La compañía granadina Mira de
Amescua celebra su vigésimo aniversario con la puesta en escena el
próximo 24 de abril de 'El gran teatro del mundo', de Calderón
G. Cappa
granada
La
compañía Mira de Amescua celebra 20 años sobre las tablas defendiendo un
repertorio religioso escrito hace 400 años, con lo que una de sus
primeras tareas fue derribar los prejuicios de la 'modernidad'. "Pero
estamos ante unas cuestión eminentemente cultural, tú puedes ser todo lo
laico que quieras, pero ¿qué sería de nuestra cultura sin la literatura
y el arte de los siglos XVI y XVII?", se pregunta Antonio Ubago,
gerente de una agrupación que el próximo 24 de abril representa en el
Isabel la Católica El gran teatro del mundo, de Calderón, con el
apoyo del Ayuntamiento de Granada. "Cada vez hay menos prejuicios para
la gente formada porque, al margen de las consideraciones religiosas y
particulares, la laicidad no está reñida con estas obras que son parte
de nuestro patrimonio cultural, yo he visto a laicos entrar al teatro y
darse mucha prisa para sentarse en su localidad", continúa el gerente
sobre la experiencia mística del teatro que va más allá de la presencia o
no de Dios.
La Compañía Mira de Amescua nació en 1994 para continuar con la labor de revitalización de Manuel de Falla o Federico García Lorca, quienes recuperaron este género en 1927 con una representación en la Plaza de los Aljibes de la Alhambra, la misma obra con la que Mira de Amescua celebra su aniversario.
De hecho, el auto sacramental se prohibió en tiempos de Carlos III "porque la Ilustración tenía el control ideológico y se pensaba que los teatros no eran el lugar apropiado para representar cuestiones sagradas y que los comediantes, que siempre han estado tirados por las carreteras, eran indignos para representar misterios sagrados", afirma Ubago.
Pero, ¿el público del siglo XXI entiende estas obras o ni los propios contemporáneos de Calderón comprendían la profundidad de estos textos? "Esa es la gran sorpresa", responde Ubago. "Puede pensarse que los autos, con ese refinamiento teológico y lingüístico, no estaban pensados para el pueblo llano; eran cuestiones de la sagrada teología, pero revestidas de una musicalidad que no son retruécanos mentales, los entiende el pueblo perfectamente", señala después de décadas defendiendo un género que acercaba la religiosidad de manera amena y artística, como el gospel en el siglo XXI. "La diferencia es que si a esta época se la llamaba como el Siglo de Oro es porque la poesía y el pensamiento llegaron a unas cotas tan altas que son difícilmente repetibles".
Respecto a por qué El gran teatro del mundo es el auto calderoniano más conocido y representado, el director de la compañía, Antonio Robles, defiende que una de las razones es que está "limpio" de disquisiciones teológicas y, por tanto, "es un auto sobre la condición humana tangible y cotidiana, comprensible para cualquier mentalidad". Y Calderón tiene el mérito de haber dado forma dramática "a esa verdad universal de nuestra existencia terrenal, como una comedia corta en la que lo importante no es qué papel representa cada uno sino cómo lo representa".
Y con la Semana Santa a la vuelta de cada esquina, Antonio Robles defiende los valores de El gran teatro del mundo, que reflexiona sobre la fugacidad de las cosas. "La vida es mera representación en la que hay que hacer un papel determinado que dura lo que esta dura. Aunque las criaturas no pueden elegir su papel, sí disponen de albedrío para hacerlo bien o mal, nada original pues la consideración de la vida como representación ya que es consustancial al saber primitivo del ser humano. Su exclusiva originalidad consiste en haber dado forma dramática y teatral a la idea", concluye el director de la compañía Mira de Amescua sobre una obra para todo tipo de públicos. Incluso el agnóstico.
La Compañía Mira de Amescua nació en 1994 para continuar con la labor de revitalización de Manuel de Falla o Federico García Lorca, quienes recuperaron este género en 1927 con una representación en la Plaza de los Aljibes de la Alhambra, la misma obra con la que Mira de Amescua celebra su aniversario.
De hecho, el auto sacramental se prohibió en tiempos de Carlos III "porque la Ilustración tenía el control ideológico y se pensaba que los teatros no eran el lugar apropiado para representar cuestiones sagradas y que los comediantes, que siempre han estado tirados por las carreteras, eran indignos para representar misterios sagrados", afirma Ubago.
Pero, ¿el público del siglo XXI entiende estas obras o ni los propios contemporáneos de Calderón comprendían la profundidad de estos textos? "Esa es la gran sorpresa", responde Ubago. "Puede pensarse que los autos, con ese refinamiento teológico y lingüístico, no estaban pensados para el pueblo llano; eran cuestiones de la sagrada teología, pero revestidas de una musicalidad que no son retruécanos mentales, los entiende el pueblo perfectamente", señala después de décadas defendiendo un género que acercaba la religiosidad de manera amena y artística, como el gospel en el siglo XXI. "La diferencia es que si a esta época se la llamaba como el Siglo de Oro es porque la poesía y el pensamiento llegaron a unas cotas tan altas que son difícilmente repetibles".
Respecto a por qué El gran teatro del mundo es el auto calderoniano más conocido y representado, el director de la compañía, Antonio Robles, defiende que una de las razones es que está "limpio" de disquisiciones teológicas y, por tanto, "es un auto sobre la condición humana tangible y cotidiana, comprensible para cualquier mentalidad". Y Calderón tiene el mérito de haber dado forma dramática "a esa verdad universal de nuestra existencia terrenal, como una comedia corta en la que lo importante no es qué papel representa cada uno sino cómo lo representa".
Y con la Semana Santa a la vuelta de cada esquina, Antonio Robles defiende los valores de El gran teatro del mundo, que reflexiona sobre la fugacidad de las cosas. "La vida es mera representación en la que hay que hacer un papel determinado que dura lo que esta dura. Aunque las criaturas no pueden elegir su papel, sí disponen de albedrío para hacerlo bien o mal, nada original pues la consideración de la vida como representación ya que es consustancial al saber primitivo del ser humano. Su exclusiva originalidad consiste en haber dado forma dramática y teatral a la idea", concluye el director de la compañía Mira de Amescua sobre una obra para todo tipo de públicos. Incluso el agnóstico.
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