La Fundación Lara publica la nueva 'Geografía fantástica del alfabeto español' de la RAE en el marco de los actos del tricentenario de la Academia
Francisco Camero
No solemos pararnos a pensar en ello, porque la costumbre y lo extraordinario no parecen en principio los mejores socios, y sin embargo, "visto desde cierta perspectiva", el acto de escribir, esa prodigiosa invención humana que sostenida en el aire puede llegar a contener mundos enteros, "parecería más propio de lo mágico". Con estas palabras abre el escritor y académico José María Merino (sillón m minúscula) su nota de introducción a la última publicación de la Real Academia Española (RAE), Al pie de la letra. Geografía fantástica del alfabeto español, presentada en Madrid en la sede de la institución.
El volumen, editado en colaboración con la Fundación José Manuel Lara y con ilustraciones de Óscar Astromujoff, contiene 67 textos de académicos vivos o ya fallecidos, pues el libro, coordinado en esta tercera edición por Merino, añade nuevas aportaciones, más de una docena, a las que recogieron las anteriores de 2001 y 2007, las cuales, a diferencia de ésta, fueron no venales, tuvieron una circulación casi exclusivamente interna y no llegaron a las librerías. Sí lo hará ahora, en el marco de las actividades de su tricentenario, algo que celebró el secretario de la RAE, Darío Villanueva, tras recordar que esta conmemoración es especial porque ni el primer centenario de la Academia por excelencia, a causa de la invasión napoleónica, ni el segundo, por la inminencia de la Primera Guerra Mundial, pudieron celebrarse.
En su texto, Villanueva (sillón D mayúscula) aceptó el "juego", según explicó en conversación telefónica, y como homenaje a su antecesor en la plaza y en el cargo de secretario, Alonso Zamora Vicente, que para la primera edición escribió un texto titulado También hay letras fantasmales, decidió entregar un lipograma, una forma de composición griega que consiste en omitir alguna o varias letras del alfabeto. "Y ese fue mi homenaje a la D, convertirla en la gran ausente", explicó el filólogo, que "sin triunfalismos" se declara satisfecho con el desarrollo del programa conmemorativo de la RAE, que "ha pervivido 300 años porque cumple una función social, y de lo contrario tal cosa habría sido imposible".
En este aspecto incidió José María Merino, inquieto, no obstante, porque percibe que "no existe una conciencia social ni política del español en nuestro propio país", de la "importancia capital de un patrimonio que es de todos", como consecuencia de la "absurda rivalidad con nuestras otras lenguas autóctonas". Este tipo de interpretaciones "perversas" de lo que es una lengua, "algo para unir, no para separar", es hoy, para el novelista, el principal "peligro" que debe combatir la Academia en España, no así en América, en su opinión.
Para tal tarea la RAE cuenta al menos con buena parte de lo mejor que ha dado la filología o la literatura española de las últimas décadas: Mario Vargas Llosa (sillón L mayúscula), Luis Goytisolo (C mayúscula), Víctor García de la Concha (c minúscula), Emilio Lledó (l minúscula), Pere Gimferrer (O mayúscula), Francisco Rico (p minúscula), Juan Gil (e minúscula), Ana María Matute (K mayúscula), Antonio Muñoz Molina (u minúscula)... Todos ellos, y muchos más, escriben sobre cuanto les sugieren las letras que azarosamente les fueron asignadas, para alabar -y recordar, si fuera preciso- en esta Geografía fantástica del alfabeto español, un volumen en el que conviven el ensayo y la disquisición erudita, la semblanza autobiográfica y la libre asociación de conceptos, el relato de creación y hasta una colección de poemas, la "incalculable potencia germinal" de los 27 signos del español.
El volumen, editado en colaboración con la Fundación José Manuel Lara y con ilustraciones de Óscar Astromujoff, contiene 67 textos de académicos vivos o ya fallecidos, pues el libro, coordinado en esta tercera edición por Merino, añade nuevas aportaciones, más de una docena, a las que recogieron las anteriores de 2001 y 2007, las cuales, a diferencia de ésta, fueron no venales, tuvieron una circulación casi exclusivamente interna y no llegaron a las librerías. Sí lo hará ahora, en el marco de las actividades de su tricentenario, algo que celebró el secretario de la RAE, Darío Villanueva, tras recordar que esta conmemoración es especial porque ni el primer centenario de la Academia por excelencia, a causa de la invasión napoleónica, ni el segundo, por la inminencia de la Primera Guerra Mundial, pudieron celebrarse.
En su texto, Villanueva (sillón D mayúscula) aceptó el "juego", según explicó en conversación telefónica, y como homenaje a su antecesor en la plaza y en el cargo de secretario, Alonso Zamora Vicente, que para la primera edición escribió un texto titulado También hay letras fantasmales, decidió entregar un lipograma, una forma de composición griega que consiste en omitir alguna o varias letras del alfabeto. "Y ese fue mi homenaje a la D, convertirla en la gran ausente", explicó el filólogo, que "sin triunfalismos" se declara satisfecho con el desarrollo del programa conmemorativo de la RAE, que "ha pervivido 300 años porque cumple una función social, y de lo contrario tal cosa habría sido imposible".
En este aspecto incidió José María Merino, inquieto, no obstante, porque percibe que "no existe una conciencia social ni política del español en nuestro propio país", de la "importancia capital de un patrimonio que es de todos", como consecuencia de la "absurda rivalidad con nuestras otras lenguas autóctonas". Este tipo de interpretaciones "perversas" de lo que es una lengua, "algo para unir, no para separar", es hoy, para el novelista, el principal "peligro" que debe combatir la Academia en España, no así en América, en su opinión.
Para tal tarea la RAE cuenta al menos con buena parte de lo mejor que ha dado la filología o la literatura española de las últimas décadas: Mario Vargas Llosa (sillón L mayúscula), Luis Goytisolo (C mayúscula), Víctor García de la Concha (c minúscula), Emilio Lledó (l minúscula), Pere Gimferrer (O mayúscula), Francisco Rico (p minúscula), Juan Gil (e minúscula), Ana María Matute (K mayúscula), Antonio Muñoz Molina (u minúscula)... Todos ellos, y muchos más, escriben sobre cuanto les sugieren las letras que azarosamente les fueron asignadas, para alabar -y recordar, si fuera preciso- en esta Geografía fantástica del alfabeto español, un volumen en el que conviven el ensayo y la disquisición erudita, la semblanza autobiográfica y la libre asociación de conceptos, el relato de creación y hasta una colección de poemas, la "incalculable potencia germinal" de los 27 signos del español.
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