Las Hermanitas de los Pobres celebran los 150 años transcurridos desde su llegada a Granada
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M. RODRÍGUEZ CÁRDENAS | GRANADA
La madre María Rosario junto a algunas de las ancianas en el taller de costura de la residencia de la congregación. :: M. R. C.
Desde hace 150 años, las personas mayores de Granada que cuentan con escasos recursos económicos no están solas en la ciudad, sino que pueden disfrutar de la vida en compañía gracias a la ayuda que le concede la congregación Las Hermanitas de los Pobres, una fundación que este año conmemora el siglo y medio que ha pasado desde su llegada a la capital.
El 18 de diciembre de 1863, la congregación inspirada en la vida de la santa Juana Jugan fundó su primera residencia de ayuda para los ancianos en Granada, que en los primeros días ya contaba con un total de 20 personas mayores sin recursos como residentes. Todo, gracias a la decisión del granadino Antonio Escolano, gobernador del Banco de Barcelona, que se empeñó en traer a su tierra una casa de ayuda a los ancianos, algo que consiguió con la colaboración del por entonces alcalde de la ciudad, De Toledo.
Ahora, un siglo y medio más tarde, un total de 21 hermanitas, 40 empleados y decenas de voluntarios posibilitan un día a día feliz a los 117 ancianos que residen en la casa de la congregación, tal y como afirma la directora de la residencia, la madre María Rosario. «Aquí conseguimos que las personas mayores se sientan vivas. En la residencia comparten el día a día con otros ancianos, con las hermanas y con los trabajadores y esto hace que se mantengan activos y, lo más importante, que sean felices. Incluso hay algunos residentes que dicen que prefieren pasar las fiestas navideñas con nosotras en la residencia antes que con su familia, porque aquí hacen su día a día y se encuentran muy felices», afirma la religiosa, para quien lo más importante es que las personas que llegan a la casa «sientan el cariño».
Pero, en la residencia de las Hermanitas de los Pobres en Granada los ancianos no se sientan a esperar cariño, sino que cada uno, dentro de sus posibilidades, colabora de forma activa en las tareas diarias de la casa, ya sea en la recepción o en la cocina. Además, los residentes también pueden disfrutar de sus aficiones en el taller de costura, en la biblioteca o en la sala de ordenadores de la residencia. Algo que, según señala la directora, «consigue que estas personas se sientan realizadas y con vida».
Aunque si algo enorgullece sobremanera a todas las Hermanitas de los Pobres es que 150 años después de su llegada «aún seguimos manteniendo intacto el espíritu solidario y de ayuda a las personas mayores que nos inculcó Santa Juana Jugan», señala la madre María Rosario, quien saluda con una sonrisa a todos los ancianos que pasean por los pasillos de la residencia.
Los bienhechores
Si algo ha cambiado en este siglo y medio en torno a esta congregación de ayuda a los mayores más necesitados es el revuelo que en un principio causaba entre los granadinos ver por el empedrado de la ciudad nazarí a una o varias monjas pidiendo limosna para sus ancianos. Algo que ya ha cambiado y en la actualidad, las Hermanitas de los Pobres se valen de «la gran solidaridad» de los granadinos para mantener en pie su residencia. «Las hermanas vamos a las casas de nuestros bienhechores para que nos den la ayuda, y cada vez son más estos colaboradores, lo que demuestra que los granadinos tienen un gran sentido de la solidaridad. Pero también nos ayudan desde la Fundación Banco de Alimentos y desde Mercagranada, donde nos dan productos no perecederos. Y, además, una treintena de colegios de la capital también nos están ayudando con alimentos», añade la madre María Rosario.
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