Joaquín Caler López compró el lienzo a una familia sevillana que quería vender un cuadro que fechaban en el siglo XIX
G. CAPPA GRANADA
Joaquín Caler López lleva casi dos décadas dedicándose al sacerdocio. Actualmente es párroco de tres pequeñas localidades granadinas de la zona conocida como el Marquesado del Zenete, pertenecientes a la Diócesis de Guadix-Baza. Pero su otra gran pasión, desde niño, es el arte. Siempre le han fascinado los grandes pintores del Renacimiento y del Barroco, convirtiéndose en un gran estudioso en la materia. Su casa está llena de libros que hablan de Velázquez, Zurbarán, Pacheco o Alonso Cano, sobre quienes pasa buena parte de su tiempo libre leyendo. Hace años, y como coleccionista privado, comenzó a adquirir algunas piezas artísticas con las que habla y se relaciona como si fueran parte.
Fue hace algún tiempo, cuando uno de sus contactos en este fabuloso y novelesco mundo de las obras de arte, le comunica que hay una familia sevillana interesada en vender un viejo cuadro del siglo XIX que ha ido pasando de generación en generación. Joaquín Caler, sin pensarlo, se desplazó hasta la capital hispalense para contemplar aquella pieza de la que le habían hablado maravillas. Sin embargo, este cura granadino siempre se ha caracterizado por poseer un sexto sentido para mirar más allá de lo que está admirando y ver lo que otros no ven. Cuando empezó a observar aquel extraordinario Ecce Homo sabía que bajo aquella gruesa capa de barniz se escondía algo más. Quizás su antigüedad fuera mayor. Quizás la triplicara en siglos. Quizás quien sujetó el pincel de aquella genialidad pictórica llena de sensibilidad fuera un gran maestro de la escuela sevillana.
Una vez que Caler López, conocido como don Joaquín, se hace con la obra, por su cabeza no para de rondarle de que se podría tratar de un Murillo. Y no es para nada descabellado, pues según explican los profesionales consultados, aún quedan muchas pinturas en colecciones privadas de Andalucía y de toda España, legadas de padres a hijos, y de las que se desconoce su autoría. A partir de aquí, comenzó una detectivesca labor de investigación para saber quién pudo estar detrás de ese impresionante Ecce Homo. Un arduo trabajo que le lleva hasta dos eminentes expertos de fama mundial: Enrique Pareja López, doctor en Historia, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, Granada y Cádiz, insigne miembro del Cuerpo de Facultativos de Conservadores de Museos y Director durante muchos años del Museo de Bellas Artes de Sevilla; y por otro lado conoce al restaurador Manuel Chiappi, por cuyo taller han pasado trabajos y encargos de todas las épocas y de los museos más famosos del mundo.
Una vez que estos dos grandes entendidos admiran la pintura que les llevó, no tuvieron la más mínima duda de que están ante algo de un calado extraordinario. Después de dos meses de minuciosos procesos de restauración utilizando las últimas técnicas de limpieza y tratamiento, aquel Ecce Homo que podría ser del siglo XIX, resulta ser del siglo XVII. Y aquella obra desconocida resulta ser ahora una firme atribución al espléndido Bartolomé Esteban Murillo.
Se trata por tanto, de la única pintura atribuida al maestro sevillano que en la actualidad se conozca que halla en la provincia de Granada. Por tal motivo, y por deseo expreso de su propietario, esta magnífica pieza debe ser contemplada por el público: "Aunque me pertenezca a mí, debe exponerse al público y que la cultura esté al alcance todos. Ese es el valor y la riqueza que hay que darle. El valor de lo colectivo y no el económico".
De esta forma, la inédita obra de Murillo estará expuesta en solitario en una sala de la Catedral de Guadix desde mañana y durante todo un año, para que pequeños y mayores puedan deleitarse con esta maravilla oculta por siglos y rescatada gracias a la divina intuición de alguien muy especial: Don Joaquín, el párroco.
Fue hace algún tiempo, cuando uno de sus contactos en este fabuloso y novelesco mundo de las obras de arte, le comunica que hay una familia sevillana interesada en vender un viejo cuadro del siglo XIX que ha ido pasando de generación en generación. Joaquín Caler, sin pensarlo, se desplazó hasta la capital hispalense para contemplar aquella pieza de la que le habían hablado maravillas. Sin embargo, este cura granadino siempre se ha caracterizado por poseer un sexto sentido para mirar más allá de lo que está admirando y ver lo que otros no ven. Cuando empezó a observar aquel extraordinario Ecce Homo sabía que bajo aquella gruesa capa de barniz se escondía algo más. Quizás su antigüedad fuera mayor. Quizás la triplicara en siglos. Quizás quien sujetó el pincel de aquella genialidad pictórica llena de sensibilidad fuera un gran maestro de la escuela sevillana.
Una vez que Caler López, conocido como don Joaquín, se hace con la obra, por su cabeza no para de rondarle de que se podría tratar de un Murillo. Y no es para nada descabellado, pues según explican los profesionales consultados, aún quedan muchas pinturas en colecciones privadas de Andalucía y de toda España, legadas de padres a hijos, y de las que se desconoce su autoría. A partir de aquí, comenzó una detectivesca labor de investigación para saber quién pudo estar detrás de ese impresionante Ecce Homo. Un arduo trabajo que le lleva hasta dos eminentes expertos de fama mundial: Enrique Pareja López, doctor en Historia, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla, Granada y Cádiz, insigne miembro del Cuerpo de Facultativos de Conservadores de Museos y Director durante muchos años del Museo de Bellas Artes de Sevilla; y por otro lado conoce al restaurador Manuel Chiappi, por cuyo taller han pasado trabajos y encargos de todas las épocas y de los museos más famosos del mundo.
Una vez que estos dos grandes entendidos admiran la pintura que les llevó, no tuvieron la más mínima duda de que están ante algo de un calado extraordinario. Después de dos meses de minuciosos procesos de restauración utilizando las últimas técnicas de limpieza y tratamiento, aquel Ecce Homo que podría ser del siglo XIX, resulta ser del siglo XVII. Y aquella obra desconocida resulta ser ahora una firme atribución al espléndido Bartolomé Esteban Murillo.
Se trata por tanto, de la única pintura atribuida al maestro sevillano que en la actualidad se conozca que halla en la provincia de Granada. Por tal motivo, y por deseo expreso de su propietario, esta magnífica pieza debe ser contemplada por el público: "Aunque me pertenezca a mí, debe exponerse al público y que la cultura esté al alcance todos. Ese es el valor y la riqueza que hay que darle. El valor de lo colectivo y no el económico".
De esta forma, la inédita obra de Murillo estará expuesta en solitario en una sala de la Catedral de Guadix desde mañana y durante todo un año, para que pequeños y mayores puedan deleitarse con esta maravilla oculta por siglos y rescatada gracias a la divina intuición de alguien muy especial: Don Joaquín, el párroco.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarLamento no poderle facilitar ninguna dirección ya que no la poseo pues solamente recogí la noticia del periodico Granada hoy y la pegue en el bloc pues me pareció interesante, lo siento pero no conozco ninguna dirección
EliminarLe agradezco la respuesta .Un saludo....
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