Su uso inadecuado puede causar efectos secundarios. / FOTOLIA.
Una de las familias de medicamentos más consumidas en el
mundo es la que los “fármacos inhibidores de la bomba de protones”
(IBP), que se comercializan con nombres como omeprazol, lansoprazol,
pantoprazol, rabeprazol y esomeprazol. En España, por ejemplo,
representaron casi el 5% del consumo global de medicinas del das a nivel
Sistema Nacional de Salud en 2010. Esto se debe a que se recetan como
gastroprotectores, para pacientes que utilizan antiinflamatorios no
esteroides (ibuprofreno, ácido acetilsalicílico, etc.), sobre todo
ancianos, personas con enfermedad crónica o que toman estos medicamentos
de forma prolongada.
“La aspirina o los antiinflamatorios no esteroideos pueden
producir pequeñas úlceras en el estómago y el duodeno, y para que
cicatricen más rápido recetamos estos fármacos que frenan la producción
de ácido clorhídrico”, explica el doctor Carlos Martín de Argila,
especialista del Aparato Digestivo y experto de la Sociedad Española de
Patología Digestiva (SEPD).
¿Quiénes deben tomarlos y quiénes no?
Sin embargo, no todas las personas que toman aspirina o
antiinflamatorios no esteroideos deben consumir fármacos IBP. “Las
personas que no toman aspirina y/o antiinflamatorios pero sí toman otro
tipo de medicamentos, aunque estén incluidas en estos grupos de riesgo,
no deben tomar fármacos IBP como gastroprotectores porque no van a ser
eficaces para controlar posibles molestias digestivas producidas por los
medicamentos. Esas molestias digestivas seguramente no son por un
exceso de ácido clorhídrico y por tanto no tiene sentido administrar un
IBP”, asegura el doctor Martín de Argila.
Solo debería recetarse a personas mayores de 65 años, con
antecedentes de enfermedad ulcerosa péptica, que toman antiinflamatorios
en altas dosis o combinación de varios, que toman anticoagulantes o
corticoides en dosis altas con patología previa grave como cirrosis
hepática o insuficiencia renal.
¿Por qué? Por sus efectos secundarios: cuando se consumen
de forma prolongada puede disminuir la absorción de calcio, magnesio y
vitamina B12, y pueden proliferar infecciones intestinales, osteoporosis
y neumonía (estos efectos aún deben ser confirmados con nuevos estudios
científicos, advierte la SEPD. “La persona que toma muchos medicamentos
y decide por iniciativa propia consumir un fármaco IBP como protector
gástrico sin formar parte de un grupo de riesgo, está asumiendo un
riesgo innecesario”, advierte el doctor Martín de Argila. “Sin embargo,
el paciente que tiene una clara indicación de medicarse con un IBP por
patología digestiva o porque está entre los grupos de riesgo de
gastroprotección y no lo toma por temor a los efectos secundarios,
también está cometiendo un error grave que va contra su salud”.
Siempre bajo indicación médica
En todo caso, “es el médico el que debe prescribir o dejar
de prescribir el medicamento, valorando los riesgos y los beneficios
para cada paciente”, prosigue el doctor Martín de Argila. “Son
medicamentos muy útiles para los especialistas del aparato digestivo,
porque su eficacia está bien contrastada en enfermedades muy
prevalentes, actuando sobre células del estómago, bloqueando o
disminuyendo la secreción de ácido clorhídrico necesario para deshacer
los alimentos en el proceso de la digestión”.
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