El granadino Justo Márquez llega a Gibraltar tras una peregrinación a pie de 150 kilómetros con una cruz a cuestas para pedir el fin del conflicto Guardará ayuno 24 horas en la frontera
E. C. LA LÍNEA
Justo Márquez llegó ayer con una cruz a cuestas a Gibraltar. Lejos de las cámaras que la semana pasada retrataron el recrudecimiento del conflicto, sus primeras palabras fueron de agradecimiento al comprobar que sus temores eran infundados. "Me han dejado entrar", dijo aliviado.
Este vecino, que salió el jueves de Málaga hacia el Peñón, llegó exhausto tras peregrinar a pie 150 kilómetros con una cruz aliviada por una pequeña rueda con el fin de reclamar a los gobiernos español y británico que, por encima de las pugnas políticas, reine la concordia. Una concordia que este particular peregrino simboliza en la cruz que le ha acompañado en los últimos cuatro días.
Nada más llegar, un guardia civil se acercó de inmediato y le pidió los datos. La medida obedecía a la necesidad de tener información por si al otro lado de la Verja a este ciudadano nacido en Almuñécar le ocurría algo. El policía nacional del control fronterizo también le pidió que se identificara y Justo así lo hizo. Unos metros más adelante, la policía gibraltareña miró su identidad y también le dio acceso despertando incluso empatía entre unos de los tres agentes, quien comentó que a un compañero suyo muy cristiano le hubiera gustado verle.
En cuanto al papeleo, sin problemas. Mucho respeto hacia quien acababa de culminar un esfuerzo titánico. Pero la cara de los agentes responsables del paso de mercancías ya fue más de sorpresa, e incluso de sorna. La cruz de madera no escondía nada y ni siquiera le pararon. Misión cumplida, al menos en cuanto a la entrada por la simbólica Verja. Su meta. Los ciudadanos que coincidieron con el peregrino en la zona fronteriza se detuvieron para inmortalizarle e incluso sacar un vídeo para de inmediato colgarlo en YouTube o enviarlo por whatsapp a los amigos. Pese al revuelo, que ya le acompañó en su partida, Márquez siguió su camino y parecía aislado de lo que pasaba a su alrededor, incluidas las bromas, algunas irrespetuosas. "¿Es Semana Santa?", se jactó una mujer. Este miembro de una ONG religiosa siguió sin prestar oídos a nada. Paso a paso, cruzó la pista del aeropuerto de Gibraltar. Márquez confesó, a preguntas de este diario, que es cristiano y que la cruz simboliza paz y amor. Cinco meses lleva Márquez realizando la misma reivindicación con el mensaje que portaba en el pecho y en la espalda, aunque ha sido ésta la oportunidad de difundirlo por toda España. "No más hambre. No más guerras. Paz en el mundo".
"Cuando se desató el conflicto con Gibraltar decidí venir sin olvidarme del mensaje que llevo tiempo encima. Es necesario que esto acabe", defendió. Justo no está solo en su sueño ya que su mujer y su familia le apoyan. Sobre la solidaridad que ha encontrado durante este último peregrinaje comentó que le han dado de comer y de beber. "En la cala de Mijas me ofrecieron techo y el resto de noches he dormido al raso", desveló.
Márquez reconoció también que esperaba más ambiente en La Línea. Ayer era domingo y las colas excepto a la vuelta de los llanitos no fueron la tónica. Al hilo, el pacificador adelantó que se quedaría 24 horas en la zona fronteriza en "ayunas y oración" para dejar su mensaje en medio del conflicto. "Si Aduanas me deja, claro", alegó. A la salida del Peñón cruzó con su cruz y volvió a preguntar a los guardias, obteniendo un sí. Soltó la cruz, tomó asiento y se descalzó mostrando los signos del cansancio en sus pies. Una media de 40 kilómetro cada día dan para muchas ampollas. Sin sacudirse su objetivo, remover conciencias, señaló que ayuda a marginados en una asociación.
Si los taxistas de La Línea que trabajaban ayer en la frontera le aplaudieron, los de Gibraltar le gritaron que quitara la rueda y llevara el peso de la cruz. Justo no oyó el revuelo o al menos dio esa sensación. Al bajar la cuesta del Higuerón casi tres horas antes vio por primera vez el Peñón. Cuando llegó a la iglesia del Carmen tres mujeres se emocionaron al verle y con lágrimas le dieron agua y le ofrecieron un bocadillo que rechazó. Por la playa de Santa Bárbara la gente le paró para hacerse fotos con él, muchos faltándole el respeto, pero el hombre con la cruz a cuestas no atendió a nada. Su meta, La Línea y Gibraltar. Su sueño, que finalice el conflicto. La cruz, de tres metros por dos, pesa diez kilos. Está parado y eso pesa más.
