lunes, 3 de abril de 2017

Si queremos vivir seguros, hay que empezar a llamar terroristas a los supremacistas blancos elhuffingtonpost


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James Harris Jackson fue imputado hace unos días por terrorismo en Nueva York.

Esta semana ha ocurrido algo único: un supremacista blanco ha sido acusado de terrorismo. Por desgracia, a actos como este rara vez se les llama por el nombre que les corresponde. Pero si queremos que Estados Unidos mantenga su seguridad, hay que empezar a hacerlo.
La etiqueta del terrorismo suele reservarse únicamente a los considerados como musulmanes, mientras que otros presuntos criminales autores de delitos igualmente odiosos tienden a ser etiquetados como "enfermos mentales". Por suerte, Nueva York ha presentado cargos claros contra James Harris Jackson, un veterano del Ejército de 28 años, blanco, que presuntamente viajó de Baltimore a Nueva York con un solo objetivo: matar a hombres negros.
¿Por qué odia Jackson a los negros? En una entrevista tras su detención, Jackson afirmó que le molestaban las relaciones interraciales, porque veía que los hombres negros estaban "llevando a las chicas blancas por el mal camino". Jackson, quien —según las autoridades— es miembro de un grupo supremacista blanco, añade que "están borrando la raza blanca".
La etiqueta del terrorismo suele reservarse únicamente a los musulmanes, mientras que otros autores de delitos igualmente odiosos son etiquetados como "enfermos mentales".
Al llegar a Nueva York, Jackson escogió de forma aleatoria a un afroamericano de 66 años, Timothy Caughman, y empezó a apuñalarlo hasta la muerte. Lo peor es que, según la policía, Jackson veía el asesinato de Caughman como "una práctica antes de dirigirse a Times Square para matar a más negros".
La decisión de los funcionarios electos de Nueva York de acusar a Jackson de terrorismo tiene que ser alabada. Pero he de admitir que nunca pensé que ocurriría. Al fin y al cabo, Dylann Roof asesinó brutalmente a nueve afroamericanos en 2015 en una iglesia de Carolina del Sur y no fue acusado de terrorismo.
El fiscal general del Distrito del Condado de Nueva York Cyrus R. Vance Jr. dio un paso que otros fiscales deberían seguir. Cuando el gran jurado imputó a Jackson con cargos de terrorismo, Vance explicó claramente en un comunicado el lunes que Jackson había estado "merodeando por las calles de Nueva York durante tres días en busca de una persona negra para asesinarla con el fin de lanzar una campaña terrorista".
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Dylann Roof asesinó a varias personas en una iglesia histórica negra de Carolina del Sur, pero no fue acusado de terrorismo.

