El autor acaba de ganar el Premio de Narrativa Francisco Ayala con la obra 'La bofetada de Gilda'
G. CAPPA GRANADA
-¿Qué significa para usted ganar un premio con el nombre de Francisco Ayala? ¿Cuáles son sus obras favoritas?
-La entrevista acaba de comenzar y ya me ha puesto usted en un aprieto. La pura verdad es que no he leído nada de Francisco Ayala. Lo conozco de oídas, claro, y un amigo me recomendó varias veces su libro de relatos, pero nada más. Cuando gané el premio, trasteé por internet buscando algunos textos suyos, información, entrevistas… En fin, espero que esto me sirva para conocerle mejor y poder disfrutar de su obra como merece.
-¿A quien puede escocer 'La bofetada de Gilda'?
-Espero que a no mucha gente. Si acaso, en algún momento puede congelar una o dos sonrisas confiadas. No escribo con maldad, de hecho le pongo bastante humor, pero siempre acaba colándose algo de mi propia amargura. Todos somos un poco patéticos, un poco tristes y un poco hijoputas. Yo lo soy, desde luego, y eso está en La bofetada de Gilda. La esperanza es que el lector se sienta identificado y, con un poco de suerte, eso le remueva un poco.
-Su libro es una galería de personajes enloquecidos, desde una mujer enamorada de un peluche gigante al mismísimo Abraham Lincoln, retratado en sus infidelidades a una domadora de circo. ¿Qué es para usted el absurdo?
-El absurdo es algo maravilloso, siempre y cuando se trate con naturalidad. Cuanto más extraña es una historia, con más sencillez debe ser contada. Espero que, al leer mis relatos, la gente no piense "qué cosa más rara me está contando". No son unos cuentos raros ni herméticos. De hecho, muchos retratan una cotidianidad pasmosa. Y eso, como todos sabemos ya, es a veces más surrealista que cualquier cosa que imaginemos.
-¿Qué es un chicohombre y una chicamujer, protagonistas de uno de sus relatos?
-El chicohombre y la chicamujer son una pareja joven de casi treinta o treinta y pocos. Gente que ya tiene responsabilidades, que son obviamente adultos, pero que en muchas cuestiones, sobre todo amorosas, siguen comportándose como chiquillos. Creo que esa palabra define perfectamente a mi generación.
-¿La realidad es aburrida y por eso prefiere inventar su propio universo?
-La realidad es aburrida, sí. Lo ha sido desde siempre, y por eso el hombre inventó las historias. Para salpimentar un poco la sosa rutina que nos toca tragar todos los días.
-Sobrevivió durante dos años gracias a varios concursos de relatos, cortometrajes y otros encargos. ¿Podría escribir un libro parecido al de Iwasaki de 'España, aparta de mi esos premios?
-¡Ya me gustaría a mí haber ganado los concursos de Iwasaki! Literalmente, yo sobreviví, o incluso malviví, y siempre con alguna ayudita extra. En su época de cazaconcursos, Roberto Bolaño decía que él buscaba premios literarios igual que el cazador apache sale a buscar bisontes. Siguiendo con el símil, yo más bien le ponía trampas a los conejos, y de vez en cuando caían uno o dos. Ahora, por ejemplo, hacía casi cuatro años que no mandaba mis relatos a ningún concurso.
-Su experiencia como publicista, con mensajes cortos y contundentes, ¿le ha ayudado a escribir esta serie de relatos cortos?
-Sería idiota negar que ha debido de influir en mi forma de escribir. Pero espero que no sea tanto por la tendencia a las frases cortas e impactantes, que muchas veces esconden un fondo hueco, como por la costumbre de convertir la escritura en un hábito diario, constante. Eso espero, porque publicidad y literatura son dos términos casi siempre antagónicos.
-¿Qué le parece esta experiencia de ganar un premio y que sólo se publique en formato digital, con lo que no podrá poner su libro en un estantería?
-El momento de explicarle a mi señora madre que sí, que me iban a publicar el libro, pero que no sería en papel fue, sin duda, divertido… A ver, negar ese sentimiento romántico por el libro impreso me parece una tontería. Pero también es cierto que, para un escritor novel como yo, la opción digital puede resultar interesante. Lo normal en mi caso sería imprimir unos doscientos o trescientos ejemplares. Luego, el libro se quedaría olvidado en la tienda, sepultado bajo la avalancha de novedades. Con la edición digital, sin embargo, el precio del ejemplar baja considerablemente, y éste se vuelve más accesible y permanece disponible durante más tiempo. No me parece una mala opción. Esperemos que funcione bien.
-Una curiosidad como publicista, ¿el anuncio de la lotería de Navidad con Raphael y Montserrat Caballé y todos los comentarios jocosos que ha despertado, ¿ha sido un fiasco o un rotundo éxito?
-Fiasco total, absoluto y estrepitoso. Lo peor es que seguramente todos en la agencia y en el rodaje sabían que sacar a Raphael y Caballé del asilo era una pésima idea. Pero siguieron adelante porque al jefecillo de turno se le habría metido eso en la cabeza. En este país, así nos va, ese tipo de cosas son el pan nuestro de cada día. Desde luego, yo lo hago muy a menudo. ¿Usted no?
