Una playa de arena oscura y tres calas guardan un fondo marino protegido
-
CRISTINA BUSTOS / SALVADOR RODRÍGUEZ | GRANADA
La playa de Cambriles es un lugar desconocido ideal para disfrutar de un día de playa relajado.
Situada entre Castell de Ferro y Lújar, la playa de Cambriles es un pequeño paraíso que abre al pueblo, perteneciente a la baja Alpujarra, hacia al mar Mediterráneo.
Con apenas 700 metros de largo y 50 de ancho, Cambriles es una continuación de la playa de Castell; sólo un quiosco de helados las separa. Por el otro lado, el Lance la delimita y la convierte en playa con tres calas. «Quien quiere más intimidad o incluso quitarse el bañador se pone en las calas que están resguardadas por las rocas y tienen el acceso algo más difícil», cuenta Manuel, copropietario del único chiringuito de la zona. Antaño la playa era más pequeña pero la marea ha cambiado su estructura y ha abierto las calas, aseguran los lugareños.
A pie o en coche, sus visitantes tienen la posibilidad de llegar hasta primera línea de playa. Si algo caracteriza a Cambriles es eso, la cercanía de las casas a la playa; un pequeño jardín separa las construcciones de la arena: «Si hay poniente fuerte se le mojan los cristales», comentan entre risas un grupo de amigos llegados desde Granada que aprovecha el buen tiempo para disfrutar de la Costa. Una arena oscura entremezclada con pequeñas piedras componen la grava de Cambriles en cuyo mar se guarda un gran secreto: un fondo marino protegido. Años atrás, la intención del gobierno fue la de construir una zona de embarque deportivo pero descubrieron que bajo de las aguas de esta playa se encontraba un ecosistema que acabó siendo protegido para la preservación del medio ambiente.
Los acantilados de Lújar se ciernen sobre estas aguas que albergan una peculiar riqueza biológica. Según expertos de una escuela de buceo de la zona, la flora y la fauna submarina es la típica del ecosistema marino mediterráneo pero con una clara influencia atlántica, con la presencia de especies inexistentes o escasas en otros enclaves del mare nostrum.
En la zona abundan los grandes pulpos, crustáceos y moluscos. Los grandes protagonistas de esta zona del mar son los congrios o las morenas. Pero el pez luna es, sin duda, la principal atracción de este peculiar fondo marino protegido.
«Aquí viene todo tipo de gente pero es verdad que nunca hay aglomeraciones, todo el mundo tiene su espacio», señalan Manuel y Francisco, buenos conocedores de esta playa desde que hace algunos años decidieran convertirse en los propietarios del único chiringuito del lugar. «En la zona más cercana a Castell hay un 'chill out' pero nosotros somos los únicos que ofrecemos comidas», apunta Francisco. Paella, migas y tapas de pescado aguardan a visitantes que cada vez se hacen más de rogar. «La carretera es muy mala y para llegar aquí pasan horas en el coche», comenta Manuel. Cinco jóvenes ponen a enfriar una sandía en la orilla azotada por el poniente mientras toman un refresco apostados en una roca. «Venimos aquí porque nos podemos quedar a dormir. Por la tarde ponemos la caña y pescamos», cuenta Lorena. «Es una playa tranquila. Ponemos la sombrilla y pasamos varios días». Los jóvenes de la capital aprovechan la cercanía de la playa para preparar unas vacaciones bajo coste.
Tocados por la crisis
La crisis sí suena en Cambriles. Hay un espacio reservado para alquiler de tumbonas y otro para zonas de recreo. Ambos vacíos porque nadie se atreve a invertir. «Nosotros habíamos pensado en poner una barbacoa para los espetos y para asar carne pero no nos atrevemos», apunta Francisco quien dice que sí prepararán para el verano una zona más íntima para tomar una copa tras el almuerzo y al comienzo de la noche.
«Un incendio devastó el chiringuito y hemos tenido que reconstruirlo entero, con su correspondiente inversión económica y, encima, con prohibiciones y reticencias del Gobierno», se quejan los propietarios. Pese a todo, el local sigue en pie y ofrece las exquisiteces típicas del verano a precios de hace dos años.
Cambriles se convierte así en una playa única por los cuatro costados. Por un lado los acantilados, al otro las pequeñas calas pedregosas, su fondo marino y las gentes que allí te reciben para ofrecerte lo mejor, conocedoras de la actual situación. La playa de Lújar, pueblo de campo, es uno de los rincones más peculiares de toda la Costa aunque también uno de los más desconocidos: «La gente del pueblo se va al Lance. Todos los que vienen aquí, que nunca son muchos, llegan de fuera», cuentan Francisco y Manuel. Lo que sí es seguro es que quien visita Cambriles, vuelve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario