domingo, 19 de junio de 2016

El caso del poeta que no quería irse del Carmen de los Mártires granadahoy.com

ANDRÉS CÁRDENAS
El carmen fue declarado Jardín Artístico en 1943.

EL pasajero del autobús es la quintaesencia del individuo, que dice mi amigo Javier Pérez Andújar. Ninguna otra actividad durante el día acapara tanta verdad litúrgica. Somos pasajeros, estamos de paso. Tienen un aire de naúfragos la gente que espera mirando a la lejos a que llegue un autobús. En los gestos que se hacen para que no pase de largo. Javier dice que en los autobuses ha oído las conversaciones más surrealistas, como aquella en la que oyó a una mujer que a Franco lo que le faltó fue tener un hijo varón para heredar su dentadura. No se lo explicaba mi amigo hasta que al final comprendió que lo que la mujer quería decir era 'dictadura'. 

Viene esto a cuento porque Harry y yo hemos tomado la LAC en el Palacio de Congreso y nos dirigimos a la parada más cercana a Plaza Nueva. Vamos a subir por la cuesta Gomérez para ir al Carmen de los Mártires. Al lado nuestro hay dos mujeres de estructura boteriana que se abanican sin parar. La conversación que sostienen es de lo más granaína. 

-A mí por las mañanas no me entra naíca naíca en el cuerpo. 

-A mí es que me deja afollargá. Voy a feneser viva. 

Harry me mira con ojos inquietos. Cree estar oyendo una conversación erótica, incluso pornográfica. Yo me río y le explico que ambas mujeres están hablando del calor que hemos soportado estos últimos días. 

-Una mujer, Harry -le dije- se está quejando de que los calores le quitan las ganas de comer y la otra le dice que cuando suben tanto las temperaturas, se queda sin ganas de hacer nada, que está como atontada. Y que como este calor siga va a morir. 

-¡Ah! Yo necesitar muchos años en Granada para comprender lo que decir los granadinos. 

Le informo al irlandés de que hay un diccionario del habla granaína que escribió hace unos años mi amigo Alfredo Leyva, que es una compilación de voces, dichos populares y frases célebres del habla de Granada. Harry me dice que le gustaría mucho tenerlo. 

-Un día de estos te lo regalo -le prometo. 

-¡Oh! Yo dar gracias cuando tú dar libro -dice el desconfiando de Harry. 

Nos bajamos en la primera parada de la Gran Vía. Al salir del autobús recibimos una bofetá de calor. Harry me cuenta sus planes para los próximos días. Dice que quiere ir a Irlanda, a pasar allí el bloomday, esa costumbre irlandesa de reproducir lo que hizo el 16 de junio el protagonista deUlises, la novela de James Joyce. Por la subida de la cuesta Gomérez hablamos de fútbol. Harry está un poco cabreado con el papel de su selección en la Eurocopa, dice que Irlanda sabe hacer mejor fútbol que el que está haciendo, pero espera que se clasifique. 

En el carmen de los Mártires hay boda. Se ven a unos cuantos operarios descargar bebidas y enseres para el convite, que debe ser por la noche. El jaleo del descargue ha hecho que los pavos reales busquen cobijo lejos de la entrada. La mañana es luminosa. Los contrayentes van a tener suerte porque les va a hacer un día muy bueno. El problema será cuando lo recuerden dentro de treinta años. 

