-¿Qué tal van las clases?
-Muy bien, me encanta dar clases. Aunque mis estudiantes están viviendo una época mala, con muchas complicaciones, sobre todo económicas. En esta época de exámenes, las revisiones se acaban convirtiendo en un psicodrama...
-Y la educación... ¿cómo va? Se habla de que hay que romper los moldes.
-Hay mucha discusión sobre modelos educativos... ¿quién hace esas críticas? A veces se hacen desde el mundo de la empresa, del managment, y la verdad es que me extraña que se atrevan a dar lecciones, porque son los que nos han conducido a una crisis global monumental. Lo que nos deberíamos plantear es a quien le interesa este tipo de diagnóstico de la educación pública.
-La educación funciona bastante bien, aunque por supuesto que hay un enorme margen de mejora.
-El problema es que en la universidad la mitad de los profesores son precarios, necesitan otro trabajo para vivir. Hablar de modelos pedagógicos con estos modelos laborales, ¿no es un chiste?
-El gran retroceso, pero, ¿hacia dónde íbamos?
-A ninguna parte, por eso es un gran retroceso (ríe). Hay un periodo de crisis muy generalizado que creo que sólo se puede comparar con el periodo de entreguerras. Es una crisis sistémica, por un modelo de acumulación. Es un sistema insostenible, no sólo a nivel económico, sino también ecológico. Para vivir como vivimos en España necesitamos tres planetas. La deslegitimación política ha sido también muy acusada, durante décadas los líderes electos han ido minando su propia legitimidad hasta convertirse en carcasas vacías en las que la sociedad no confía.
-En su libro dice que la crisis es la consecuencia del capitalismo, ¿del capitalismo como sistema o de un capitalismo mal llevado?
-Yo no creo que haya una buena manera de llevar el capitalismo. Cuando se habla de la crisis se tiende a pensar en los fallos del capitalismo, la desigualdad, los problemas medioambientales, pero en realidad es el resultado del éxito de un modelo. Creo que deberíamos temer mucho más los éxitos del capitalismo que sus fracasos.
-Utiliza la metáfora del espejismo en el libro, en lugar de la burbuja.
-La época dorada de la economía española, que va desde el 95 hasta el comienzo de la crisis, estaba basada en prácticas especulativas, fue un timo piramidal, aunque suene peyorativo.
En parte fue espejismo porque los salarios realmente aumentaron muy poco, los indicadores de inclusión se mantuvieron altísimos... así que si uno dejaba de mirar exclusivamente al PIB y miraba un poco más a la realidad social, se veía que era un espejismo a ojos vista, y hubo gente que lo dijo, como por ejemplo los informes de Cáritas.
-Plantea una remontada gracias a los contramovimientos.
-Uno de los problemas que tenemos para buscar la salida a la crisis es que se han ido perdiendo peso un conjunto de herramientas de solidaridad que antes tenían más fuerza: los sindicatos, vecinos, movimientos cooperativistas... un conjunto de tejidos asociativos y de solidaridad que ayudan a poner en marcha salidas a los procesos de mercantilización.
En España somos países muy familistas, hay mucha solidaridad familiar, pero en cambio los movimientos de solidaridad ciudadana son muy débiles. Son vías lentas, pero hay que confiar.
-Entonces, el cambio existe, pero va lento...
-Sí, creo que es posible el cambio. Me gusta ser optimista y creo que habrá una gran democratización. Hoy hay cosas en el debate público que hace años eran impensables: el feminismo, el capitalismo financiero, la renta básica, cuestiones ecológicas, inmobiliarias. Antes eran temas casi de sectas de ultraizquierda (ríe).
-Usted confía en ese embrión político que nos unirá, pero si nos cuesta asociarnos entre vecinos, ¿cómo vamos a hacerlo con Europa?
-Desconfiamos de la gente para asumir objetivos políticos ambiciosos, pero yo creo que tenemos capacidad para asumirlos. Creo que, además, en el sur de Europa estamos haciendo bastante bien las cosas, estamos enseñando al resto del continente, y si me apura al resto del mundo, que hay opciones, al margen del Frente Nacional o del Brexit, de distintas izquierdas, desde el cooperativismo al el sindicalismo.
-¿Qué cree que va a pasar? ¿Nos quedan más Trump por superar?
-Sí, yo creo que sí. Creo que vivimos un momento en el que cualquier cosa en muy poco tiempo puede pasar, cosas que igual ni nos imaginábamos hace unos meses. En ese sentido, es un proceso muy parecido a los años 30, en el que se daba lo mejor y lo peor, se estaban imaginando los sistemas de Seguridad Social, los procesos de democratización de los centros laborales, al tiempo que se iniciaban alternativas autoritarias monstruosas, como la Unión Soviética o Alemania.
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