Conocido como Babó en sus años de clandestinidad, es un apasionado del arte y ejerce el mecenazgo. En su profesión siempre ha estado en la vanguardia. Trabaja en un nuevo método para la realización de colonoscopias.
Pedro Ingelmo
-¿Por qué se hizo cirujano?
-Me gustan los desafíos. Y la cirugía es desafío. Se la juega el paciente y yo me juego las coronarias. Solemos salir bien parados los dos.
-Está a la vanguardia en la cirugía no invasiva, la laparoscopia.
-A finales de los 80 cogí una revista de cirugía francesa y vi un artículo sobre la laparoscopia. Fue una revelación. Lo vi claro, es el futuro, le dije a mi mujer. Nos tenemos que ir a París.
-Fue el primero en hacer una operación de este tipo en España.
-También fui el primero en Polonia. Salí en el telediario polaco por detrás del Papa Wojtyla.
-¿Quién era el paciente?
-Un ruso con una vesícula hecha un desastre. Quizá me lo dieron para vengarse de los rusos. Ya sabe los polacos con los rusos... Luego me contaron que en el aula magna de la Universidad de Cracovia, desde donde se seguía la operación, apostaban con dinero para ver si el ruso salía o no salía. Salió.
-¿Qué avances veremos a corto plazo?
-No se para de avanzar. Los israelíes han creado un tubo endotraquial con una cámara en la punta. Es un gran paso. Pero la gran revolución en oncología será la medicina personalizada. Quirúrgicamente se trata así al paciente, pero la quimioterapia se aplica de manera indiscriminada. El tratamiento se adaptará en diez años a estudios moleculares del tumor y a la información genética del paciente. Encuadramos tumores en categorías, pero no son iguales.
-¿Y dejaremos de ver algún día el cáncer como una sentencia?
-Quizá, en no demasiado tiempo, podamos convertir el cáncer en una dolencia crónica.
-En algo contribuirá su Centro de Cirugía de Mínima Invasión, que está en Cáceres.
-Es único en el mundo en la cirugía experimental y la docencia, pero no es obra mía, aunque la Fundación Pascual está ahí para desarrollar investigaciones. Se pudo hacer por la genialidad de Jesús Usón con su forma de trabajar y atraer a las empresas y por la tenacidad de un político como Rodríguez Ibarra, que quiso poner a Extremadura en el siglo XXI a través de la investigación.
-Cáceres le ha hecho hijo adoptivo. Le quieren.
-Trabajar allí es como hacerlo en un monasterio grande con unos monjes, que son todos los cacereños, muy agradables.
-Es usted un hombre de ciencia, pero con un pasado político en el PCE.
-Es una época de mi vida, pero cuando hubo que elegir lo tuve muy claro: yo quería ser cirujano.
-¿De dónde le venía?
-Leía a Marx a los 14 años...
-Hum, lecturas durillas.
-Estaba influido por un hermano de mi madre, el padre de Aitana Sánchez-Gijón. Su célula cayó en Valencia el mismo año en que mataron a Julián Grimau. Luego huyó a Italia y allí se hizo muy amigo de Alberti. Me llevaba a librerías prohibidas y me prestaba libros de Lenin, que a mí me encantaba por la mala leche que tenía.
-¿Cómo era la vida de la clandestinidad?
-Era un poco inconsciente. En la operación Lucero, cuando la muerte de Franco, me cogieron y me interrogaron dos policías a los que ya conocía. Les hice ver que el juego del poli bueno y poli malo lo estaban haciendo al revés de la última vez que me habían interrogado. Eso molestó a uno, que me puso la pistola en la cabeza y me dijo: "A que te pego un tiro". "Haz lo que tengas que hacer", le contesté muy tranquilo. Me gané una torta.
-En esa época conoció a su amigo Alfonso Perales.
-Me encargaba de agitación y propaganda en la universidad y tenía muchos contactos con los de otras formaciones. Íbamos siempre juntos Alfonso, del PSOE, Juan José Gelos, que era de la CNT, y yo, que era del PCE. Tengo un buen puñado de anécdotas de aquella época. Gracias a que detuvieran a Alfonso con la multicopista y todos los avíos en Gibraltar, yo pude abortar una propuesta suicida de la Joven Guardia Roja que quería que los delegados de curso se encerraran en la universidad. Era como servirles la cabeza en bandeja a la político-social. Salimos a la calle para protestar por la detención de Alfonso en vez de encerrarnos.
-¿Qué nos ha dado la izquierda?
-Lo principal es concienciar de valores republicanos. Pero hay un principio republicano del que nunca se habla que es el reconocimiento del mérito. En eso no hemos avanzado mucho.
-¿Qué le queda de aquella ideología?
-Desde que dejé el PCE cuando arrinconaron el marxismo he evolucionado mucho. Yo me consideraba un traidor y, de repente, salió Gorbachov con su brutal denuncia del capitalismo de Estado y me tranquilizó. Si lo piensa el secretario general del PCUS... El Estado no es buen empresario. La función del Estado es fiscalizar que se atiendan las necesidades de la población con la mejor calidad y el mínimo precio... Esto se hace con empresas eficaces.
-¿No cree en la sanidad pública?
-Creo en que todo el mundo sea atendido en un sistema sanitario de calidad. Porque qué es la sanidad pública. ¿Que el Estado es el dueño de los muros del hospital? En la construcción de un hospital público se mueven intereses privados, desde el propietario del suelo al arquitecto pasando por los proveedores y siguiendo por los mismos funcionarios, que quieren ganar más y trabajar menos en defensa, por tanto, de sus intereses. La política trata del bienestar de los ciudadanos. Y es en eso en lo que creo.
