Marte perdió la mayor parte de la suya hace miles de millones de años y con ella la posibilidad de albergar seres vivos
CRISTINA L. ÉBOLI | MADRID
Atmósfera terrestre. / Foto: Archivo
Si alguna vez hubo vida en Marte está debió desaparecer hace miles de millones de años a la vez que lo hizo la mayor parte de su atmósfera. Y si en la Tierra hoy existe, es porque esta ha conservado la suya.
La atmósfera es, en términos coloquiales, un seguro de vida. Y lo es en varios aspectos. En primer lugar porque provoca el efecto invernadero, imprescindible en su justa medida ya que mantiene una temperatura regular en el planeta al impedir que el calor se escape al espacio. A modo de ejemplo, Mercurio pasa de los 430 grados centígrados durante el día a los 170 bajo cero por la noche.
El ozono que contiene evita que los rayos ultravioleta que envía el Sol alcancen la superficie terrestre con toda su fuerza, lo que acarrearía una radiación insoportable para la vida.
Supone también un escudo frente a los meteoritos. De media entra en la Tierra un meteoro cada 10 minutos pero solo unos 100 llegan a impactar contra su suelo cada añio. Esto se debe a la fricción y erosión que sufren al entrar en contacto con la atmósfera, que o bien destruye las rocas espaciales o las reduce considerablemente de tamaño. Por último, pero no menos importante, contiene el oxígeno y dióxido de carbonos necesarios para la vida.
¿Es posible que la Tierra pierda su atmósfera como Marte? En este sentido habría que conocer con seguridad las causas por las que Marte sufrió este proceso. Una de las hipótesis apunta a la colisión de un objeto del tamaño de Plutón o un continuo bombardeo de asteroides sobre el Planeta Rojo. En este sentido, la Tierra podría o no correr la misma suerte en un futuro lejano.
La otra gran teoría apunta a la continua erosión del viento solar. Este, poco a poco, habría ido arrastrando consigo la atmósfera marciana. Este fenómeno no se reprodujo en la Tierra debido a que su escudo magnético –del que carece el Planeta Rojo- desvía al sistema solar, que no alcanza a llegar a la atmósfera.
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