Puede que la colina de la Sabika tenga más agujeros y galerías que un queso Gruyère Yo mismo atravesé una de 180 escalones y 1,75 metros de altura En otra se perdió el alemán Helzer en 1878
JOSÉ LUIS DELGADO GRANADA
Dicen los que saben, que la Alhambra está montada sobre una colina rocosa escasamente cementada y formada por conglomerados de arenas limosas y cantos de rocas metamórficas. Formación geológica que se remonta al Mioceno-Plioceno y similar a la del Llano de la Perdiz, el Sacromonte y el Albaicín.
Sabemos además que Granada es zona de frecuente actividad sísmica, aunque moderada puesto que el foco de origen está entre 5 y 17 kilómetros de profundidad; pero también hemos leído que es una zona rica en fallas como las que se localizan entre el Tajo de San Pedro y la Fuente del Avellano, o la que separa el Cerro de San Miguel del Albaicín o el Llano de la Perdiz de la Alhambra.
Tanto los movimientos sísmicos como las fallas pueden tener efectos moderados pero eso no quita los riesgos de daños en las construcciones sobre estas colinas; teniendo en cuenta además que las fallas provocan muy buenas vías de circulación de las aguas subterráneas con su consiguiente erosión. Pero esta misma estructura geológica pudo permitir que las colinas granadinas fueran una y otra vez horadadas con cuevas y galerías subterráneas a las que los moros eran muy aficionados, como lo fueron antes los romanos.
La serie sísmica con una intensidad de hasta 7 grados producida entre los días 13 y 14 de noviembre de 1778 pudo ser la causante de la rotura del paño oriental del Tajo de San Pedro.
Leyendo al Padre Velázquez Echeverría en sus Paseos por Granada de 1764, en el paseo LV se lee esto: "especial manía tenían los moros con estos caminos subterráneos… no había casa fuerte en la ciudad que no tuviera comunicación con la Alhambra. Hoy permanecen varias de estas minas; algunas se habrán hundido y de muchas no tendremos noticias".
Refiere el citado Echeverría, cura párroco de la Alhambra y algo dado a la fantasía, que había una galería que unía Plaza Nueva con la Alhambra; dos desde la Casa de los Tiros al Cuerpo de Guardia y a la Plaza de las Armas en la Alcazaba; otra desde la Puerta de las Granadas, Casa de los Condes de Torralba, hasta la Torre de las Infantas; otra desde Torres Bermejas que pasaba debajo del bosque y llegaba al Palacio de Carlos V; otra que partía de la Casa de las Gallinas sobre el río Genil hasta la Torre del Baluarte.
El mismo Seco de Lucena cuenta aquel misterioso suceso ocurrido en esta galería entre los días 7 al 15 de noviembre de 1878, cuando el turista alemán F. Helzer se perdió en el laberinto subterráneo de la Alcazaba y hubiera muerto de no ser porque oyó los gritos el guarda de la Torre de la Vela y avisó al capataz de la Alhambra Antonio Torrente.
Y no son las únicas galerías bajo la Alhambra; hay otra que cruza los cármenes del Caidero y Bella Vista hasta el Palacio de Bibataubín; y otra desde el Cuarto Real de Santo Domingo hasta la Torre de Siete Suelos.
Yo no sé qué hay de cierto en todo esto, pero a lo mejor resulta que la colina de la Sabika tiene más agujeros que un queso Gruyère.
Tampoco faltan cuevas y catacumbas en el Sacromonte y yo mismo he recorrido una impresionante galería subterránea a la que también se refiere el padre Echeverría, que tiene 180 escalones y 1,75 m. de altura, ya que mi cabeza iba rozando exactamente la cubierta. Desciende 36 metros desde el Peinador de la Reina hasta la mitad del bosque sobre el Darro donde se encuentra la salida en forma de arco.
