Los cuatro núcleos que forman el municipio de Nevada parecen los encargados de guardar la esencia de la Alpujarra
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ANDRÉS CÁRDENAS | GRANADA
El viajero de la rempuja panamá en el mirador de Mairena. :: RAFAEL VÍLCHEZ |
Había utilizado ya parte de la mañana atravesando paisajes y fijándome en sus encantos. La práctica de la atención te aproxima a algo muy íntimo. Muy personal. Tomar conciencia de los paisajes te hace ser dueño de ellos. Te permite apresarlos y manejarlos a tu antojo, porque, eso sí, cada uno tiene un concepto diferente de una escena que nos muestra la naturaleza.
Camino de Laroles, desde Válor, los tonos verdes que la naturaleza ha diseñado para los árboles y plantas, van desapareciendo y dan lugar a los tonos parduzcos de las ramblas y barranqueras llenas de pitas y chumberas. Voy por una carretera estrecha pero de buen firme que me anuncia que a los 26 kilómetros, si tiro hacia la Ragua, está cortada.
Lo mismo que hay "misses" que pasean por las pasarelas su guapura, hay pueblos que se merecen todos los piropos. Y uno de ellos es Mairena, que una vez ganó un concurso de belleza de fachadas. Más de 200 macetas bien puestas hicieron las delicias de los fotógrafos, que bien pudieron aprovechar el viaje para dejar constancia de la hermosura del paisaje que desde el mirador se contempla. Es otro balcón de la Alpujarra desde el que se ve el Cerrajón de Murtas en todo su esplendor, los pueblos de Lucainena, Ugíjar y Darrical y lo que la sierra tiene de paleta de pintor: desde una amalgama de ocres y grises hasta el verde oscuro de las algas de un mar lejano e incierto. Micena pertenecía a la Tahá de Ugíjar y para algunos investigadores como Juan Manuel Jerez, es una «auténtica reserva de valores tradicionales alpujarreños», donde todavía se presume de mantener pura la arquitectura y las costumbres populares.
De Mairena era el cura que en 1568 fue martirizado por los monfíes, según Alarcón, de la manera más horrenda posible. El escritor accitano relata el sacrificio con tanta profusión de detalles que pone los pelos de punta. Al cura, por poner dos escabrosos pormenores, le arrancaron las piernas y le echaron pólvora en la boca, a la que metieron fuego.
Las fuentes
Además de hacer "eses" se va para arriba y un desvío pone que por allí se va a Júbar, la cuarta pata de la mesa que compone el municipio de Nevada. Júbar está integrado en la vegetación y es otro de los núcleos en los que se guarda la esencia de la Alpujarra.
El viajero de la rempuja tiene dos ritos que aconseja a todo el que va por aquella carretera. Uno ya lo ha hecho, tal es asomarse a la inmensidad del paisaje en el mirador de Mairena. El otro beber agua de la fuente Mauricio, que la llaman popularmente "La fuente del magreo" porque su entorno es el lugar predilecto para paseos de enamorados. Si uno no está enamorado, con beber agua le basta. Hay otra fuente, ya en Laroles, con un pilar del siglo XVII que lleva adosada una Virgen de mármol y un angelillo que dice que con un Ave María se ganan diez días de indulgencia. El viajero, a estas alturas de su vida, no sabe cuál prefiere, si la del "magreo" o la de las indulgencias.
De Laroles, se acuerda el viajero, era Tenorio Corral, más conocido como Pitín, al que le gustaba tanto tocar el tambor que hizo escuela. Gracias a su afición, han salido muchos tamborileros en la zona. En un bar que se llama Florida pero que todo el mundo conoce por "el del zapatero", la camarera Conchi le explica al viajero del sombrero que es de Granada capital pero que llegó allí hace un cuarto de siglo y ya no se ha ido más. Conchi, mujer simpática y resuelta, tiene en el bar dos ninfas, que también llaman carolinas, que comen pipas y que saludan con un gruñido a todo el que entra.
Laroles es uno de los pocos pueblos cuyos habitantes son apodados de dos maneras. Los llaman indistintamente "gambusinos" o "gallegos".
-Lo de "gambusinos" no sé a qué viene. Y lo de "gallegos" supongo que será porque cuando repoblaron este pueblo vinieron muchos gallegos. Pero no somos los únicos de por aquí que tenemos motes. A los de Válor le dicen "cebolleros" y a los de Ugíjar "pajizos" -aclara Conchi.
Comenta la camarera que ahora mismo en el pueblo hay un proyecto muy bonito que lleva a cabo una británica, Anna Kemp, que se llama "Teatro entre todos".
