sobre las conciencias, se van gran parte de los jubilados berchuleros a tomar el fresco y a intentar arreglar el mundo.
-En este sitio baja mucho la temperatura, no sé por qué será, pero por aquí corre el aire que se las pela -comenta Antonio Cañizares, que viene del campo de coger unas hierbas que dicen que van muy bien para los dolores de estómago.
-¿Cómo se llaman estas hierbas?
-No lo sé.
-¿Y van bien para el estómago?
-Eso dicen, pero si no van bien? pues como no cuestan ná?
Antonio tiene tertulia mañanera con su tocayo Antonio Romero y Francisco Castillo, que le explican las propiedades del agua fresca de Las Carmela, así llamada en recuerdo de un fraile berchulero que fue cura en el pueblo. Como la de Pampaneira, dice algo así como que hay que beber de esa fuente porque «es la de la virtud» y tiene la propiedad de hacer que se casen los que permanecen solteros.
-Pues yo estoy harto de beber y todavía no me he casado -dice Antonio, que debe andar por los setenta, provocando la hilaridad en el grupo.
Estoy a punto de preguntarles de qué hablan, pero me contengo cuando pienso en lo que me dijeron un día los jubilados pasotas de Pórtugos cuando les pregunté si su conversación giraba en torno al fútbol:
-¿De fútbol? ¿Está usted loco? ¿Habiendo mujeres en el mundo vamos a hablar de fútbol? Eso para los paraos.
Viene el nombre de Bérchules del vocablo vergel, que originaría con el tiempo el topónimo de Bergeles. Y la verdad, no anda descaminado el que le puso este nombre porque el entorno tiene una exuberancia vegetal más que apreciable. Si el viajero tiene paciencia y buena vista, en cualquier mirador que lleva hasta el centro del pueblo podrá contemplar un terreno tachonado de enormes castaños, álamos blancos y nogales que en primavera y octubre se visten con las mejores galas para seducir al que por allí pasa. Árboles que forman «grupos de espectadores sentados en la grada de un impresionante y natural anfiteatro», que dijo Pedro Antonio de Alarcón y que yo no voy a desmentir.
Antes había estado en Alcútar, cuyo nombre significa "Fuente del Paraíso" y es el único núcleo que queda de los muchos diseminados que tuvo el municipio. En Alcútar tomé opíparo desayuno en el Cercado, que regenta Salvador Rodríguez, que junto con su padre levantó este complejo turístico con piscina incorporada y desde el que se ve en todo su esplendor el valle que incorpora el río Guadalfeo, una vista lejana de Cádiar y Sierra Nevada y el llamado Cerro Gordo justo enfrente. Una maravilla.
-Teníamos que invertir en el pueblo y eso hicimos. Lo hemos construido mi hijo y yo, principalmente. Muchos no se creyeron el proyecto hasta que lo vieron hecho. Han sido años muy duros pero aquí está -dice con cierto orgullo Salvador padre, que viene del campo de coger pimientos, tomates y flores de calabaza.
Su hijo dice que el negocio no va mal, pero que está resentido por la crisis, como todos.
-En gastronomía hacemos lo posible por ofrecer algo distinto. Mucha gente viene el primer día y pide plato alpujarreño, pero cuando lleva tres o cuatro días, está harto y quiere otra cosa. Nuestra especialidad es la carne de ternera. Por cierto, también tenemos un spa. Si quiere usted probarlo? -me propone Salvador.
-No, gracias. Es que? no sé, como que no pinta ahora.
-Bueno, pues cuando quiera, ya sabe?
Las campanadas
Es la una de la tarde cuando entro en Bérchules. Estoy segurísimo de que es esa hora porque la oigo nada menos que doce veces en las campanas del reloj de la iglesia (es un chiste). Las campanas tienen su historia y muchos vecinos se barruntan que son otras que las que se llevaron para restaurar hace unos años.
-Yo creo que nos metieron gato por liebre porque estas suenan de otra manera. Antes tenían un sonido grave, rotundo. Y ahora parece un toque más refinado, menos impresionante -dice Antonio Cobo, el director general de General Motors en España, que vuelve todos los veranos a Bérchules.
