Dicen que es la enfermedad silenciosa del siglo XXI. Muchas veces no hay síntomas, ni dolores, ni razones... aunque sí consecuencias, y en ocasiones muy serias. La hipertensión se está convirtiendo casi casi en una epidemia, puesto que cada vez hay más gente que la padece. Las últimas cifras hablaban de que solo en España hay cerca de 14 millones de personas con la tensión por las nubes; dicho de otra manera, una de cada tres. Pero lo que ya resulta verdaderamente preocupante es que la hasta ahora considerada 'enfermedad de la madurez' aparece también con más frecuencia en niños y adolescentes.
El riesgo de tener presión arterial elevada en los menores ha aumentado un 27% en los últimos 13 años, al menos en Estados Unidos, según un nuevo estudio publicado en la revista 'Hypertension: Journal of the American Heart Association'. ¿Cuáles pueden ser las causas? Los investigadores culpan fundamentalmente al sobrepeso y la mala alimentación, puesto que las principales razones que reseñan son las masas corporales elevadas, las cinturas grandes y las comidas con mucha sal.
Para llegar a esta conclusión, los expertos compararon a más de 3.200 niños del análisis 'National Health and Nutrition Examination Survey III' (NHANES) en 1988-1994 con más de 8.300 en el NHANES de 1999-2008. Los diferenciaron por edad, sexo, raza/etnia, masa corporal, cintura e ingesta de sodio. Así, encontraron que los varones fueron más propensos a tener presión arterial elevada, pero la tasa de aumento más notable fue en las niñas del primer estudio en relación con el segundo. En el segundo estudio había más niños con sobrepeso y también con cinturas más grandes, especialmente las niñas. Y se comprobó que los niños cuya masa o mediciones de la cintura estaban en un 25% más alto que su grupo de edad eran dos veces más propensos a tener presión arterial elevada. Los afroamericanos tuvieron un 28% más riesgo que los blancos no hispanos, según los resultados de la investigación.
La conclusión fue que los niños con mayor consumo de sodio eran un 36% más propensos a tener hipertensión que aquellos con ingesta más baja. Hay que reseñar que más del 80 por ciento de los niños de ambos análisis tenían una ingesta diaria de sodio por encima de 2.300 miligramos, cuando la cantidad recomendada es 1.500; sin embargo, un menor número de niños en el segundo estudio tenían una ingesta superior a 3.450 miligramos, la cantidad media de sodio diaria consumida por los estadounidenses.
Los peligros
¿Cuándo hay que empezar a alarmarse? Cuando se detectan cifras por encima de 140 mmHg para la presión sistólica y de 90 mmHg para la diastólica de una forma continuada. Esto en los adultos, porque la presión en los niños tiene que ser considerablemente más baja y varía según la edad, la altura, el peso y el sexo. Por poner un ejemplo, un bebé puede tener una presión sanguínea bastante normal de 80/45 mm Hg.
La presión sanguínea alta se traduce en un aumento de los riesgos de cardiopatía coronaria (ataques al corazón) y de embolia cerebral (ictus). Cuando la presión es alta, las arterias pueden oponer una mayor resistencia al flujo sanguíneo y el corazón deberá hacer un esfuerzo mayor para lograr que la sangre circule. Este tipo de enfermedades no son habituales en niños y adolescentes, pero diversos estudios muestran que los menores con presión sanguínea alta exhibirán efectos negativos en su corazón y sus vasos sanguíneos cuando lleguen a los 20 años, aunque sólo padezcan una hipertensión leve. Para evitar que pase, habrá que cuidar muy mucho la alimentación de los más pequeños.
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