El sector de la cultura vive la tormenta perfecta. Una tormenta resultado de la combinación entre la amplia y persistente reducción de las subvenciones por efecto de la crisis económica y la subida del IVA, que el pasado septiembre pasó para buena parte de las actividades y productos del 8% al 21%. El panorama no puede ser más sombrío: muchos agentes advierten del colapso al que, de no mediar un urgente cambio de rumbo, se encamina el sector en su conjunto. Otros anuncian que, si se confirman las pésimas previsiones para la campaña de verano, habrá muchos cierres de empresas destinadas a la gestión de espectáculos y actuaciones musicales. Tras ellos irán a la quiebra grupos, compañías de teatro y en general quienes son contratados básicamente por los ayuntamientos. De repente, va a llegar un verano que puede ser para muchos el último en cuanto a actividad artística.
La rebaja de las subvenciones se ha producido de forma más o menos pronunciada desde el año 2009 y ha obligado a ajustes de todo tipo. Se trata, por tanto, de un efecto acumulativo que se suma a los derivados de la atonía económica general. Las consecuencias de la subida del IVA, en cambio, son más fácilmente medibles. Yel resultado es el peor que cabía imaginar:las entidades que repercutieron los 13 puntos de IVA en el precio de las localidades han visto cómo caía la venta;las que asumieron el coste han incrementado su déficit. Ni siquiera Hacienda ha ganado con la operación.
Como aseguran tanto los especialistas como los responsables del sector consultados por este periódico, la medida se tomó a partir de un error de bulto: pensar que la demanda cultural es tan poco elástica como la de los combustibles o los productos de primera necesidad. No es así, en absoluto. Este año el Festival de Música y Danza de Granada ha contado con 100.000 euros menos de presupuesto. Y lo dice su director, Diego Martínez, «hemos llegado al límite, ya no podemos ajustarnos más, y si bajamos, irá en detrimento de la calidad».
En tiempo de paro galopante y reducción del poder adquisitivo de los salarios, una subida en el precio de las entradas, aunque fuera la menor posible, había de tener, por fuerza, un efecto demoledor.
Lo advirtieron los expertos y la realidad ha demostrado que el Ministerio de Educación y Cultura hizo un muy flaco favor al sector cuando aceptó una subida generalizada de los impuestos que ha dañado la demanda y ha creado una paradoja difícil de entender y soportar. Porque en la situación actual, disfrutar de una de las cumbres de la cultura occidental –pongamos una ópera de Mozart– paga un 21% de IVA. Y adquirir el libro, en formato papel, de cualquier famoso de la TV en el que cuente asuntos de vísceras solo está gravado con el 4%. Es decir, la alta cultura está castigada y el cotilleo más crudo tiene trato de artículo de primera necesidad. Quizá sea oportuno recordar que la media europea para el IVA aplicado a la cultura está en torno al 13% y que, en general, los países de mayor consumo son los de impuestos más bajos en este ámbito.
Horizonte negro
El problema viene de que la subida del IVA y la reducción de subvenciones –que no se ha compensado con una rebaja de alquileres de los locales públicos, que algo habría ayudado– se produce en un sector en el que, en general, los niveles de autofinanciación son muy bajos. La única excepción es el mundo editorial, una realidad completamente aparte del resto. Algunas cifras nos sitúan ante los recursos de la cultura.
Alicia Pire, gerente de la OCG, ha puesto ya nombres y apellidos a la cruda realidad de la Orquesta Ciudad de Granada. «La situación económica de la orquesta es muy difícil. Tenemos una deuda sobrevenida de temporadas anteriores con la Agencia Tributaria (800.000 euros) y con la Seguridad Social (200.000), y pagos atrasados a proveedores. Los cachés artísticos se están pagando. Hemos hecho una solicitud de aplazamiento de las deudas y un plan de tesorería y a partir de enero de 2014 esperamos tener una situación más saneada. Esto pasa por unos recortes muy importantes en los gastos generales. Necesitamos un equilibrio entre hacer una temporada artísticamente de prestigio y de calidad pero con unos costes llevados al milímetro. La temporada 2013/2014 es sostenible porque los directores han hecho un esfuerzo por ajustar sus cachés: son directores de prestigio que demuestran un compromiso personal con el maestro y con la orquesta. La OCG tiene un prestigio nacional e internacional y las dificultades por las que pasamos son públicas y notorias, aunque no somos la única orquesta que está así».
El realismo se impone, y la gerente de la OCG lo dice claro:«El presupuesto general de este año es de 3,5 millones de euros, 400.000 euros menos que el año pasado. El presupuesto artístico de la temporada asciende a unos 140.000 euros, frente a los 450.000 del año pasado, pero eso no va a disminuir la calidad».