Visto lo visto y lo no visto, puede que el acceso a la Alhambra desde la ciudad no sea tan difícil; bastaría con abrir una nueva galería o reutilizar otras e instalar a buen precio media docena de cintas transportadoras como las de El Corte Inglés.
De todas formas conviene consultar con los expertos, porque lo demás pueden ser nuevosCuentos de la Alhambra y para eso ya están los de Washington Irving.
Sabemos además que Granada es zona de frecuente actividad sísmica, aunque moderada puesto que el foco de origen está entre 5 y 17 kilómetros de profundidad; pero también hemos leído que es una zona rica en fallas como las que se localizan entre el Tajo de San Pedro y la Fuente del Avellano, o la que separa el Cerro de San Miguel del Albaicín o el Llano de la Perdiz de la Alhambra.
Tanto los movimientos sísmicos como las fallas pueden tener efectos moderados pero eso no quita los riesgos de daños en las construcciones sobre estas colinas; teniendo en cuenta además que las fallas provocan muy buenas vías de circulación de las aguas subterráneas con su consiguiente erosión. Pero esta misma estructura geológica pudo permitir que las colinas granadinas fueran una y otra vez horadadas con cuevas y galerías subterráneas a las que los moros eran muy aficionados, como lo fueron antes los romanos.
La serie sísmica con una intensidad de hasta 7 grados producida entre los días 13 y 14 de noviembre de 1778 pudo ser la causante de la rotura del paño oriental del Tajo de San Pedro.
Leyendo al Padre Velázquez Echeverría en sus Paseos por Granada de 1764, en el paseo LV se lee esto: "especial manía tenían los moros con estos caminos subterráneos… no había casa fuerte en la ciudad que no tuviera comunicación con la Alhambra. Hoy permanecen varias de estas minas; algunas se habrán hundido y de muchas no tendremos noticias".
Refiere el citado Echeverría, cura párroco de la Alhambra y algo dado a la fantasía, que había una galería que unía Plaza Nueva con la Alhambra; dos desde la Casa de los Tiros al Cuerpo de Guardia y a la Plaza de las Armas en la Alcazaba; otra desde la Puerta de las Granadas, Casa de los Condes de Torralba, hasta la Torre de las Infantas; otra desde Torres Bermejas que pasaba debajo del bosque y llegaba al Palacio de Carlos V; otra que partía de la Casa de las Gallinas sobre el río Genil hasta la Torre del Baluarte.
El mismo Seco de Lucena cuenta aquel misterioso suceso ocurrido en esta galería entre los días 7 al 15 de noviembre de 1878, cuando el turista alemán F. Helzer se perdió en el laberinto subterráneo de la Alcazaba y hubiera muerto de no ser porque oyó los gritos el guarda de la Torre de la Vela y avisó al capataz de la Alhambra Antonio Torrente.
Y no son las únicas galerías bajo la Alhambra; hay otra que cruza los cármenes del Caidero y Bella Vista hasta el Palacio de Bibataubín; y otra desde el Cuarto Real de Santo Domingo hasta la Torre de Siete Suelos.
Yo no sé qué hay de cierto en todo esto, pero a lo mejor resulta que la colina de la Sabika tiene más agujeros que un queso Gruyère.
Tampoco faltan cuevas y catacumbas en el Sacromonte y yo mismo he recorrido una impresionante galería subterránea a la que también se refiere el padre Echeverría, que tiene 180 escalones y 1,75 m. de altura, ya que mi cabeza iba rozando exactamente la cubierta. Desciende 36 metros desde el Peinador de la Reina hasta la mitad del bosque sobre el Darro donde se encuentra la salida en forma de arco.
Visto lo visto y lo no visto, puede que el acceso a la Alhambra desde la ciudad no sea tan difícil; bastaría con abrir una nueva galería o reutilizar otras e instalar a buen precio media docena de cintas transportadoras como las de El Corte Inglés.
De todas formas conviene consultar con los expertos, porque lo demás pueden ser nuevosCuentos de la Alhambra y para eso ya están los de Washington Irving.
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