Es tiempo de sol y mar, de vacaciones y de estar más alerta que nunca ante los estragos que las radiaciones solares provocan en nuestra piel. Es responsabilidad de los padres, una más, la protección solar de los pequeños y su educación en la materia, pues aquello de que la piel tiene memoria es algo más que una frase hecha.
Los rayos solares tienen, sobre todo, radiación ultravioleta A y B. A corto plazo, el sol produce enrojecimiento y bronceado de la piel por el incremento de la síntesis de melanina. A largo plazo, está comprobado que la exposición solar acumulada aumenta el envejecimiento cutáneo y el riesgo de cáncer de piel, como explica la doctora Gema Márquez, especialista en Dermatología Pediátrica de la Clínica Corachán. “Las primeras dos décadas de vida, durante la infancia y hasta los 20 años, es el periodo en el que más influye tanto en el envejecimiento cutáneo como en el desarrollo de cáncer de piel en la edad adulta”, asegura la doctora.
La piel tiene memoria
Mil veces hemos escuchado esta expresión. La piel agradece con el tiempo nuestras buenas costumbres pero también sufre nuestra mala praxis como portadores y responsables que somos de la salud de nuestra piel.
La radiación solar causa daño en el ADN de las células; normalmente, este daño se puede ir reparando pero llega un momento en que dicha reparación se frena.
“El daño se acumula y es cuando, años más tarde, pueden aparecer los signos de envejecimiento como manchas en la piel, trastornos de la pigmentación, piel más fina o también pueden surgir lesiones precancerosas o cancerosas”, afirma la dermatóloga.
“Hasta ahora, no había mucha conciencia de la protección solar. Cada vez, la gente está más concienciada sobre los daños del sol a corto y largo plazo y por eso mejora la protección, pero todavía debemos mejorar”, afirma la dermatóloga.
El 80% de la radiación solar anual la recibimos fuera de los meses de verano
“Muchos piensan que solo se exponen al sol cuando van a la playa, pero, en un país como España, nos exponemos casi cada día, haciendo actividades deportivas, montañismo… y esto, la mayoría no lo cuentan como una exposición al sol”, asegura Márquez.
Un sol de niños
Los niños son más susceptibles que los adultos a las radiaciones ultravioletas, de ahí la importancia de tomar medidas de fotoprotección más intensas en la edad infantil y juvenil. Los bebés, cuando nacen, no tienen el sistema de defensa de la piel completamente desarrollado y por ello las medidas de precaución ante el sol deben ser extremas.
“Hasta el primer año de edad, los bebés no deben ser expuestos al sol de forma directa. A partir de entonces, es necesario protegerles tanto con medidas físicas, gorro, gafas y ropa, como con crema solar de filtro físico, estos fotoprotectores son menos irritantes y no son sensibilizantes”.
“A partir de los tres años, se recomienda una protección total infantil además de las medidas física y evitar siempre la exposición en las horas centrales del día, de 12 a 16 horas, y reaplicar bien la crema cada dos horas. Es necesario recordar que en los días nublados la radiación ultravioleta traspasa las nubes”, asegura la dermatóloga.
Es un tema de estar concienciados, de educación. “La protección solar de los niños es responsabilidad de los padres y son ellos quienes deben tener conciencia de los daños que le puede ocasionar a la larga una exposición solar intensa durante la etapa infantil” afirma la doctora.
Quemaduras
Si no se siguen seriamente las recomendaciones indicadas es sencillo que se produzcan quemaduras y, por tanto, deshidratación. Es fundamental recurrir a la toma de líquidos vía oral, un aporte tan importante para el organismo como la hidratación tópica.
“Se pueden aplicar corticoides tópicos a niños si es necesario, cremas antiinflamatorias, mucha hidratación y rehidratación con líquidos y, en el caso de que el niño sufra mareos, se recomienda acudir a urgencias”, afirma la dermatóloga.
Los rayos solares tienen, sobre todo, radiación ultravioleta A y B. A corto plazo, el sol produce enrojecimiento y bronceado de la piel por el incremento de la síntesis de melanina. A largo plazo, está comprobado que la exposición solar acumulada aumenta el envejecimiento cutáneo y el riesgo de cáncer de piel, como explica la doctora Gema Márquez, especialista en Dermatología Pediátrica de la Clínica Corachán. “Las primeras dos décadas de vida, durante la infancia y hasta los 20 años, es el periodo en el que más influye tanto en el envejecimiento cutáneo como en el desarrollo de cáncer de piel en la edad adulta”, asegura la doctora.
La piel tiene memoria
Mil veces hemos escuchado esta expresión. La piel agradece con el tiempo nuestras buenas costumbres pero también sufre nuestra mala praxis como portadores y responsables que somos de la salud de nuestra piel.
La radiación solar causa daño en el ADN de las células; normalmente, este daño se puede ir reparando pero llega un momento en que dicha reparación se frena.
“El daño se acumula y es cuando, años más tarde, pueden aparecer los signos de envejecimiento como manchas en la piel, trastornos de la pigmentación, piel más fina o también pueden surgir lesiones precancerosas o cancerosas”, afirma la dermatóloga.
“Hasta ahora, no había mucha conciencia de la protección solar. Cada vez, la gente está más concienciada sobre los daños del sol a corto y largo plazo y por eso mejora la protección, pero todavía debemos mejorar”, afirma la dermatóloga.
El 80% de la radiación solar anual la recibimos fuera de los meses de verano
“Muchos piensan que solo se exponen al sol cuando van a la playa, pero, en un país como España, nos exponemos casi cada día, haciendo actividades deportivas, montañismo… y esto, la mayoría no lo cuentan como una exposición al sol”, asegura Márquez.
Un sol de niños
Los niños son más susceptibles que los adultos a las radiaciones ultravioletas, de ahí la importancia de tomar medidas de fotoprotección más intensas en la edad infantil y juvenil. Los bebés, cuando nacen, no tienen el sistema de defensa de la piel completamente desarrollado y por ello las medidas de precaución ante el sol deben ser extremas.
“Hasta el primer año de edad, los bebés no deben ser expuestos al sol de forma directa. A partir de entonces, es necesario protegerles tanto con medidas físicas, gorro, gafas y ropa, como con crema solar de filtro físico, estos fotoprotectores son menos irritantes y no son sensibilizantes”.
“A partir de los tres años, se recomienda una protección total infantil además de las medidas física y evitar siempre la exposición en las horas centrales del día, de 12 a 16 horas, y reaplicar bien la crema cada dos horas. Es necesario recordar que en los días nublados la radiación ultravioleta traspasa las nubes”, asegura la dermatóloga.
Es un tema de estar concienciados, de educación. “La protección solar de los niños es responsabilidad de los padres y son ellos quienes deben tener conciencia de los daños que le puede ocasionar a la larga una exposición solar intensa durante la etapa infantil” afirma la doctora.
Quemaduras
Si no se siguen seriamente las recomendaciones indicadas es sencillo que se produzcan quemaduras y, por tanto, deshidratación. Es fundamental recurrir a la toma de líquidos vía oral, un aporte tan importante para el organismo como la hidratación tópica.
“Se pueden aplicar corticoides tópicos a niños si es necesario, cremas antiinflamatorias, mucha hidratación y rehidratación con líquidos y, en el caso de que el niño sufra mareos, se recomienda acudir a urgencias”, afirma la dermatóloga.
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