María Luisa Fernández, endocrina del hospital, elabora una guía sobre cómo tratar a estos enfermos «cuyo coste sanitario es muy elevado»
ÁNGELES PEÑALVER | GRANADA
Los ancianos son uno de los colectivos más vulnerables, según los médicos. :: IDEAL
La crisis ha disparado los índices de malnutrición de la población española en general y las oenegés no paran de alertar sobre un dato aún más dramático: que el 25% de los niños menores de 16 años -aunque no llegan a padecer hambre- sí arrojan síntomas de subnutrición, esto es, una ingesta insuficiente de alimentos en determinados momentos del día o épocas del año que no satisface las necesidades alimenticias propias de la edad. Eso se puede traducir en anemias, caída de pelo, debilidad... Y no es solo una cuestión de peso, sino que las analíticas de sangre destapan esa carestía mediante la alteración de algunos parámetros como el colesterol, las albúminas (proteínas) o los linfocitos (glóbulos blancos).
Ese déficit que ahora coge tintes de epidemia a causa de un problema coyuntural en el país, viene de largo en los hospitales españoles, donde muchos de los pacientes que ingresan al cabo del año, debido a sus enfermedades de base, presentan bajos índices nutricionales. Los profesionales, como es lógico, andan más sensibilizados que nunca con estos temas.
Según un reciente estudio dirigido por la endocrina María Luisa Fernández Soto, de los aproximadamente 22.000 ingresos que se producen al año en el Clínico de Granada, una cuarta parte de ellos -sin contar el área infantil- padece riesgo moderado o grave de malnutrición. Eso se traduce en la friolera de 5.500 pacientes debilitados por ese motivo.
«Esos casos se concentran su mayoría en ancianos, enfermos renales, oncológicos de cabeza, cuello o digestivos, con traumatismos craneoencefálicos o parálisis cerebral», abunda la especialista, que en el marco del XXXVIII Congreso de la Sociedad Andaluza de Endocrinología y Nutrición presentó una guía de cribado de malnutrición y valoración nutricional.
«La identificación de los usuarios en riesgo debe realizarse de forma rutinaria al ingreso hospitalario, lo que nos llevó a implantar una alarma informatizada (Conut) hace tres años en el Clínico. La guía nace ahora con el objetivo de poner freno a la malnutrición y ser usada como un instrumento de fácil manejo para el personal médico y de enfermería -tanto en los centros de salud como en los hospitales- para detectar individuos en peligro, así como diagnosticarlos y darles un soporte nutricional específico», explica María Luisa Fernández Soto.
Soluciones
Las soluciones, según cada caso, pasarán por recetarle suplementos alimenticios al paciente, recomendarle la ingesta de ciertas comidas o batidos especiales e incluso determinar que es necesario ponerle una sonda. En el sistema andaluz de salud, cuando el médico considera que hay un nivel severo de afectación en un enfermo puede prescribirle de manera gratuita ciertos preparados específicos para combatir esos déficits.
«Seguimos teniendo una prevalencia aumentada de malnutrición en todos los ámbitos sanitarios, sobre todo hospitalaria (20-50%) como indica el reciente estudio español Predyces. Eso provoca un aumento de la morbimortalidad (enfermedades causantes de la muerte en determinadas poblaciones, espacios y tiempos) y los costes sanitarios. Esta situación alterada no siempre es identificada como tal y sus causas están relacionadas no solo con la enfermedad de base sino con los procedimientos terapéuticos, de forma que hasta un 10% salen desnutridos tras la estancia en el hospital», continúa argumentando la endocrina granadina, coordinadora de la Unidad de Dietética de San Cecilio.
Según los expertos, la valoración del riesgo es el primer paso en el tratamiento y en Atención Primaria -centros de salud- debe aplicarse a todo paciente con sospecha de malnutrición y en grupos de población vulnerables. Y ahí sí que juega un papel esencial la crisis. Por ejemplo, un método sencillo, barato y discriminante que propone esa guía para 'detectar' las carencias en la población anciana que acude por su propio pie a los centros de salud es -además de medirles el índice de masa corporal o la circunferencia de la pantorrilla- conocer la reducción de las ingestas en los tres últimos meses, su pérdida de peso en ese periodo, su movilidad, estrés psicológico o enfermedad aguda, así como los problemas neurológicos implicados en su cuadro de carestía.
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