Hasta final de mes, y a falta
de estímulos en la cartelera, el Atlántida Film Fest ofrece la
posibilidad de ver 'on line' algunos títulos del mejor cine de autor de
la temporada
Manuel J. Lombardo
Cuatro ediciones avalan al Atlántida Film Fest (www. filmin.es/atlantida-film-fest) como cita on line
ineludible para el cinéfilo español, poniendo de manifiesto, por si aún
quedaban dudas al respecto, que la red es hoy por hoy el refugio del
cine de autor más selecto en tiempos de crisis en el sector tradicional
de la distribución, que azota cada fin de semana con más fuerza a las
capitales de provincia.
Lamentos a un lado, la cuarta edición del Atlántida (hasta el 27 de abril), auspiciado por Filmin y con tres secciones (Atlas, Oficial y Reflejos), alterna este año un ramillete de 21 títulos, varios inéditos, que han pasado por los principales festivales, con 17 títulos hispanoamericanos premiados internacionalmente (entre ellos La paz, La tumba de Bruce Lee, De occulta philosophia, Noche, El tercero, Cartas desde Parliament street, Los inocentes o Casting, del sevillano Jorge Naranjo) y seis más centrados en el mundo del cine, documentales sobre Jess Franco (A ritmo de Jess), la restauración y la conservación de películas (Rescatando sombras) o los exhibidores independientes de París (Reel dreamers).
Es en la sección Atlas donde el espectador podrá encontrar los títulos más apetecibles y estimulantes. Es el caso del nuevo e indispensable trabajo del veterano documentalista norteamericano Frederick Wiseman, que en At Berkeley prosigue su retrato de las instituciones de su país con una mirada de largo alcance (4 horas) a la prestigiosa universidad californiana, justo en un periodo de recortes, reajustes y protestas estudiantiles. Paciente, observador y siempre a la distancia justa, Wiseman se adentra en las aulas, en los laboratorios o en los comités y juntas de centro para acompañar un trimestre de vida en el campus a través del cual puede tomarse el pulso no sólo a las dinámicas de una institución modélica y referencial del librepensamiento, sino a toda una época de crisis económica que se convierte también en una crisis de valores sobre la educación.
Errol Morris también lleva ya un tiempo enfrentándose a las vacas sagradas de la política norteamericana y a sus rincones más oscuros. En The unknown known sienta frente a su dispositivo interrogador al mismísimo Donald Rumsfeld, cuya trayectoria en la Casa Blanca, de Nixon a Bush Jr., traza el recorrido de una maquiavélica manera de entender el poder con un discurso construido desde la retórica y la ambigüedad. Menos incisivo que en otras ocasiones, Morris deja escapar vivo al responsable de la última guerra de Iraq y de las torturas de Abu Ghraib, aunque le gane al personaje alguna mueca siniestra de cinismo.
Si hay en Estados Unidos un referente intelectual antagonista de un tipo como Rumsfeld, ése es Noam Chomsky, pensador al que Michel Gondry ha entrevistado para realizar Is the man who is tall happy?, un extraño híbrido entre el documental y la animación plagado de preguntas esenciales sobre el hombre, el lenguaje, el conocimiento y la comunicación.
Un cuarto documental, La maison de la radio, de Nicolas Philibert, nos reconcilia con el género en su precisión observacional de uno de los pilares de la comunicación pública europea, Radio France, escrutada durante meses por el director de Ser y tener.
Más allá de estos cuatro interesantes documentales, Atlas se nutre de una decena larga de títulos de ficción entre los que encontramos algunos exponentes del nuevo cine francés como La bataille de Solferino, de Justine Triet, Les rencontres d'apres minuit, de Yann Gonzalez, el nuevo filme de Valèrie Donzelli, Main dans la main, o la reincidente revisión del giallo de Cattet y Forzani en L'etrange coleur de larmes de ton corps.
El cine europeo está bien representado con la británica The selfish kid, de Clio Barnard, en la tradición del realismo social, la austriaca Soldate Jeannette, de Daniel Hoesl, avalada por Ulrich Seidl, la checa Honeymoon, de Jan Hrebejk, ganadora en Karlovy Vary, la islandesa Of horses and men, de Benedikt Erlingsson, que se anuncia como cruce entre el western y Roy Andersson, la danesa The secret society of fine arts, de Anders R. Klarlund, y la italiana Ritual - A psychomagic story, que se deja influir por Jodorowski y sus prácticas esotéricas.
El siempre interesante japonés Sion Sono (Why don't you play in hell?) y el cineasta de Singapur Anthony Chen (Ilo Ilo) cubren la cuota asiática, mientras que el canadiense Xavier Dolan deja una nueva muestra de la promiscuidad de su mirada en Tom à la ferme.