En el cine, la situación es diferente. Las subvenciones anuales recibidas por los productores de la zona norte de España para el conjunto de su actividad suman 1,5 millones, que es el presupuesto medio de un filme español tras los ajustes obligados por la crisis. Carlos Juárez, presidente de la Asociación de Productores, rompe con el mito: «Pese a todo lo que se dice, a las acusaciones que se hacen, estamos viviendo prácticamente sin subvenciones». Los que sobreviven, habría que decir, porque se están dejando de rodar muchos filmes por falta de recursos.
Hay quien ya se está situando en lo peor:un horizonte en el que no haya dinero público para la cultura, o lo haya en tan escasa cuantía que sea prácticamente simbólico. ¿Cómo quedaría el panorama? Lo primero es establecer un punto de partida.
Las subvenciones se caen y los recortes, sobre todo municipales, están al día. Un ejemplo, la Muestra Flamenca en el Corral del Carbón se ha visto obligada a recortar su programación a solo dos semanas de iniciarse el ciclo, que goza del apoyo del público por su calidad artística. En el último momento, el Ministerio de Cultura ha retirado la ayuda al programa previsto, por lo que cinco días de espectáculo se han caído de cartel. La Junta se ha quedado en solitario soportando la muestra flamenca.
El director del Festival de Música y Danza señala que es el momento de buscar nuevos patrocinadores. Diego Martínez dice que «este año hemos conseguido tres nuevos patrocinadores que han compensado la rebaja de alguna entidad financiera. Y hemos conseguido aumentar un poco la proporción del dinero procedente de patrocinadores respecto al año pasado: 580.000 euros de 3.190.000 euros de presupuesto, un 18%».
En el ámbito de la música clásica, hay un acuerdo amplio en el sentido de que una orquesta privada –hay pocas en Europa, pero funcionan unas cuantas, sobre todo en el Reino Unido– debería captar unas elevadas sumas procedentes del ámbito empresarial y de grandes fortunas, y estaría obligada a cubrir el aforo completo en cada concierto. Ello conduciría a programar las obras más célebres de los autores más conocidos. ¿Se llenaría una sala de conciertos con capacidad para 2.000 personas si en el programa hay partituras de Schulhoff, Tobey y Holbrooke? La respuesta es obvia:no. Y, sin embargo, una de las funciones de una orquesta pública es ampliar el conocimiento musical de los aficionados programando obras nuevas –o distintas– cada temporada.
Pese a todo, hay festivales que se mantienen gratuitos desde hace treinta años y cada edición se convierte en una proeza sacarlos adelante. Ahí está el Festival de Rock del Zaidín, que concita la programación musical más populosa de nuestra provincia, y mueve cada septiembre una cifra superior a las 40.000 personas. Este año el festival será el sábado 7 de septiembre con el estreno de Zio, Mariscal Chang, Boikot, Los Castizos y Rosendo el guitarrista, que es un fijo ya de la casa y sale a un concierto por década de festival. Y todo por el módico precio de cero euros. La bronca con el Ayuntamiento para que colabore se iniciará dentro de pocos días, pero está asegurada.
En Granada hay iniciativas para paliar el IVA cultural con los festivales de Granada en Off y las subvenciones que se dan en ayuntamientos comprometidos con los jóvenes y la cultura, como Maracena o Peligros. Pero para los grupos este IVAes demoledor. Lo dice de forma clara José Ignacio Lapido, uno de los rockeros de más prestigio en Andalucía. «En cada concierto hay que descontar el 21% de IVA, el 10% de autores, otro por ciento para el manager, y luego un 21% de retención. Tocas y un 52 % de lo que has generado ni siquiera lo hueles. Y luego quita gastos de hoteles, transporte y demás. Dígame usted qué clase de locura nos puede llevar a algunos seguir en este negocio».
¿Sale alguien beneficiado de hundir la música/cultura? Lapido contesta: «No creo que nadie salga beneficiado de eso. Ni siquiera los que han cavado la fosa en la que nos están enterrando. Montoro, De Guindos, Rajoy... estoy convencido de que de alguna manera desprecian la cultura, pero el país nunca levantará cabeza si se desprecian las ciencias y las artes. Y aquí se desprecian ambas cosas. Los creadores cargamos con sambenitos como que somos unos paniaguados. Ya me gustaría a mí recibir solo el 5% de las ayudas que reciben otros gremios. Los agricultores están subvencionados, los pescadores, las empresas, la minería... todo está subvencionado con miles de millones de euros de dinero público. ¿El rock? Cero absoluto».
Intervencionismo
El sector de los espectáculos musicales no recibe subvenciones directas, pero sus principales contratadores son las instituciones públicas. Y estas apenas tienen dinero para organizar actos así. Las grandes empresas de conciertos de Andalucía aportan un dato demoledor: en seis años –los de la crisis–, la facturación del gremio se ha reducido a la mitad. Sus previsiones para este verano son desastrosas. La subida del IVA, que el año pasado apenas las alcanzó, puede ser la puntilla de unas empresas que ya han despedido a mucha gente en los últimos meses y temen verse obligadas a bajar la persiana en cuanto llegue el otoño. Este papel de promotor público de conciertos y festivales puede suponer la puntilla para el sector privado.