-Cuando antes tocaban las campanas se oían hasta en Cádiar -exagera "El Anguila", patriarca gitano. De todas maneras las campanas sirven para tocar, sin duda, las doce campanadas más originales de toda la provincia y de España. Resulta que allí, en Bérchules, celebran la Nochevieja el primer domingo de agosto y los papá Noel van en bañador y camisetilla de tirantes. Seguramente ustedes lo sabrán pero no está mal que el de la rempuja panamá se lo recuerde. En la Nochevieja de 1994, un fallo eléctrico impidió a los vecinos seguir la retransmisión de las campanadas y les obligó a tomar las uvas a la luz de las velas. Los berchuleros se cabrearon tanto que decidieron a partir de ese instante celebrar el final del año en agosto.
-¡Tendríamos que celebrar la Nochevieja en agosto! -gritó Miguel Ocaña, dueños del bar Duende.
La noticia la publicó el fotógrafo que me acompaña en este viaje, Rafael Vílchez, por entonces corresponsal de IDEAL. Al alcalde de aquel tiempo, José Ocaña no le pareció mala la idea. El lema no podía ser otro: «A nadie hace daño, el primer apagón del año». Tuvo tanto éxito y tanta repercusión mediática que desde entonces los berchuleros se echan a la calle el primer sábado de agosto para oír las doce campanadas que anuncian la fiesta.
El que esto escribe intenta ponerse en contacto con la presidenta de la Asociación Berchulera de la Nochevieja en Agosto, Laura Puche, vieja conocida, y aunque no puede, sí se entera de que este año las uvas que se tenían que repartir (nueve mil bolsitas) se agostaron a las once de la noche y que la fiesta duró hasta altas horas de la madrugada. También se repartieron, como ya es tradicional, varios litros de anís y cientos de kilos de polvorones.
¿Botellón?
Sin embargo, entre los vecinos se cree que aquel espíritu festivo y casi inocente de la iniciativa se ha perdido. En el primer año el pueblo, con sus adornos navideños, se llenó de villancicos y belenes. Por la mañana unos burros recorrieron el pueblo llevando mantecados y botellines de anís. Había pasatiempos y en 1995 la que actuó de pregonera Marisa Naranjo, la presentadora de televisión que confundió las campanadas con los cuartos en 1989 y que dejó a media España con las uvas en la boca. Hasta se envió una cesta navideña a los Reyes de España.
-Es que los jóvenes han convertido esto en un botellón. Yo creo que habría que luchar por recuperar ese sentido lúdico y vecinal que tenía esta peculiar Nochevieja -afirma José Moreno, que fue chófer de Luis Portero, el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía asesinado por ETA en octubre de 2000.
José se ha jubilado ya como chófer y ha trasladado la tranquilidad del retiro a su pueblo natal. Recuerda que aquel fatídico nueve de octubre él acompañó a Luis Portero hasta su casa, como hacía todos los días.
-Ese día no lo acompañé hasta el portal porque no pude aparcar. Él me dijo que no me preocupara y que me fuera. No sé lo que hubiera pasado si yo hubiera ido con él? -se lamenta José, poniendo en los puntos suspensivos esa incógnita que todavía él no ha resuelto.
Paso el resto de la mañana y gran parte de la tarde paseando por Bérchules, «rico en vegetación, frutas y paisajes pintorescos como su río y su fuente agria», según reza el mosaico de la entrada. Bérchules es tan fértil que las patatas que se sembraban allí dieron de comer a media España durante la guerra civil. Sus vecinos son amables, laboriosos y cuando se cabrean son capaces de pasar la Navidad a agosto.
Termina la tarde, ya intuida la sonochada en la rojez del cielo, cuando el viajero de la rempuja se interna por el dédalo callejeril de Bérchules, en el que abundan las cuestas y las casas restauradas y limpias se alternan con las que están a punto de la picota. Hay un rincón, el de la calle Calderería, en el que el que esto escribe siempre se para a observar inmóvil la traza de un tinao, en el que deja correr los minutos y traslada su mente a los momentos en que se siente satisfecho con la vida. No hay mejor manera de terminar un día.
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