Cuatro títulos norteamericanos de la órbita independiente completan la sección: Almost in love, de Sam Neave, The kings of summer, de Jordan Voigt-Roberts, la estupenda comedia sobre la amistad masculina Prince Avalanche, de David Gordon Green, y En algún lugar sin ley, de David Bowery, el filme de clausura en el que se deja sentir hasta qué punto la sombra de Terrence Malick se cierne sobre muchos jóvenes cineastas contemporáneos.
Lamentos a un lado, la cuarta edición del Atlántida (hasta el 27 de abril), auspiciado por Filmin y con tres secciones (Atlas, Oficial y Reflejos), alterna este año un ramillete de 21 títulos, varios inéditos, que han pasado por los principales festivales, con 17 títulos hispanoamericanos premiados internacionalmente (entre ellos La paz, La tumba de Bruce Lee, De occulta philosophia, Noche, El tercero, Cartas desde Parliament street, Los inocentes o Casting, del sevillano Jorge Naranjo) y seis más centrados en el mundo del cine, documentales sobre Jess Franco (A ritmo de Jess), la restauración y la conservación de películas (Rescatando sombras) o los exhibidores independientes de París (Reel dreamers).
Es en la sección Atlas donde el espectador podrá encontrar los títulos más apetecibles y estimulantes. Es el caso del nuevo e indispensable trabajo del veterano documentalista norteamericano Frederick Wiseman, que en At Berkeley prosigue su retrato de las instituciones de su país con una mirada de largo alcance (4 horas) a la prestigiosa universidad californiana, justo en un periodo de recortes, reajustes y protestas estudiantiles. Paciente, observador y siempre a la distancia justa, Wiseman se adentra en las aulas, en los laboratorios o en los comités y juntas de centro para acompañar un trimestre de vida en el campus a través del cual puede tomarse el pulso no sólo a las dinámicas de una institución modélica y referencial del librepensamiento, sino a toda una época de crisis económica que se convierte también en una crisis de valores sobre la educación.
Errol Morris también lleva ya un tiempo enfrentándose a las vacas sagradas de la política norteamericana y a sus rincones más oscuros. En The unknown known sienta frente a su dispositivo interrogador al mismísimo Donald Rumsfeld, cuya trayectoria en la Casa Blanca, de Nixon a Bush Jr., traza el recorrido de una maquiavélica manera de entender el poder con un discurso construido desde la retórica y la ambigüedad. Menos incisivo que en otras ocasiones, Morris deja escapar vivo al responsable de la última guerra de Iraq y de las torturas de Abu Ghraib, aunque le gane al personaje alguna mueca siniestra de cinismo.
Si hay en Estados Unidos un referente intelectual antagonista de un tipo como Rumsfeld, ése es Noam Chomsky, pensador al que Michel Gondry ha entrevistado para realizar Is the man who is tall happy?, un extraño híbrido entre el documental y la animación plagado de preguntas esenciales sobre el hombre, el lenguaje, el conocimiento y la comunicación.
Un cuarto documental, La maison de la radio, de Nicolas Philibert, nos reconcilia con el género en su precisión observacional de uno de los pilares de la comunicación pública europea, Radio France, escrutada durante meses por el director de Ser y tener.
Más allá de estos cuatro interesantes documentales, Atlas se nutre de una decena larga de títulos de ficción entre los que encontramos algunos exponentes del nuevo cine francés como La bataille de Solferino, de Justine Triet, Les rencontres d'apres minuit, de Yann Gonzalez, el nuevo filme de Valèrie Donzelli, Main dans la main, o la reincidente revisión del giallo de Cattet y Forzani en L'etrange coleur de larmes de ton corps.
El cine europeo está bien representado con la británica The selfish kid, de Clio Barnard, en la tradición del realismo social, la austriaca Soldate Jeannette, de Daniel Hoesl, avalada por Ulrich Seidl, la checa Honeymoon, de Jan Hrebejk, ganadora en Karlovy Vary, la islandesa Of horses and men, de Benedikt Erlingsson, que se anuncia como cruce entre el western y Roy Andersson, la danesa The secret society of fine arts, de Anders R. Klarlund, y la italiana Ritual - A psychomagic story, que se deja influir por Jodorowski y sus prácticas esotéricas.
El siempre interesante japonés Sion Sono (Why don't you play in hell?) y el cineasta de Singapur Anthony Chen (Ilo Ilo) cubren la cuota asiática, mientras que el canadiense Xavier Dolan deja una nueva muestra de la promiscuidad de su mirada en Tom à la ferme.
Cuatro títulos norteamericanos de la órbita independiente completan la sección: Almost in love, de Sam Neave, The kings of summer, de Jordan Voigt-Roberts, la estupenda comedia sobre la amistad masculina Prince Avalanche, de David Gordon Green, y En algún lugar sin ley, de David Bowery, el filme de clausura en el que se deja sentir hasta qué punto la sombra de Terrence Malick se cierne sobre muchos jóvenes cineastas contemporáneos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario