Una de cada seis personas en edad adulta sufre terrores nocturnos
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NOELIA S. LORCA |
En mitad de la noche se despierta sobresaltado. No es la primera vez que le ocurre. Su cuerpo está totalmente paralizado, no puede moverse. Es inexplicable, pero los músculos no responden a la señal de su cerebro. Lo único que puede mover son los globos oculares. De repente, y en medio de esa penumbra casi absoluta nota la presencia de alguien a los pies de la cama. Alguien al que nunca antes había visto. Una figura que comienza a acercarse. La angustia recorre todo su cuerpo, quiere huir y no puede, quiere gritar y nadie lo escucha. Es como si estuviera atado de pies y manos y con una mordaza en la boca. No hay nada que pueda hacer, las lágrimas se deslizan por sus mejillas cuando una voz entrecortada comienza a susurrarle palabras que no llega a entender…
No es el comienzo de ninguna historia de terror, es la historia de terror que viven cientos de personas cada noche. Son los denominados terrores nocturnos. Unos miedos que no solo se dan en los niños y que según los cálculos de los expertos, sufren “una de cada seis personas”. Espíritus, visiones o entes que han copado y copan el protagonismo de libros, tratados y estudios científicos. Pero, ¿son reales?, ¿debemos tenerles miedo? Tal y como explica el escritor Javier Sierra, investigador en la materia, estos temores se producen siempre cuando el individuo está a punto de dormirse o a punto de despertarse, es decir, “entre la vigilia y el sueño o el sueño y la vigilia. No se trata únicamente de un flash, puesto que su período de duración es más largo que el de una simple alucinación nocturna”.
Cuando se crece y se deja de lado el miedo a encontrar ese monstruo que ‘habita’ bajo la cama, surgen auténticas fobias que se relacionan con los pensamientos negativos y depresivos, con problemas que arrastramos desde la infancia, e incluso con sucesos que vivimos de pequeños y que no conseguimos cerrar. En todas esas situaciones, en las que parece tambalearse la seguridad de la persona y cuando la oscuridad da pie a una tristeza insana por no hallar una solución a las preocupaciones, se recomienda el tratamiento psicológico a través de terapias en grupo o individuales que ayuden a encontrar el motivo a ese profundo temor. En este sentido, son muchos los que apelan a que “la oscuridad no existe, y que lo que llamamos oscuridad es simplemente la luz que no vemos”.
Los terrores nocturnos se han repetido a lo largo de la historia. Algunos personajes conocidos sometidos a dichos miedos fueron Bruce Lee, quien decía batallar “con una entidad nocturna” que acabó siendo su obsesión y la posible causa de su muerte; Arthur Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes; y el mismísimo George Washington, entre otros.
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