El dueño del local donde tendrá su sede la asociación de ayuda a los 'sin techo' ha sufrido escraches y lanzamientos de artefactos incendiarios en su domicilio particular
ÁNGELES PEÑALVER | GRANADA
eunión ayer de la plataforma anti Calor y Café y de la asociación vecinal de La Cruz. :: GONZÁLEZ MOLERO
La sección de la oenegé Calor y Café dedicada a dar cobijo durante unas horas al día a los indigentes sin techo vive un 'éxodo' continuo desde su apertura hace casi una década en Granada. En varios barrios – junto a la Jefatura de Policía Nacional, en la Avenida Cervantes o cerca de Hipercor–, el Ayuntamiento les había cedido distintas parcelas para que los benefactores levantasen un local, pero la presión vecinal impidió la llegada de esa entidad, actualmente ubicada en la calle Colegios, cerca de San Juan de Dios.
La intención de la oenegé desde hace un año es trasladarse al barrio de La Cruz (frente a Traumatología), donde han alquilado a un particular un local de 400 metros "con una gran entrada para evitar que los usuarios estén en la calle". Bajo ese techo, unos 120 mendigos disfrutan un rato cada jornada de un teléfono, una dirección postal, un saco de dormir que llevarse a la intemperie, un café caliente con algo de bollería, una ducha... Ya han empezado las obras de acondicionamiento y el traslado se prevé en pocos meses. "Además, la oenegé están dando los sábados 120 comidas a familias pobres. Con la crisis han empezado a asistir a una población diferente, alejada de la conflictividad social y enmarcada solamente en una situación de carencia de recursos", explicó ayer a IDEAL Miguel García Casanova, miembro de la coordinadora granadina de la Asociación Pro Derechos Humanos.
Un ataque de madrugada
Independientemente de todos estos argumentos, los "vecinos han radicalizados sus posturas de protesta", señalaron ayer fuentes de la Policía Nacional. Los mismos agentes señalaron que la futura sede de la oenegé y sus propietarios han padecido sabotajes, como el vertido de pegamento en cerraduras. Así, en el barrio han pasado de manifestarse en contra de la instalación de la entidad a someter a "acoso y derribo" al dueño del local que se ha prestado a alquilar su propiedad a Calor y Café.
Lo narra una vecina francesa, madre de una niña y exempleada de una oenegé: "Es sorprendente esa actitud, yo me niego a participar de esos actos exaltados de repulsa. Además no los comparto".
En la plaza Polo y Caña, cada tarde, se reúnen decenas de moradores del distrito para discutir qué hacer ante la inminente llegada de los 'vagabundos'. Según García Casanova, en la madrugada del 29 al 30 de abril se desplazaron varios activistas vecinales y lanzaron cuatro artefactos incendiarios contra la vivienda particular de la familia arrendadora. "Otras noches los habían insultado, amenazado y coaccionado delante de las puertas de su casa. Eso es intolerable", espeta el miembro de la Asociación Pro Derechos Humanos, que hace las veces de portavoz de Calor y Café, cuyos fundadores rehúsan a hablar con los medios.
Esas personas solidarias hacen un trabajo de mediación entre los sin techo y la administración. Junto a todo eso, tienen dos pisos de acogida en la capital, uno para siete hombres y otro para varias mujeres con bebés. Los proyectos de ayuda al desarrollo en países de África, como Kenia, completan su panoplia de actividades.
"Todo esto es una agresión a esa persona y a los 'sin techo', que están en una situación de inferioridad en todos los niveles y no se les permite ni siquiera tener un mínimo de dignidad. Gozan de sus derechos –no son cosas inertes– y la sociedad tiene el deber de facilitarles la vida, aún en su situación de exclusión", afirma García Casanova, quien recalca que el local en obras tiene todos los permisos en regla.
Intentos de acuerdo
Ha habido incluso infructuosos intentos de acuerdo en reuniones tripartitas con representantes de Calor y Café, la Policía y la asociación de vecinos. Y tienen una nueva cita el próximo lunes. Pero los residentes no ceden y argumentan que están muy asustados. "Con ellos ha habido peleas, navajazos, tirones, el ambiente es rarísimo y la mayoría son drogatas. Tenemos miedo", declara la presidenta de la asociación de vecinos del barrio de La Cruz, Manuela Hernández.
No obstante, ella misma disuade a los 'exaltados' para que no vayan a las puertas del propietario, ya que su meta es llevar a cabo negociaciones pacíficas y cívicas. "Ante eso, los vecinos reaccionan desaforados contra la propia presidenta", describe Miguel García Casanova, quien presenció un encuentro en la plaza pública.
"Yo siempre digo 'no' a la violencia y la asociación no tiene nada que ver con esos ataques. Nosotros actuamos dentro de la ley y no nos responsabilizamos del vandalismo", apostilla Manuela Hernández, quien asegura que los residentes "envalentonados" en las reuniones "son incapaces" de llevar a cabo sus amenazas.
"Es una calle muy estrecha, donde se formarán colas de 'sin techo'. ¿Cómo pasan los niños con las bicicletas por ahí? Y por el tamaño del local suponemos que llegarán varios cientos de ellos. Unos metros más abajo está Hogar 20 y Alcohólicos Anónimos, todas organizaciones muy dignas y que hacen una buena labor social. ¿Pero por qué tienen que tener todas las sedes en el mismo sitio? Ya tuvimos un intento de rapto de un menor en la plaza Polo y Caña el pasado verano", argumenta Manuela.
Según Hernández, el propio dueño del local alquilado a Calor y Café fue engañado. "Le dijeron que iban a instalar un almacén y ahora se ha encontrado con esto", remata.
Tal es la crispación en este distrito que se ha constituido una plataforma –independiente de la asociación de vecinos– en contra de la llegada de la oenegé, que mantiene convenios con Instituciones Penitenciarias y el Ayuntamiento, entre otras organizaciones, y que está soportada por una persona contratada y cinco decenas de voluntarios.
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