jueves, 25 de agosto de 2016

Muerte al lobo o la razón de quien más grita publico


La Junta de Castilla y León acaba de autorizar la matanza de 429 lobos en el territorio regional situado al norte del Duero, entre 2016 y 2019. Además, continuarán los "controles excepcionales" al sur del gran río, que de tan regulares, con alrededor de 50 lobos abatidos al año, ya no tienen nada de excepción; y seguirán presionando a la Unión Europea, con el apoyo decidido del Gobierno estatal, para lograr que el lobo deje de ser especie estrictamente protegida por la Ley al sur del Duero. Estas acciones se suman a las autorizaciones y controles de lobo, incluso durante la época de cría, dados por el Gobierno asturiano, y de cuya cuantía y resultados no se ofrece apenas información pública; las batidas autorizadas por el Gobierno de Cantabria; los "controles poblacionales" ordenados por la Xunta de Galicia; y la persecución de la única manada de Euskadi impulsada por el Gobierno vasco. 


A todo ello hay que añadir que, según estimas de reconocidos expertos en la especie, por cada lobo abatido con autorización se matan ilegalmente otros seis ejemplares. Así pues, las verdaderas dimensiones del acoso al lobo en España son realmente abrumadoras.


¿La razón oficial de esta persecución? Los daños al ganado. Sin embargo, según muestran los estudios al respecto, no llegan a afectar ni al 1% de la cabaña ganadera. Además, se ha demostrado científicamente que las batidas de lobos en realidad fomentan los ataques al ganado, ya que al eliminar ejemplares de la manada la desestructuran socialmente y merman su capacidad y estrategia de caza, de modo que tienen más difícil la captura de presas silvestres y no les queda más remedio que buscar presas fáciles como el ganado. Los resultados muestran una relación directamente proporcional: el aumento de las batidas va seguido de un incremento de los ataques al ganado.


También se ha puesto de manifiesto, como sucede desde tiempos inmemoriales en las zonas donde el lobo siempre ha estado presente, que una serie de medidas de gestión tradicional del ganado, como el pastoreo con la protección de mastines, con presencia del pastor y estabulando a las reses por la noche (que hoy día se pueden complementar con tecnología como los pastores eléctricos) los riesgos de ataques se minimizan o incluso se eliminan. Además, se han establecido desde las Administraciones compensaciones económicas para cubrir los daños que puedan ocasionar los lobos. Otra cosa es que con la picaresca muchos de los daños ocasionados por perros, que son mucho más frecuentes que los causados por lobos, así como otras muertes accidentales o por enfermedad se estén atribuyendo a sabiendas al lobo con intención de cobrar cuantiosas subvenciones, como se ha comprobado en casos de fraude en que hay implicados tanto ganaderos como personal de la propia administración.


Toda esta información obra en manos de las Administraciones, así como también la relativa al papel fundamental del lobo en el equilibro de los ecosistemas como predador apical o superpredador, que influye decisivamente y es necesario para la regulación de aspectos clave como la densidad, movilidad, distribución, estado sanitario y adaptación de numerosas especies aparte de las propias especies-presa, e incluso influye en la estructura de la vegetación y del paisaje, contribuyendo a la creación y mantenimiento de hábitats. Unas funciones de tal calibre que con la eliminación del lobo se produce una auténtica cascada de graves alteraciones encadenadas en los ecosistemas. Por lo que, como en el caso de otros predadores apicales, se hace del todo necesaria su protección estricta en todo el territorio para una adecuada gestión del medio natural.   


A pesar de ello, el estado actual de la gestión del lobo en España pone en evidencia que continúa la connivencia de gobernantes y administraciones con los intereses de quienes persiguen la eliminación del lobo. Y que las razones que argumentan nada tienen que ver con supuestos males irreparables provocados por el cánido. Son meras excusas. Al interés de cazadores por contar con el lobo entre sus trofeos y que no les "quite" alguna pieza (y el del guarda o celador que se lleva sus buenas propinas por acompañar y guiar al cazador), se suma el interés del ganadero que no quiere perder la comodidad de no hacer el trabajo que corresponde al buen pastor para guardar adecuadamente al ganado. Junto con la mencionada picaresca del ganadero con la colaboración de algunos funcionarios que para cobrar la indemnización carga al lobo todas las pérdidas que puede de reses muertas por otras causas o por perros asilvestrados. Más una prensa desinformada y desinformante, cuando no directamente manipuladora en torno a los ataques al ganado. Todo eso, junto con el miedo irracional al lobo, es manejado hábilmente por las estructuras caciquiles locales y comarcales para reforzar con una cuestión más su caudillismo, abanderando "la defensa" de la comarca o del sector también con la lucha contra ese demonio que es el lobo. Y claro, esas estructuras caciquiles, tan propias de las regiones en que todavía quedan lobos, son las que, a cambio de contrapartidas inconfesables para sus cabecillas, aúpan y sostienen mediante la captación u "orientación" del voto local a alcaldes, diputados y gobiernos regionales. Así que los gobernantes, que ya de por sí se desenvuelven en una corrupción sistémica en tantos otros aspectos, no tienen el menor sonrojo en eludir o retorcer la legalidad cuanto sea necesario para tener contentos a los caciques y caciquillos que les sustentan. Y además les viene de perlas mantener entretenido al sector ganadero con el chivo expiatorio del lobo en lugar de hacer algo por cambiar los verdaderos problemas de orden político y económico que están hundiendo realmente al mundo agroganadero. Tampoco les faltará, por otra parte, quienes les hagan los informes a la carta que les justifiquen los controles de lobo. De hecho, los censos utilizados para justificar cupos de lobos abatidos se han puesto repetidamente en entredicho por parte de investigadores especialistas en el gran cánido.


La convivencia con el lobo es perfectamente posible, pero mientras existan resquicios que den tanto juego como la caza legal de la especie o mediante excepcionalidad,  todo ese cúmulo de intereses económicos, de estructuras arcaicas de poder y electorales mantendrán vivo el conflicto. Les conviene y saben manejarlo. Y además lo avivan las patadas al avispero que llegan de vez en cuando desde un ecologismo urbano bienintencionado pero que entra no pocas veces como elefante por cacharrería.

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