-Se trata de construir un teatro al aire libre en el terreno de las antiguas eras del pueblo y hacer ahí representaciones. Así se podría atraer a un poco de gente. Además, Anna está enseñando teatro a los niños de Laroles.
-Es un proyecto muy bonito. Supongo que tendrá ayuda del Ayuntamiento.
-El Ayuntamiento está seco, como todos. No ves que se ha llevado el dinero Bárcenas -dice Conchi con evidente tono de humor y arrancando la risa de los pocos parroquianos del bar.
-Por lo que veo aquí hay buen ambiente.
-Es que aquí lloramos, pero solo por un ojo.
Las tardes se hacen largas en Laroles, por eso el viajero la emplea en recorrer el pueblo y admirar la iglesia mudéjar del siglo XVIII, que se ve vayas por donde vayas de alta y poderosa que se encuentra en el ambiente. También la emplea en ir a visitar a un viejo conocido que se llama Manuel Escoboso, el alcalde socialista de Nevada.
Manuel es uno de los pocos alcaldes de los que entrevisté hace seis o siete años para mi serie "alcaldes granadinos de la A a la Z" que aún quedan en el cargo. Él, trabajador del Infoca en excedencia, lleva 14 años en política local y diez como primer edil de Nevada.
Manuel me explica que el pueblo tenía muchas esperanzas en la Universiada, un proyecto que cree él (y todos) que ya está más muerto que vivo.
-Cuando se habló de que en la Ragua podría haber competiciones de esquí, nos pusimos contentos. Si había inversiones, alguna se quedaría aquí. Pero ya ves?
La salida natural de los habitantes de Nevada es el Puerto de la Ragua, por donde acceden a Guadix y enlazan con la autovía.
-Nuestra situación no es mala porque la autovía está relativamente cerca, a unos 34 kilómetros. Eso si no pasa como en estos días, que está la carretera de la Ragua cortada porque están arreglando el puente de Ferreira.
"Pilistras" con paraguas
Si en Laroles son importantes los castaños, no lo son menos las macetas de geranios y "pilistras", que las vecinas tapan con paraguas para preservarlas del sol. También tiene este pueblo casas señoriales que se pueden poner de ejemplo cuando se hable de la arquitectura tradicional alpujarreña. Y por tener, hasta tiene una "barbera" que se llama Sara.
-Me dicen la "barberilla" porque mi abuelo fue barbero y porque soy menúa. Por eso le he puesto este nombre al negocio.
A Sara le cuento aquella anécdota del forastero que va a la única barbería del pueblo y ve cómo el barbero le mete una bellota en la boca a un anciano que iba a afeitarse.
-¿Por qué hace usted eso? -le pregunta el forastero al barbero.
-Es que hay clientes que tienen muchas arrugas en el rostro y la bellota en los carrillos me ayuda a que se ponga la piel tensa. Así puedo rasurar mejor -contestó el barbero.
-La verdad es que son ustedes muy ingeniosos. Pero? ¿y si un cliente se traga la bellota? -se interesa el forastero.
-No, mire usted. Aquí en este pueblo somos muy honraos. Si alguno se la traga, al día siguiente, después de hacer de vientre, me la trae.
Sara, dulce y cimbreña, se ríe con la anécdota y dice que le gusta su trabajo y que ahora mismo no lo cambiaba por otro. Lo que ya es mucho en estos tiempos que corren.
Hay que bajar una cuesta de un par de kilómetros para llega a Picena. El cronista del sombrero siempre que pasa por Picena se acuerda de cuando hizo un reportaje de la alta tasa de natalidad que había en el pueblo, señalado por las estadísticas como uno de los más prolíficos de España. Lo que escribí no sentó bien a algunos vecinos y hasta escribieron cartas al director poniéndome verde. Gajes del oficio.
Encarni, con 20 preciosos años, dice que ella se acuerda de eso porque mi reportaje estuvo varios meses expuesto en la escuela.
-¿Usted fue el que escribió aquello? Pues menuda armó en el pueblo. Yo era muy chica, pero me acuerdo -dice Encarni, poniendo una amplia sonrisa en su rostro de modelo de Romero de Torres.
Encarni es la hija de Paco, concejal independiente que tiene el bar a la entrada del pueblo y que presume de tener «buenas tapas, una amplia terraza y un servicio impecables», según la publicidad al uso.
Pero el tiempo tiene la virtud del olvido y ahora en Picena me puedo pasear con tranquilidad, observar con detalle la iglesia mudéjar de San Cecilio y adentrarme en el inquietante Callejón de la Aurora, estrecha callejuela de origen medieval que tiene la virtud de hacerme sentir que me encuentro en la misma esencia de la Alpujarra.
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