Este vecino, que salió el jueves de Málaga hacia el Peñón, llegó exhausto tras peregrinar a pie 150 kilómetros con una cruz aliviada por una pequeña rueda con el fin de reclamar a los gobiernos español y británico que, por encima de las pugnas políticas, reine la concordia. Una concordia que este particular peregrino simboliza en la cruz que le ha acompañado en los últimos cuatro días.
Nada más llegar, un guardia civil se acercó de inmediato y le pidió los datos. La medida obedecía a la necesidad de tener información por si al otro lado de la Verja a este ciudadano nacido en Almuñécar le ocurría algo. El policía nacional del control fronterizo también le pidió que se identificara y Justo así lo hizo. Unos metros más adelante, la policía gibraltareña miró su identidad y también le dio acceso despertando incluso empatía entre unos de los tres agentes, quien comentó que a un compañero suyo muy cristiano le hubiera gustado verle.
En cuanto al papeleo, sin problemas. Mucho respeto hacia quien acababa de culminar un esfuerzo titánico. Pero la cara de los agentes responsables del paso de mercancías ya fue más de sorpresa, e incluso de sorna. La cruz de madera no escondía nada y ni siquiera le pararon. Misión cumplida, al menos en cuanto a la entrada por la simbólica Verja. Su meta. Los ciudadanos que coincidieron con el peregrino en la zona fronteriza se detuvieron para inmortalizarle e incluso sacar un vídeo para de inmediato colgarlo en YouTube o enviarlo por whatsapp a los amigos. Pese al revuelo, que ya le acompañó en su partida, Márquez siguió su camino y parecía aislado de lo que pasaba a su alrededor, incluidas las bromas, algunas irrespetuosas. "¿Es Semana Santa?", se jactó una mujer. Este miembro de una ONG religiosa siguió sin prestar oídos a nada. Paso a paso, cruzó la pista del aeropuerto de Gibraltar. Márquez confesó, a preguntas de este diario, que es cristiano y que la cruz simboliza paz y amor. Cinco meses lleva Márquez realizando la misma reivindicación con el mensaje que portaba en el pecho y en la espalda, aunque ha sido ésta la oportunidad de difundirlo por toda España. "No más hambre. No más guerras. Paz en el mundo".
"Cuando se desató el conflicto con Gibraltar decidí venir sin olvidarme del mensaje que llevo tiempo encima. Es necesario que esto acabe", defendió. Justo no está solo en su sueño ya que su mujer y su familia le apoyan. Sobre la solidaridad que ha encontrado durante este último peregrinaje comentó que le han dado de comer y de beber. "En la cala de Mijas me ofrecieron techo y el resto de noches he dormido al raso", desveló.
Márquez reconoció también que esperaba más ambiente en La Línea. Ayer era domingo y las colas excepto a la vuelta de los llanitos no fueron la tónica. Al hilo, el pacificador adelantó que se quedaría 24 horas en la zona fronteriza en "ayunas y oración" para dejar su mensaje en medio del conflicto. "Si Aduanas me deja, claro", alegó. A la salida del Peñón cruzó con su cruz y volvió a preguntar a los guardias, obteniendo un sí. Soltó la cruz, tomó asiento y se descalzó mostrando los signos del cansancio en sus pies. Una media de 40 kilómetro cada día dan para muchas ampollas. Sin sacudirse su objetivo, remover conciencias, señaló que ayuda a marginados en una asociación.
Si los taxistas de La Línea que trabajaban ayer en la frontera le aplaudieron, los de Gibraltar le gritaron que quitara la rueda y llevara el peso de la cruz. Justo no oyó el revuelo o al menos dio esa sensación. Al bajar la cuesta del Higuerón casi tres horas antes vio por primera vez el Peñón. Cuando llegó a la iglesia del Carmen tres mujeres se emocionaron al verle y con lágrimas le dieron agua y le ofrecieron un bocadillo que rechazó. Por la playa de Santa Bárbara la gente le paró para hacerse fotos con él, muchos faltándole el respeto, pero el hombre con la cruz a cuestas no atendió a nada. Su meta, La Línea y Gibraltar. Su sueño, que finalice el conflicto. La cruz, de tres metros por dos, pesa diez kilos. Está parado y eso pesa más.
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