-Me gustan los desafíos. Y la cirugía es desafío. Se la juega el paciente y yo me juego las coronarias. Solemos salir bien parados los dos.
-Está a la vanguardia en la cirugía no invasiva, la laparoscopia.
-A finales de los 80 cogí una revista de cirugía francesa y vi un artículo sobre la laparoscopia. Fue una revelación. Lo vi claro, es el futuro, le dije a mi mujer. Nos tenemos que ir a París.
-Fue el primero en hacer una operación de este tipo en España.
-También fui el primero en Polonia. Salí en el telediario polaco por detrás del Papa Wojtyla.
-¿Quién era el paciente?
-Un ruso con una vesícula hecha un desastre. Quizá me lo dieron para vengarse de los rusos. Ya sabe los polacos con los rusos... Luego me contaron que en el aula magna de la Universidad de Cracovia, desde donde se seguía la operación, apostaban con dinero para ver si el ruso salía o no salía. Salió.
-¿Qué avances veremos a corto plazo?
-No se para de avanzar. Los israelíes han creado un tubo endotraquial con una cámara en la punta. Es un gran paso. Pero la gran revolución en oncología será la medicina personalizada. Quirúrgicamente se trata así al paciente, pero la quimioterapia se aplica de manera indiscriminada. El tratamiento se adaptará en diez años a estudios moleculares del tumor y a la información genética del paciente. Encuadramos tumores en categorías, pero no son iguales.
-¿Y dejaremos de ver algún día el cáncer como una sentencia?
-Quizá, en no demasiado tiempo, podamos convertir el cáncer en una dolencia crónica.
-En algo contribuirá su Centro de Cirugía de Mínima Invasión, que está en Cáceres.
-Es único en el mundo en la cirugía experimental y la docencia, pero no es obra mía, aunque la Fundación Pascual está ahí para desarrollar investigaciones. Se pudo hacer por la genialidad de Jesús Usón con su forma de trabajar y atraer a las empresas y por la tenacidad de un político como Rodríguez Ibarra, que quiso poner a Extremadura en el siglo XXI a través de la investigación.
-Cáceres le ha hecho hijo adoptivo. Le quieren.
-Trabajar allí es como hacerlo en un monasterio grande con unos monjes, que son todos los cacereños, muy agradables.
-Es usted un hombre de ciencia, pero con un pasado político en el PCE.
-Es una época de mi vida, pero cuando hubo que elegir lo tuve muy claro: yo quería ser cirujano.
-¿De dónde le venía?
-Leía a Marx a los 14 años...
-Hum, lecturas durillas.
-Estaba influido por un hermano de mi madre, el padre de Aitana Sánchez-Gijón. Su célula cayó en Valencia el mismo año en que mataron a Julián Grimau. Luego huyó a Italia y allí se hizo muy amigo de Alberti. Me llevaba a librerías prohibidas y me prestaba libros de Lenin, que a mí me encantaba por la mala leche que tenía.
-¿Cómo era la vida de la clandestinidad?
-Era un poco inconsciente. En la operación Lucero, cuando la muerte de Franco, me cogieron y me interrogaron dos policías a los que ya conocía. Les hice ver que el juego del poli bueno y poli malo lo estaban haciendo al revés de la última vez que me habían interrogado. Eso molestó a uno, que me puso la pistola en la cabeza y me dijo: "A que te pego un tiro". "Haz lo que tengas que hacer", le contesté muy tranquilo. Me gané una torta.
-En esa época conoció a su amigo Alfonso Perales.
-Me encargaba de agitación y propaganda en la universidad y tenía muchos contactos con los de otras formaciones. Íbamos siempre juntos Alfonso, del PSOE, Juan José Gelos, que era de la CNT, y yo, que era del PCE. Tengo un buen puñado de anécdotas de aquella época. Gracias a que detuvieran a Alfonso con la multicopista y todos los avíos en Gibraltar, yo pude abortar una propuesta suicida de la Joven Guardia Roja que quería que los delegados de curso se encerraran en la universidad. Era como servirles la cabeza en bandeja a la político-social. Salimos a la calle para protestar por la detención de Alfonso en vez de encerrarnos.
-¿Qué nos ha dado la izquierda?
-Lo principal es concienciar de valores republicanos. Pero hay un principio republicano del que nunca se habla que es el reconocimiento del mérito. En eso no hemos avanzado mucho.
-¿Qué le queda de aquella ideología?
-Desde que dejé el PCE cuando arrinconaron el marxismo he evolucionado mucho. Yo me consideraba un traidor y, de repente, salió Gorbachov con su brutal denuncia del capitalismo de Estado y me tranquilizó. Si lo piensa el secretario general del PCUS... El Estado no es buen empresario. La función del Estado es fiscalizar que se atiendan las necesidades de la población con la mejor calidad y el mínimo precio... Esto se hace con empresas eficaces.
-¿No cree en la sanidad pública?
-Creo en que todo el mundo sea atendido en un sistema sanitario de calidad. Porque qué es la sanidad pública. ¿Que el Estado es el dueño de los muros del hospital? En la construcción de un hospital público se mueven intereses privados, desde el propietario del suelo al arquitecto pasando por los proveedores y siguiendo por los mismos funcionarios, que quieren ganar más y trabajar menos en defensa, por tanto, de sus intereses. La política trata del bienestar de los ciudadanos. Y es en eso en lo que creo.
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