miércoles, 22 de marzo de 2017

"Tale hoari moali" ("Sin agua no hay vida") elhuffingtonpost

 UNICEF /BLANCA CARAZO
Una familia nómada llena sus bidones de agua en uno de los depósitos construidos por UNICEF en el distrito de Elidar, Etiopía
Blanca Carazo
"Sin agua no hay vida". He perdido la cuenta de cuántas veces he escuchado esta frase durante mi visita a la región de Afar, en Etiopía.
Casi una frase hecha antes de llegar aquí, se vuelve de pronto dolorosamente real ante el paisaje estremecedor e inmisericorde de Afar. Interminables montañas y valles de rocas volcánicas, desiertas planicies amarillas, temperaturas que alcanzan los 50ºC, ni una mota de vegetación a la vista, salvo, aquí y allá, pequeños arbustos y alguna acacia llena de espinas.
Una belleza grandiosa que viene acompañada por la sensación, casi la certeza, de que ningún ser humano puede vivir en un entorno tan hostil. Y, sin embargo, viven.
Aunque Afar es una de las regiones menos pobladas de Etiopía, con solo 14 personas por kilómetro cuadrado en comparación con la media nacional de 102, casi 1,4 millones de personas habitan estos inhóspitos parajes. Muchos de ellos viven en pueblos aislados donde el acceso al agua es siempre precario, y en torno al 30% pertenecen a comunidades nómadas pastoralistas, cuyo acceso al agua en tiempos de escasez es aún más complicado.
Para todos ellos, la vida gira en torno al agua, porque "tale hoari moali", que significa "sin agua no hay vida" en lengua afariña, no es solo un concepto, sino una preocupación cotidiana. Niñas, niños, mujeres y hombres dedican muchas horas a buscar agua para ellos y sus animales.
En 2015 y 2016, la sequía provocada por El Niño golpeó duramente esta región. En 2015 no llovió nada durante la estación de lluvias entre junio y agosto, llamada "meher". Tampoco llovió en diciembre, otra época más corta de lluvias. La escasez de agua se convirtió en una amenaza constante para las vidas de los afari, revelando la insuficiencia y vulnerabilidad de las fuentes existentes. "Primero murieron las ovejas, después las vacas, las cabras, y por último los camellos. Sin sus medios de vida y sin agua, la vida de muchos niños y sus familias estaba en peligro", me explica Fikadu Tadeshe, especialista en agua de UNICEF Etiopía.
UNICEF y sus aliados están trabajando duro para que los niños y familias de Afar tengan agua incluso si las lluvias fallan.
Abdella Sule es el administrador del distrito (woreda) de Elidar, en la región de Afar. Conoce bien la desesperación y las fatales consecuencias de la falta de agua para su gente. "Había una familia que vivía a 20 kilómetros de Sula, donde UNICEF y otras organizaciones estaban distribuyendo agua en camiones. Los padres viajaron hasta allí para conseguir agua dejando a los niños en casa. Las colas eran muy largas, por lo que tardaron más de lo previsto. Cuando volvieron a casa, los niños habían muerto".
Abdella habla con voz suave y tranquila, aunque cargada de dolor, y hay compasión y preocupación en su mirada. "Aquí, lavarse las manos o ducharse son grandes lujos", añade con una leve sonrisa, como para ayudarnos a continuar la conversación.
Sin duda, la distribución de agua en camiones, el reparto de pastillas potabilizadoras para tratar el agua en los hogares, y la rehabilitación de pozos, así como los servicios de nutrición y salud ofrecidos por UNICEF, el gobierno y otras organizaciones humanitarias durante la sequía, salvaron la vida de muchos niños. "Hasta los animales seguían a los camiones cuando llegaban; sabían que transportaban agua".
Por suerte, la temporada de lluvias en 2016 fue buena y la situación ha mejorado. Pero en esta región el riesgo de sequía está siempre presente, y por eso UNICEF ha adquirido el compromiso, junto con las autoridades regionales y locales, de desarrollar sistemas más sostenibles para el suministro de agua que reduzcan la vulnerabilidad en caso de escasez de lluvias.
No es una tarea fácil. Encontrar agua en este entorno ha requerido complejos análisis geofísicos para identificar acuíferos subterráneos; tras perforar pozos de más de 300 metros de profundidad, el agua sale a temperaturas que superan los 80ºC en lugares como Sula, por lo que necesita bombas especiales que puedan operar en esas condiciones. En zonas como Afdera el agua es salada, y se hace necesario construir una planta desalinizadora antes de que sea apta para el consumo. Además de las dificultades técnicas, la población más vulnerable (la nómada, que se traslada continuamente) complica el dimensionamiento de los sistemas de suministro y la decisión de dónde instalar fuentes de agua.
Pese a todos estos desafíos, UNICEF y sus aliados están trabajando duro para que los niños y familias de Afar tengan agua incluso si las lluvias fallan. Es tiempo de soluciones sostenibles y a gran escala. UNICEF está construyendo redes de suministro que llegan a varias comunidades, con puntos de agua para las comunidades nómadas. Innovar para encontrar las soluciones técnicas más apropiadas, implicar a las comunidades y las autoridades locales para promover la apropiación de los sistemas, y crear capacidad local para garantizar la gestión y mantenimiento a largo plazo son estrategias clave.
Como nos explicaba Abdela Sule, "aquí, lavarse las manos o ducharse son grandes lujos" e incluso "los centros de salud están cerrados a menudo ya que el personal sólo puede trabajar si hay agua". La intervención de UNICEF quiere cambiar este tipo de situaciones de forma que los niños de Afar puedan crecer sanos y felices.

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