Las vistas de Granada desde la explanada son maravillosas. "Entre todas las ciudades que yo haya visto y que el sol ilumine, Granada ha de ser preferida, a juicio mío". Eso dijo hace más de quinientos años el político Pedro González de Mendoza y eso me dice Harry ahora, cinco siglos después. Mientras admiramos la ciudad lejana, le cuento lo que sé sobre el lugar en el que acabamos de entrar. Sé que primitivamente se llamó corral de los Cautivos en recuerdo de los cautivos cristianos que estuvieron en las mazmorras árabes, allá por el siglo XIII. Allí sufrieron martirio muchos de estos cristianos y cuando Isabel la Católica mandó edificar dos siglos más tarde una ermita, la llamó de los Mártires. Éste pasaría a convertirse posteriormente en iglesia y convento de carmelitas descalzos, con varias capillas y dotada de un claustro y numerosas dependencias. El convento fue destruido en 1842. La propiedad pasa por diferentes manos hasta que lo compra el general Carlos Calderón que fue el que edificó el actual palacete. Pero fue Huberto Meersman, que lo adquirió en 1891, el que le dio ese aire romántico que tiene. Se dice que allí había un bosque en el que los ciervos podían correr en libertad. En 1930 la propiedad es adquirida por el Duque del Infantado del que, cuentan las crónicas, "embelleció casa y jardines, dedicando a cascadas y lagos los vestigios de su pasión hidráulica". Declarado Jardín Artístico en 1943, su última propietaria, Sor Cristina de la Cruz de Arteaga, religiosa jerónima, donó el carmen al Ayuntamiento de Granada. Pero el lugar tiene más historia. Allí se quiso construir un hotel de lujo. Comenzaron las obras y se destruyeron parte de los jardines. Eso fue en los años setenta del siglo pasado. La presión social hizo que el proyecto inmobiliario, gracias a Dios, se fuera a pique. Ya en la democracia el Ayuntamiento invirtió un buen dinero en recuperarlo para la ciudad. Ahora, sus jardines se pueden visitar a partir de las diez de la mañana. 

A Harry le gustan los jardines. El carmen es un espacio con alma. Es un espacio austero, reducido a la esencia, pero de una abrupta belleza. Al palacete no podemos entrar porque está cerrado. Al pasar por una gran placa, mi acompañante se para a leerla: 'Hija del sol, Granada/fanal del paraíso'. 

-¿Qué significar fanal? También ser idioma granadino. 

-No, Harry. Fanal es una palabra poética que significa farol. 

Le explico que aquella placa es conmemorativa de cuando vino a Granada, a ser coronado poeta nacional, el vallisoletano José Zorrilla, autor de Don Juan Tenorio. Le cuento la anécdota que fue alojado en el carmen y que vino para unos días y se quedó casi un mes. No quería irse, en parte porque estaba muy a gusto y en parte porque estaba más tieso que la mojama y allí todo lo tenía gratis. Dijo que allí había encontrado el paraíso. Casi lo tuvieron que echar. 

A la izquierda del palacete se sube por unas escaleras a la parte superior del carmen, donde hay un jardín que Harry dice que tiene trazas francesas porque en algunos puntos imita al de Versalles. La primavera está en todas partes. Las palmeras, los setos de arrayán, las cañas de bambú y los árboles de pelucas ponen en el ambiente el verde luminoso que todo vistoso paisaje necesita. El paseo es agradable, muy agradable. Sorteamos parterres y enfilamos senderos. Hasta que llegamos a la llamada isla del lago, donde las ovas que acumular el agua estancada ponen el verde deslucido en el ambiente. 

-Estar descuidado el estanque. Aguas muy muertas -dice Harry. 

Le digo que en aquel lago, según me contaba mi amigo Tito Ortiz, en los años cincuenta del siglo pasado había hasta cisnes (hoy hay cuatro patos) y se podía pasar en él con una barca. La barca era muy solicitada por los novios porque al pasar por la pequeña gruta podían besarse furtivamente, sin el recato que provoca la vista de los demás. Un pequeño torreón en ruinas, muy conveniente para las fotografías, corona el lago. 

Desde allí llevo a Harry a conocer el cedro debajo del cual, según se dice, San Juan de la Cruz escribió La noche oscura del alma

-No ser cedro, ser ciprés -dice Harry, en ese intento de dejar constancia que él es un experto en árboles. 

-Bueno, lo que sea. 

Al salir, en el llamado jardín español, encontramos un grupo de pintores (pertenecen a la Asociación de Acuarelistas) buscando rincones que llevar al lienzo. 

-Si quieres encontrar el alma de Granada, tienes que venir a pintar aquí -nos dice uno. 


Y yo me lo creo.

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