-La entrevista acaba de comenzar y ya me ha puesto usted en un aprieto. La pura verdad es que no he leído nada de Francisco Ayala. Lo conozco de oídas, claro, y un amigo me recomendó varias veces su libro de relatos, pero nada más. Cuando gané el premio, trasteé por internet buscando algunos textos suyos, información, entrevistas… En fin, espero que esto me sirva para conocerle mejor y poder disfrutar de su obra como merece.
-¿A quien puede escocer 'La bofetada de Gilda'?
-Espero que a no mucha gente. Si acaso, en algún momento puede congelar una o dos sonrisas confiadas. No escribo con maldad, de hecho le pongo bastante humor, pero siempre acaba colándose algo de mi propia amargura. Todos somos un poco patéticos, un poco tristes y un poco hijoputas. Yo lo soy, desde luego, y eso está en La bofetada de Gilda. La esperanza es que el lector se sienta identificado y, con un poco de suerte, eso le remueva un poco.
-Su libro es una galería de personajes enloquecidos, desde una mujer enamorada de un peluche gigante al mismísimo Abraham Lincoln, retratado en sus infidelidades a una domadora de circo. ¿Qué es para usted el absurdo?
-El absurdo es algo maravilloso, siempre y cuando se trate con naturalidad. Cuanto más extraña es una historia, con más sencillez debe ser contada. Espero que, al leer mis relatos, la gente no piense "qué cosa más rara me está contando". No son unos cuentos raros ni herméticos. De hecho, muchos retratan una cotidianidad pasmosa. Y eso, como todos sabemos ya, es a veces más surrealista que cualquier cosa que imaginemos.
-¿Qué es un chicohombre y una chicamujer, protagonistas de uno de sus relatos?
-El chicohombre y la chicamujer son una pareja joven de casi treinta o treinta y pocos. Gente que ya tiene responsabilidades, que son obviamente adultos, pero que en muchas cuestiones, sobre todo amorosas, siguen comportándose como chiquillos. Creo que esa palabra define perfectamente a mi generación.
-¿La realidad es aburrida y por eso prefiere inventar su propio universo?
-La realidad es aburrida, sí. Lo ha sido desde siempre, y por eso el hombre inventó las historias. Para salpimentar un poco la sosa rutina que nos toca tragar todos los días.
-Sobrevivió durante dos años gracias a varios concursos de relatos, cortometrajes y otros encargos. ¿Podría escribir un libro parecido al de Iwasaki de 'España, aparta de mi esos premios?
-¡Ya me gustaría a mí haber ganado los concursos de Iwasaki! Literalmente, yo sobreviví, o incluso malviví, y siempre con alguna ayudita extra. En su época de cazaconcursos, Roberto Bolaño decía que él buscaba premios literarios igual que el cazador apache sale a buscar bisontes. Siguiendo con el símil, yo más bien le ponía trampas a los conejos, y de vez en cuando caían uno o dos. Ahora, por ejemplo, hacía casi cuatro años que no mandaba mis relatos a ningún concurso.
-Su experiencia como publicista, con mensajes cortos y contundentes, ¿le ha ayudado a escribir esta serie de relatos cortos?
-Sería idiota negar que ha debido de influir en mi forma de escribir. Pero espero que no sea tanto por la tendencia a las frases cortas e impactantes, que muchas veces esconden un fondo hueco, como por la costumbre de convertir la escritura en un hábito diario, constante. Eso espero, porque publicidad y literatura son dos términos casi siempre antagónicos.
-¿Qué le parece esta experiencia de ganar un premio y que sólo se publique en formato digital, con lo que no podrá poner su libro en un estantería?
-El momento de explicarle a mi señora madre que sí, que me iban a publicar el libro, pero que no sería en papel fue, sin duda, divertido… A ver, negar ese sentimiento romántico por el libro impreso me parece una tontería. Pero también es cierto que, para un escritor novel como yo, la opción digital puede resultar interesante. Lo normal en mi caso sería imprimir unos doscientos o trescientos ejemplares. Luego, el libro se quedaría olvidado en la tienda, sepultado bajo la avalancha de novedades. Con la edición digital, sin embargo, el precio del ejemplar baja considerablemente, y éste se vuelve más accesible y permanece disponible durante más tiempo. No me parece una mala opción. Esperemos que funcione bien.
-Una curiosidad como publicista, ¿el anuncio de la lotería de Navidad con Raphael y Montserrat Caballé y todos los comentarios jocosos que ha despertado, ¿ha sido un fiasco o un rotundo éxito?
-Fiasco total, absoluto y estrepitoso. Lo peor es que seguramente todos en la agencia y en el rodaje sabían que sacar a Raphael y Caballé del asilo era una pésima idea. Pero siguieron adelante porque al jefecillo de turno se le habría metido eso en la cabeza. En este país, así nos va, ese tipo de cosas son el pan nuestro de cada día. Desde luego, yo lo hago muy a menudo. ¿Usted no?
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