Es una mujer rumana de 56 años que se vio obligada a venir a España para solucionar problemas derivados del asesinato de su cuñado
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JOSÉ UTRERA | BAZA
Rodica coloca alimentos en la sede de la Cruz Roja de Baza. :: J. UTRERA
La historia de Rodica Omer no es la de una persona inmigrante que salió de su país en busca de trabajo. Ella trabajaba como celadora en un hospital de Constanza, en el litoral del Mar Negro, una bella zona de Rumanía, pero el 1 de septiembre del 2006 se vio en la obligación de viajar hasta Baza en compañía de su marido porque asesinaron a su cuñado, el esposo de su hermana. Los trámites que debieron realizar tardaron más de lo esperado. Su cuñado fue finalmente enterrado en el cementerio de Baza y ella no pudo regresar a su puesto de trabajo durante tres meses y lo perdió.
De la noche a la mañana, Rodica se encontró en España sin esperarlo. Al principio no sabía español, pero ahora ya lo habla perfectamente, además de inglés, polaco, griego, turco, francés y, por supuesto, rumano. Durante los primeros años lo pasó mal en Baza y para colmo cayó gravemente enferma, aunque reconoce que si le hubiera pillado en su país hubiera supuesto su muerte.
Rodica Omer era ya voluntaria de Cruz Roja en Rumanía desde hacía 22 años. Cuando llegaron las dificultades acudió a la delegación de Baza, donde le ayudaron. Allí ha realizado cursos de formación que le han servido para tener un puesto de trabajo por horas, que aunque pocas, le vienen bien. Además ya no vive en una cochera adaptada como vivienda; habita un piso de protección oficial en la avenida del Mediterráneo que promovió el Ayuntamiento de Baza.
Rodica sigue siendo voluntaria de Cruz Roja. Es técnica de transporte adaptado y está en el departamento de socorros y emergencias, y, a la vez, es voluntaria de Cáritas. «Los bastetanos me acogieron y me ayudaron cuando me quedé en Baza, no tenía nada y Cruz Roja y Caritas me apoyaron, por eso ahora quiero devolver la ayuda recibida y continúo como voluntaria en ambas instituciones».
Desde hace dos años no ha vuelto a Rumanía, que dice es un país con mucha historia, culto y muy bonito, y sobre el que existe mucho desconocimiento. Desafortunadamente, sobre ellos pesa una etiqueta negativa por la acciones que realizan algunos compatriotas que, según Rodica, proceden todos ellos de una remota zona de aquel país, donde la cultura no es la misma que en el resto. «En Baza hay pocos rumanos con cultura y eso se deja notar porque algunos no han sabido comportarse. La prueba está en que antes de que mataran a Ceaucescu ya había rumanos en España, profesionales de prestigio. Lo habitual es que sean cultos. Así era en la época comunista, era obligatorio que todo rumano terminara el Bachillerato y fuesen bilingües».
Rodica admite que su familia vivía bien durante el comunismo y considera que en líneas generales su país no supo asimilar la llegada de la democracia y la libertad, a la vez que define a sus compatriotas como gente acogedora y solidaria, «mucho más que las de los países de alrededor».
Debido a su enfermedad, Rodica no puede desplazarse de Baza, pese a tener a su hermano, Catalin, en Irlanda, quien le está ayudando mucho con sus hijos, su verdadero orgullo. Y es que Rodica tiene dos hijos adoptados. Alejandro, de 29 años, que es médico dentista pero trabaja como enfermero en Irlanda, a donde también se marchará a trabajar su hija Ganina, que tiene 23. Es ucraniana y el próximo año terminará la carrera de veterinaria.
Rodica se muestra muy optimista y cree que España pronto saldrá adelante; sin embargo, cree que a Rumanía le costará más. Ya se considera una bastetana, le gustan el Cascamorras, las fiestas de Moros y Cristianos de Cúllar y Benamaurel, y le impresiona la Semana Santa Viviente de Cuevas del Campo.
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