Por qué es importante que alguien como Jackson sea acusado de terrorismo? Muy sencillo: nos hace más seguros. Pone en evidencia que el terrorismo no sólo viene con un color de piel, una etnia o una religión. Que un estadounidense blanco también puede entrar en el pack.
Ese es el motivo por el que acusar a personas como Roof de un delito de odio no es suficiente. El concepto de 'delito de odio' no transmite la gravedad del crimen ni da a entender que el terrorismo lo puede cometer una persona con un nombre que no suene a extranjero o que no tenga la piel oscura. "Si ves algo, di algo" debe aplicarse a cualquier comportamiento sospechoso, no sólo a los musulmanes. En el terrorismo no hay una excepción para las personas blancas.
Además, si los medios y la ley clasifican a todos los terroristas como terroristas, se abre la posibilidad de que los que sean testigos de una radicalización antes de se produzca un ataque real hablen y digan algo para que no ocurra otro tiroteo como el de ​​​​Chapel Hill, en el que atacaron a musulmanes inocentes, o como el de la iglesia Charleston, en el que quitaron la vida a afroamericanos también inocentes. No obstante, con una noción tan sesgada del terrorismo, puede que la gente no entienda la gravedad de la situación hasta que sea demasiado tarde.
Acusar de terrorismo a supremacistas blancos da a entender que los terroristas no sólo tienen nombres extranjeros y la piel oscura.
Pensad en el caso de Dylann Roof. Antes del ataque, Roof contó a su amigo que su objetivo era "iniciar una guerra racial". Aun así, la respuesta de su amigo fue: "Lo decía sólo de broma... Nunca me lo tomé en serio". Cabe destacar también que Roof aparecía en fotos de Facebook con símbolos de supremacía blanca. Pese a ello, nadie se alarmó lo suficiente como para llamar a las autoridades.
Tampoco ayuda el hecho de que el presidente Donald Trump sólo se centre en lo que él llama la amenaza del "terrorismo islámico radical", pero en cambio no diga nada cuando un canadiense blanco conservador entra a una mezquita de Quebec y asesina a seis musulmanes. Al reducir la definición de terrorismo a esta retórica, Trump amplía el discurso de que la amenaza terrorista procede sólo de los musulmanes y aísla a otras víctimas de terrorismo.
Como señala la organización Southern Poverty Law Center —que combate el odio y la intolerancia—, ha habido un pico reciente en el número de grupos de odio, especialmente los antimusulmanes y los neoconfederados (en contra de la abolición de la esclavitud, entre otras cosas). Según la CNN, ha habido 35 incidentes en los que se han atacado mezquitas con fuego, con actos de vandalismo y con amenazas entre el 1 de enero y finales de marzo de este año. Sólo hace unos días un hombre fue detenido por estar vinculado con un incidente en una mezquita de Coloradoen el que se lanzaron piedras y una Biblia a través de las ventanas del centro islámico. Estos ejemplos, entre los que se incluyen tramas violentas dirigidas por extremistas de ultraderecharara vez generan titulares e incluso más rara vez se escucha el término terrorismo para describirlos.
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Amigos y familiares rezan en un acto para conmemorar a los tres musulmanes que fueron asesinados en Chapel Hill, Carolina del Norte.
Glendon Scott Crawford es sólo uno de tantos ejemplos. Sentenciado en diciembre a 30 años de cárcel por intentar crear un arma de destrucción masiva para matar a estadounidenses musulmanes, no fue acusado de terrorismo ni le vimos en los medios, algo que seguramente no habría ocurrido si fuera musulmán. Y, aunque un fiscal general se refirió a Crawford como terrorista después de su condena, no fue acusado de terrorismo y, por tanto, la mayoría de los medios evitó usar el término.
Aunque haya gente que piense que resulta complicado (y a veces subjetivodecidir si un incidente es terrorismo o no, no debería serlo. El estatuto federal que trata el "terrorismo doméstico" es lo bastante amplio como para cubrir las tramas de supremacistas blancos. Esta ley federal, que ha sido adoptada de forma casi literal en varios Estados, como Nueva York, define el terrorismo doméstico como "actividades":
(A) que impliquen actos peligrosos para la vida humana que sean una violación del derecho penal de los Estados Unidos o de cualquier Estado;
(B) que parezcan intencionadas—
(i) para intimidar o coaccionar a la población civil;
(ii) para influir en la política de un gobierno por intimidación o coacción; o
(iii) para influir en la conducta de un gobierno por destrucción masiva, asesinato o secuestro; y
(C) que ocurran principalmente dentro de la jurisdicción territorial de los Estados Unidos.
Las acciones de los terroristas de extrema derecha que son "peligrosas para la vida humana" claramente están planeadas para "intimidar" a civiles. El caso de Jackson en Nueva York, al que el jurado aplicó este estatuto, es sólo un ejemplo.
Al reducir la definición de terrorismo a esta retórica, Trump amplía el discurso de que la amenaza terrorista procede sólo de los musulmanes.
Los ataques premeditados con los que se pretenda asustar a una comunidad —ya sea basándose en la raza, la religión o la etnicidad— deben considerarse como terrorismo. Y la ley y los medios deben usar este término.
Muchos de los delitos de odio que hemos visto en Estados Unidos no son sólo profanaciones de edificios o lugares de culto. Más bien, el objetivo es intimidar a una población civil en concreto. Eso es terrorismo. Y punto.
Ya hace un tiempo que dejamos a un lado los sesgos, la corrección política o cualquier cosa que nos impida reconocer esta realidad y llamar a los ataques de extrema derecha por su nombre: terrorismo. Hasta que no nos tomemos estas amenazas en serio y dediquemos nuestros recursos para combatirlas al igual que hacemos con el "terrorismo islámico radical", nadie podrá estar a salvo.

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