Dirigente de la antigua Alianza Popular de Granada durante la Transición, dejó la política para dedicarse a la educación -es catedrático en esa materia- y, el 6 de mayo de 2001, fue ordenado sacerdote en la Catedral
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CARLOS MORÁN | GRANADA
Tomás Sola compagina su dedicación a la Iglesia con una extensa actividad docente.
Tomás Sola Martínez (Cúllar, 1951) fue cocinero de la Transición antes que fraile. Y se ve que no ha olvidado lo que aprendió en aquellos fogones humeantes en los que hervía la España posfranquista. Los políticos de entonces escribieron entre todos un libro de recetas que Tomás está exportando ahora a zonas calientes del planeta como Chiapas, en México, o el departamento de Santander, en el norte de Colombia, un lugar en el que mandan las FARC. «El río Tibú arrastra casi a diario tres o cuatro cadáveres. Allí hay niños que en una mano llevan el cuaderno y en la otra, una pistola. Nosotros hablamos con la guerrilla e intentamos fomentar el diálogo y la educación, ayudar a la gente. Por cierto, que no quiero que se me olvide, Maracena dedica el 0,7% de su presupuesto a cooperar con el municipio de Tibú y, para mí, como granadino, es una satisfacción muy grande», relata el padre Sola, porque Tomás, ya se dijo al principio de estas líneas, es sacerdote.
Pero vayamos por partes. Volvamos a la turbulenta España de finales de la década de los 70 del siglo pasado. Tomás, un joven de barba poblada y mirada serena, fue uno de los fundadores en Granada de la antigua Alianza Popular -el núcleo principal de lo que luego sería el actual Partido Popular-, formación que dirigió y bajo cuyas siglas se presentó a las sucesivas elecciones que trajo la recién estrenada democracia. Entre 1983 y 1991, fue concejal en la capital y diputado provincial.
El clérigo recuerda aquellos tiempos con cariño. Hoy, con una crisis galopante que ha arrasado la imagen de los que se dedican al oficio de representar a sus conciudadanos en las instituciones, suena raro que alguien sea capaz de unir los conceptos 'cariño' y 'política'. Pero es que Tomás vivió una época única en la que imperaba la necesidad del acuerdo. Todo estaba por hacer y los partidos se unían, valga la paradoja. No era extraño que los que ganaban las elecciones contasen con el adversario para gobernar. Parece Disneylandia, pero no, ocurrió de verdad. «Fue precioso. Éramos conscientes de que ninguno estaba en posesión de verdad y trabajábamos codo con codo», rememora el religioso.
En ese ambiente, no es raro que Tomás acabara admirando a rivales políticos que, en teoría, estaban en las antípodas ideológicas. «Tengo un recuerdo muy grato de Pepe Guardia -histórico militante comunista granadino que falleció en 2003- o de Juan Tapia -un líder del PSOE que fue alcalde de Granada durante solo unos minutos en la primera corporación de la democracia-. Yo solía decirle: 'Juan, si todos los socialistas fueran como tú, yo también sería socialista'. Era una persona de una calidad humana impresionante. Siempre estaba volcado en ayudar a los más humildes», describe Sola la figura del brevísimo regidor de la capital, que murió en 1986.
Tras su paso por la política, Tomás se fue dar clases a uno colegio situado en la zona más conflictiva de la ciudad y ya nunca sentiría la tentación de volver.
-¿Fue allí donde le atrapó la vocación sacerdotal?
-«No, ya estaba tocado de antes, ja, ja, ja», admite divertido el religioso. Fue su buen amigo Antonio Cañizares, que actualmente es cardenal, el que le dio el empujón definitivo y, el 6 de mayo de 2001, fue ordenado sacerdote en una ceremonia celebrada en la Catedral -y presidida por el propio Cañizares-.
Su dedicación a la Iglesia no le ha impedido convertirse en catedrático de Ciencias de la Educación en la especialidad de Educación Especial -desempeña su labor docente en la facultad de Granada- o ser nombrado doctor honoris causa por 22 universidades iberoamericanas, entre otros muchos méritos académicos.
Se le nota satisfecho con su trayectoria 'pospolítica'. Su voz solo se tiñe de amargura cuando se le pregunta por los líos que afectan a España. «Es el dinero. El dinero es el veneno de la sociedad».
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