El investigador Gabriel Medina, residente en Motril, asegura que el origen de la celebración de Nochevieja está en una tasa municipal impuesta en Madrid en 1882
PEDRO FEIXAS MOTRIL
Un impuesto y una burla son el origen de que el 31 de diciembre los ciudadanos ser reúnan y despidan el año comiéndose las doce uvas de la suerte. Así lo asegura el estudio del investigador residente en Motril Gabriel Medina Vílchez, que explica que la tradición de celebrar las doce uvas al compás del reloj de la Puerta del Sol de Madrid -una tradición que se exportará data de 1882- a consecuencia de una tasa municipal impuesta por el alcalde de la capital a quienes celebrasen la llegada de los Reyes Magos. Y, también, a que un grupo de madrileños decidiera satirizar la costumbre burguesa de la época de beber champán y tomarse las uvas, generalmente saliendo de España, acudiendo el último día del año a este emplazamiento del centro de la capital.
Gabriel Medina, que vive en Motril, considera que el "impuesto anticelebración" de un duro dictado por el alcalde de Madrid, José Abascal y Carredano, en diciembre de 1882, a quienes celebrasen la llegada de los Reyes Magos motivó que los madrileños decidieran celebrar la entrada del año al son de las campanadas de la Puerta del Sol.
El investigador motrileño de adopción dice que en esa época los madrileños tenían la tradición de salir a recibir a los Reyes Magos, fiesta que servía para ridiculizar a los forasteros que llegaban esos días a la capital y a los que invitaban a buscar a sus majestades a la vez que se hacían grandes fiestas por las calles.
Con el bando sacado por Abascal se consiguieron evitar los ruidos que se hacían esa noche, pero también se logró quitar a los madrileños la fiesta más esperada del año, ya que la Nochevieja no se solía festejar.
En el siglo XIX había una superstición muy arraigada que decía que "comiendo uvas el día primero del año, se tendrá dinero durante todo el año". De hecho, las familias pudientes madrileñas que iban de viaje a París y Biarritz, en las cenas de Nochevieja acostumbraban a cenar uvas y tomar champán, tradición tomada de Francia.
Por ello, un sector de la sociedad que no compartía esta costumbre intentó burlarse de quienes sí lo hacían y decidieron ir ante la sede del Ministerio de la Gobernación y tomarse doce uvas al compás de las doce campanadas del reloj del edificio de la Puerta del Sol, siguiendo después una fiesta en la que "la hija de la uva" era la gran protagonista.
Se tiene constancia de esta tradición al menos desde la Nochevieja madrileña de 1896, y poco tardaron los empresarios en sacarle rendimiento a esta moda, insertando anuncios en los periódicos de la ciudad los días antes de fin de año, ofreciendo las uvas de la suerte, de la felicidad, de la fortuna, milagrosas y un largo número de adjetivos que buscaban rentabilizar económicamente esta iniciativa.
Medina apunta que una sanción de un duro de 1882 ha conseguido que la última noche del año todos los españoles nos "burlemos" de la aristocracia y clase acomodada de Madrid ridiculizando esta esnob costumbre. Gabriel Medina Vílchez vive en Motril y en los últimos años ha realizado diferentes estudios sobre las costumbres navideñas en España.
Gabriel Medina, que vive en Motril, considera que el "impuesto anticelebración" de un duro dictado por el alcalde de Madrid, José Abascal y Carredano, en diciembre de 1882, a quienes celebrasen la llegada de los Reyes Magos motivó que los madrileños decidieran celebrar la entrada del año al son de las campanadas de la Puerta del Sol.
El investigador motrileño de adopción dice que en esa época los madrileños tenían la tradición de salir a recibir a los Reyes Magos, fiesta que servía para ridiculizar a los forasteros que llegaban esos días a la capital y a los que invitaban a buscar a sus majestades a la vez que se hacían grandes fiestas por las calles.
Con el bando sacado por Abascal se consiguieron evitar los ruidos que se hacían esa noche, pero también se logró quitar a los madrileños la fiesta más esperada del año, ya que la Nochevieja no se solía festejar.
En el siglo XIX había una superstición muy arraigada que decía que "comiendo uvas el día primero del año, se tendrá dinero durante todo el año". De hecho, las familias pudientes madrileñas que iban de viaje a París y Biarritz, en las cenas de Nochevieja acostumbraban a cenar uvas y tomar champán, tradición tomada de Francia.
Por ello, un sector de la sociedad que no compartía esta costumbre intentó burlarse de quienes sí lo hacían y decidieron ir ante la sede del Ministerio de la Gobernación y tomarse doce uvas al compás de las doce campanadas del reloj del edificio de la Puerta del Sol, siguiendo después una fiesta en la que "la hija de la uva" era la gran protagonista.
Se tiene constancia de esta tradición al menos desde la Nochevieja madrileña de 1896, y poco tardaron los empresarios en sacarle rendimiento a esta moda, insertando anuncios en los periódicos de la ciudad los días antes de fin de año, ofreciendo las uvas de la suerte, de la felicidad, de la fortuna, milagrosas y un largo número de adjetivos que buscaban rentabilizar económicamente esta iniciativa.
Medina apunta que una sanción de un duro de 1882 ha conseguido que la última noche del año todos los españoles nos "burlemos" de la aristocracia y clase acomodada de Madrid ridiculizando esta esnob costumbre. Gabriel Medina Vílchez vive en Motril y en los últimos años ha realizado diferentes estudios sobre las costumbres navideñas en España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario