jueves, 11 de diciembre de 2014

El cerebro pone la mesa saberuniversidad

Los circuitos cerebrales de recompensa y prefrontal determinan el comportamiento de los individuos ante la comida · Un grupo del Departamento de Personalidad investiga si la actividad de ambos es igual en personas obesas que en las que no tienen sobrepeso.
ENCARNA MALDONADO

Raquel Vilar, a la derecha, con el grupo de alumnos predoctorales que colabora en el proyecto.
No comemos con los ojos. En realidad comemos con la cabeza. Dos circuitos cerebrales tienen la clave de la dieta: el de recompensa, que nos hace concebir como un premio saborear la comida que nos gusta, y el prefrontal, que controla nuestros impulsos en la toma de decisiones en la mesa haciéndonos tener en cuenta no solo lo buenos que están determinados alimentos, sino también cuánto engordan o qué efectos tienen sobre la salud. 

Un equipo científico del Departamento de Personalidad de la Universidad de Granada estudia ahora si la actividad cerebral de las personas obesas es igual a la de quienes tienen un peso normal. Raquel Vilar, investigadora del equipo, recuerda que la literatura científica sugiere que los obesos obtienen una híper recompensa con la comida. Estudios recientes han matizado que esta regla se cumple al principio, porque "a medida que se evoluciona hacia la obesidad la comida proporciona menos recompensa. Es decir, para conseguir un premio similar hay que comer más", dando lugar a una reacción comparable a la derivada de la adicción a las drogas. En cualquier caso, los expertos en neurociencia entienden que el sistema prefrontal y su capacidad para controlar los impulsos no trabaja con la misma eficacia que en los individuos sin sobrepeso. 

A lo largo del año pasado el equipo científico de Granada realizó experimentos que vinculan la neurociencia, la dieta y la economía con adultos obesos para comprender cómo es ese proceso de toma de decisiones, la actitud de este colectivo ante las dietas y el impacto económico. Los datos extraídos están ahora en fase de análisis, si bien ya se han podido establecer algunas conclusiones que contradicen en cierta medida los postulados clásicos y abren nuevas vías de investigación. En contra de lo que se esperaba, el perfil de las deciciones adoptadas por el grupo sometido a estudio en Granada fue más conservador que arriesgado. "Posiblemente sea porque se trataba de personas muy conscientes de sus problemas y con una gran formación sobre lo que deben o no hacer", apunta Raquel Vilar, de ahí que los investigadores sopesen ahora la necesidad de crear subgrupos para explorar si el comportamiento es diferente en función del grado de formación.

No obstante, el proyecto denominado Neuroecobe, continúa ahora con adolescentes obesos. Este colectivo tiene un interés específico porque coincide con la etapa en la que se desarrolla el sistema prefrontal. "El de recompensa está ya maduro, pero el del control aún no", explica. El equipo trata ahora de localizar a 42 jóvenes de entre 14 y 17 años de edad con un índice de masa corporal superior a 24 puntos para analizar sus procesos de razonamiento, toma de decisiones y bases cerebrales relacionadas con la dieta y compararlas con las de adolescentes sin problemas de sobrepeso.

Los participantes en el proyecto serán sometidos a una resonancia magnética para observar cómo funciona su cerebro y, por otra parte, deberán realizar tareas una serie de tareas que permitan explorar cómo toman decisiones.
El proyecto cuenta tanto con la participación de economistas que evalúan el impacto de las decisiones, como de nutricionistas que elaboran dietas personalizadas para cada sujeto, teniendo en cuenta sus hábitos y gustos, con el fin de comprobar el seguimiento de las dietas. También han contado con la colaboración de empresas privadas que han desarrollado alimentos funcionales que comprenden desde frutas deshidratadas hasta hamburguesas de atún o salchichas de soja, en todos los casos desprovistos de conservantes y sustancias no beneficiosas para la salud. Esta gama de productos se han ofrecido a los participantes en los estudios con la finalidad de comprobar si los mecanismos cerebrales de aceptación o no son los mismos entre la población obesa y la no obesa y el éxito que tienen frente a alimentos más apetitosos o neutros. Además, los participantes en los experimentos han "visitado" supermercados virtuales en los que los investigadores podrán testar los diferentes grupos del estudio deciden comprar distintos tipos de alimentos.

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