Procedente de Quito (Ecuador), Liz ha pasado por muchas visicitudes, incluida la muerte de su marido.
INMA SÁNCHEZ | LA ZUBIA
De derecha a izquierda, Liz, su hijo Pablo y sus sobrinos. :: INMA SÁNCHEZ
Liz es ecuatoriana y vive en Armilla con sus tres hijos. Tras fallecer su esposo fue Pablo, su primogénito, quien asumió el papel de padre de familia. Ahora estudia Finanzas y Contabilidad y a pesar de la delicada situación de España, no ve su futuro fuera de este país. Su madre trabaja haciendo las tareas domésticas y cuidando de los niños de una familia granadina. Aunque la muerte de su marido ha sido un trago difícil, admite ser feliz en la ciudad que los acogió hace ya catorce años
No lo dudaron. Granada era la elegida. A medio camino entre la sierra y el mar, la capital de la Alhambra se llevó la palma y recibió con los brazos abiertos las ganas de trabajar, la perseverancia y todas las ilusiones por salir adelante de Jorge Patricio, su esposa Elisabeth Romero (Liz) y sus tres niños.
Natural de Ambato, a dos horas de Quito (Ecuador), también una ciudad serrana, los sucesivos problemas laborales que había tenido en su tierra, provocaron que Jorge Patricio tomara la decisión de emigrar. Era 1991 y los últimos cuatro negocios no habían salido bien: el taller artesanal de piel, la cafetería, el pequeño local de piel en el centro comercial y la heladería, terminaron provocando más pérdidas que ganancias. Entonces viajó primero a Venezuela, pero tampoco hubo fortuna, así que animado por su cuñada partió rumbo a Alemania. Pero tampoco funcionó, y pensó en viajar a España. Aterrizó en Santiago de Compostela y se puso a trabajar cuidando a un señor mayor. Tres meses más tarde fue a recoger a Liz y a los tres niños: Eli tenía entonces siete años, Pablo cuatro y Dani solo ocho meses.
Pero la muerte de este hombre «al que había tomado un inmenso cariño», dio un nuevo giro a las perspectivas laborales de Patricio. No quería dedicarse a un trabajo que trastocara sus sentimientos, así que decidió cambiar. «Siempre fue un buen vendedor y una persona constante que no se dejaba vencer», asegura su esposa.
Liz admite que sabía poco de España y los españoles, pero tenía claro que el objetivo era estar todos juntos. Tras pasar siete años en Galicia, llegaron a Granada en junio de 1999 para que el padre de familia trabajara de comercial visitador veterinario.
Alquilaron un piso en Fontiveros, Patricio se centró en su trabajo y los niños comenzaron a estudiar en el colegio Juan XXIII. Trabajó y «creció porque se implicaba en cada cosa que hacía y siempre quería superarse», rememora Liz. Después, se hizo representante de la marca de golosinas Fiesta y montaron, en la Colonia de San Sebastián, una tienda de chucherías. Pero cuando se plantearon la posibilidad de dejar la tienda ante las pocas las ganancias Patricio enfermó. Cuando falleció, Pablo, el mayor de los varones, con poco más de veinte años, ocupó el lugar de padre de familia. Estudiaba y trabajaba en lo que encontraba. Ya habían dejado Granada y se habían mudado a Armilla. «No teníamos nada. Cuando compramos el sofá fue todo un logro y empezamos a hacer vida familiar».
Aseguran que actualmente viven tranquilos, solo tienen el dolor del prematuro fallecimiento del padre de familia, que murió con solo 51 años. «Somos unos campeones, yo solita no podía salir adelante», reconoce Liz. Su hija Eli estudia Educación Infantil y se está planteando retornar a su tierra, ya que unos familiares tienen guarderías y la animan a irse a trabajar allí. Pablo es hoy es un joven de 25 años estudiante de Finanzas y Contabilidad en la Facultad de Empresariales. No piensa en marcharse de España a pesar de la delicada situación económica y el futuro incierto en el que se encuentra la juventud. Su intención es hacer un máster en cuanto acabe la carrera. Tiene la posibilidad de hacerlo becado por el gobierno ecuatoriano «pero me exigen que trabaje allí un tiempo y no lo tengo claro». No sabe qué hará, pero siente que Granada es su sitio. «Me he criado aquí y no me iría», confiesa. Ha perdido la beca porque trabajaba y estudiaba y los resultados se han resentido. Así que se ha centrado en los estudios para acabar con nota su último curso. Responsable e implicado, colabora también con una ONG.
Tras la muerte de su esposo, Liz optó por cerrar la tienda de chuches y comenzó a trabajar en la casa de una familia granadina, cuidando de los niños y encargándose de las tareas domésticas. Cuenta que Ecuador, como parte de los países del entorno, vive ahora un 'boom' económico, se está creando empleo, por lo que muchos de sus paisanos han retornado. Pero Liz dice sentirse granadina. Se ha adaptado y no tiene ningún interés en separase de sus hijos. Aunque cocina comidas típicas de su tierra, conoce y elabora a la perfección la comida española. No ha vuelto a Ecuador desde que llegó a este país. Aunque ahora va a visitar a sus padres, que residen en Canadá. Le preocupa la crisis, sobre todo en lo que supone para el futuro de la juventud.
Pablo asegura que lo más que le gusta de España es la importante oferta deportiva, su facultad y el amplio abanico de oportunidades que siente que tiene por delante. Le tienta el ámbito financiero y todo lo relacionado con la bolsa. Reconoce no tener prisa por contraer matrimonio.
En Ecuador los jóvenes se casan y tienen niños pronto, pero él prefiere asegurar su vida profesional y seguir velando de su familia a la que adora y cuida con esmero.
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