Las misiones Apollo aportaron interesantes detalles sobre las condiciones en superficies distintas a las de nuestro planeta
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PABLO RODRÍGUEZ
El astronauta Buzz Aldrin coloca un sismógrafo en la Luna. :: NASA
La secuencia de movimientos de los últimos meses en el Levante de Andalucía han atraído el interés hacia los seísmos en los investigadores. Nada es tan relacionado con el propio planeta como lo son los terremotos, cuyo origen mayoritario se encuentra en el tectonismo de la Tierra. Sin embargo, una de las revelaciones más interesantes de las misiones al espacio es precisamente la existencia de movimientos sísmicos en satélites y planetas ajenos a la Tierra.
Las primeras pruebas empíricas de seísmos fueron captadas durante las misiones Apollo. Los propios astronautas involucrados en las aventuras espaciales experimentaron los movimientos en la superficie de la Luna. Los instrumentos que portaban captaron estos sismos y aportaron un rayo de luz a los investigadores, que propusieron la utilización de una serie de aparatos para medir y enviar información directa a la Tierra. De esta manera, varios sismógrafos fueron plantados por las misiones Apollo 12, 14, 15 y 16 entre 1969 y 1972.
Durante este tiempo, los científicos recopilaron datos sobre los movimientos que afectaban a la Luna. En algunos casos, las muestras revelaron seísmos con una duración superior a los diez minutos. En cuanto a la intensidad, el sismo más intenso llegó a puntuar sobre cinco en la escala de Richter, un nivel similar al logrado por el terremoto de Albolote de 1956.
La información obtenida fue muy útil para los investigadores, que durante estos años han teorizado sobre el origen y los tipos de seísmos del satélite. La expansión provocada de los materiales que componen la superficie lunar por la acción del sol, los impactos de meteoritos o la misma presión que motiva las mareas son los principales causantes de seísmos en la Luna. Esto es una importante diferencia de los 'Moonquakes' -nombre que tienen los terremotos que suceden en la luna- respecto a sus 'hermanos' terrestres, cuyo origen mayoritario se encuentra en la tectónica de placas.
Pese al éxito científico, la NASA decidió apagar los sismógrafos lunares en 1976. Esto provocó que no se pudiera teorizar de forma total los seísmos lunares, algo a lo que también favoreció la escasa dispersión de los aparatos sobre la superficie del satélite, colocados todos en un área relativamente pequeña. Desde entonces, los investigadores han pedido que más sismógrafos sean colocados sobre la Luna para recavar nuevos datos con la intención de obtener lugares seguros en los que construír una base permanente para futuras misiones.
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