Granada se suma a la costumbre del 'café pendiente', en la que clientes pagan la bebida a desempleados
PABLO RODRÍGUEZ r | GRANADA
Bernardina y Lourdes Contreras, dueñas de Casa Felipe, han puesto en marcha la iniciativa 'café pendiente' en Peligros. :: P. R.
Europa se construyó con cafés. Así lo explicó sorprendentemente el escritor George Steiner hace décadas, cuando las grandes crisis económicas no eran más que un mal sueño del pasado. Hoy, con las cifras del paro en constante ascenso y con la propia identidad continental en riesgo, la ciudadanía recupera desde las cafeterías los viejos valores en una suerte de reconquista moderna.
El caballo de batalla tiene nombre y apellidos: 'café pendiente'. Se trata de la última moda que parte de los ciudadanos y busca ayudar a aquellos menos favorecidos. La explicación es bien sencilla. Una persona llega a una cafetería y pide dos cafés, uno para tomar y el otro pendiente. El camarero sirve el primero y apunta el segundo en una pizarra. Mientras esta persona apura su café leyendo el periódico, otro ciudadano puede entrar y pedir de nuevo dos cafés. «Y uno pendiente, por favor», dirá. La operación es la misma. Se sirven y se anota el sobrante en la pizarra. Luego, ambos se levantan, pagan la cuenta y abandonan el local. Poco después llega otra persona, se acerca al camarero y pregunta: «¿Hay algún 'café pendiente'?» La respuesta será una taza humeante y olorosa para desempleados y sin techo, completamente gratis, aunque pagada previamente por aquellos que participen de esta humanitaria costumbre que nació en Italia hace años y que ahora llega a la provincia.
Dos establecimientos han sido los primeros en apostar por esta modalidad y han colgado anuncios en sus paredes: Casa Felipe, en Peligros, y el Café Bar Ibiza de Ogíjares.
Las hermanas Bernardina y Lourdes Contreras sonríen tras la barra de Casa Felipe, una cafetería del polígono Juncaril. Desde hace varias semanas ofrecen a sus clientes la posibilidad de dejar 'cafés pendientes' para los más necesitados. «Mi hija Cristina lo vio en Internet hace un mes y nos lo contó. Nos pareció una idea muy bonita y que no nos costaba nada poner en marcha», explica Bernardina. Por el momento, solo un cliente ha participado en esta experiencia, aunque están seguras de que a largo plazo puede funcionar. «En el polígono hay gente trabajadora, que saben cómo están las cosas y que comprenden lo importante que es esto», dice una de ellas mientras anota el nombre de la iniciativa en uno de las pequeñas pizarras que cuelgan de la pared.
Ellas mismas conocen de cerca la mala situación económica. «Antes la cafetería la llevaban nuestros hijos y éramos seis trabajando aquí, pero ahora solo quedamos nosotras dos», cuenta Lourdes. La crisis ha apagado algunos comercios del polígono y las cafeterías de la zona se han visto afectadas.
A pesar de todo, se muestran esperanzadas. Sus deseos son que la campaña prospere y puedan ayudar a cuanta más gente mejor. «Las ganas no nos faltan y desde luego lo vamos a seguir intentando», dice Bernardina.
Como ellas, el Café Bar Ibiza también se ha apuntado a la moda del 'café pendiente'. Agustín Martín, dueño del establecimiento, recuerda que se enteró de la iniciativa hace solo unos días. «Me operaron y tuve que estar de baja un tiempo, así que me dediqué con mi hija a ver cosas que podíamos hacer cuando regresara. Ella fue la que me contó que existía esta posibilidad y a mí me pareció bien. Es una cosa solidaria, que a mí no me cuesta demasiado, y que puede ayudar a la gente», señala. Todavía convaleciente, ya ha dado los primeros pasos y ha anunciado a través de las redes sociales las bondades de esta costumbre. Para Agustín, es muy importante el componente social que posee la iniciativa. «Hay que ser solidarios con los demás, si de verdad hay alguien necesitado y otro que se ofrezca a pagarle un café, me parece genial. Incluso no me importa poner algún café por mi cuenta si así podemos echar una mano», reconoce.
Agustín piensa combatir contra las dudas que existen en Internet en torno al sistema. «Ante todo se trata de una cuestión de fe, de confianza. El control debe ser hecho por los mismos que vengan. Independientemente del café, también pueden dejar un bocadillo. Lo que quiero es que la gente ratifique que el control es llevado por ellos mismos», explica.
Por ahora, los establecimientos han abierto sus puertas a la iniciativa y esperan que la sociedad acoja esta bella costumbre. «Es un cuestión de solidaridad, de ayudar a los demás, que las cosas están muy mal y tenemos que apoyarnos», confirma Agustín. Como él, Bernardina, y Lourdes prometen llenar de esperanza decenas de taza cada día.
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