viernes, 2 de marzo de 2012

Los océanos se acidifican a velocidades sin precedentes en los últimos 300 millones de años abc


CSIC/ÁNGEL SANS
Coral Dendropillia cornigera

El incremento de CO2 disuelto en el agua, producto de la actividad humana, puede acarrear la extinción de especies marinas en las próximas décadas si no se gestiona de un modo adecuado

Las actividades humanas que conllevan emisiones de CO2 (p. ej., quema de combustibles fósiles), además de provocar el calentamiento global, alteran la química de las aguas de los mares y océanos, conduciéndolas hacia una progresiva acidificación.

La acidificación perjudica a muchas formas de vida marina e interfiere, sin ir más lejos, en el desarrollo de especies que construyen caparazones o esqueletos de carbonato cálcico, como los corales o los moluscos. Puede afectar, también, a variedades del fitoplancton, que constituye un eslabón esencial de las redes tróficas marinas, de las que dependen los peces, crustáceos y otros grupos taxonómicos.

Aunque a lo largo de los últimos 300 millones de la historia de la Tierra la química oceánica ha sufrido profundos cambios, ninguno de ellos parece haber sido a la vez tan rápido, de tanta magnitud y tan global como el que está ocurriendo en la actualidad, aseguran desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) y la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

«Las aguas de altas latitudes, como el océano Ártico o el Austral, que son muy frías y, por tanto, muy ácidas y ricas en CO2, alcanzarán en una o dos décadas unas condiciones químicas que impedirán que los organismos con caparazón sobrevivan. La zona más afectada es la costa oeste del Pacífico, donde los criadores de ostras ya están viendo que la fertilidad y el crecimiento de los moluscos es cada vez peor», señala en declaraciones a Efe, el investigador del Instituto de Ciencias del Mar Carles Pelejero.

El estudio ha sido publicado en el último número de la revista Science.

Grandes extinciones
El análisis ha detectado hitos concretos de la historia de la Tierra asociados con una profunda acidificación, como el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno, hace 56 millones de años.

«Debido a emisiones volcánicas y a la desestabilización de hidratos de metano congelado en los fondos marinos, se liberaron a la atmósfera grandes cantidades de carbono, de una magnitud parecida a la que los seres humanos podrían llegar a emitir en el futuro. Durante dicho momento tuvieron lugar grandes extinciones, sobretodo de faunas bentónicas (moluscos, equinodermos y anélidos). No obstante, la inyección de CO2 fue, como mínimo, 10 veces más lenta que la actual, lo que augura consecuencias más catastróficas al cambio antropogénico actual», detalla Carles Pelejero, investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC y de ICREA.

El registro geológico proporciona detalles sobre los cambios biológicos asociados a otras grandes perturbaciones globales, como la gran extinción acaecida tras el impacto del asteroide que marcó el final del Cretácico, hace 65 millones de años, evento en el que se cree que también se acidificaron los océanos.

Otras extinciones, como la del final del Triásico, hace 200 millones de años, y la del final del Pérmico, hace 252 millones de años, también pudieron implicar un importante proceso de acidificación.

Las anteriores extinciones también fueron asociadas a disminuciones en el contenido de oxígeno de los océanos y a grandes calentamientos. Tres de las presiones medioambientales que están influyendo de manera más global a los océanos actuales: el calentamiento, la acidificación y la desoxigenación.

Registros geoquímicos
Gran parte de la investigación sobre acidificación oceánica se basa en experimentación en acuarios que simulan escenarios futuros de acidificación y evalúan la respuesta de los organismos. Para este estudio, por el contrario, se ha analizado el registro geológico mediante análisis paleontológicos y geoquímicos. Asimismo, se han buscado eventos pasados de acidificación marina para detectar posibles efectos en la biota marina. Más del 30% de las emisiones de CO2 producto de las actividades humanas pasa directamente a los océanos, que se vuelven progresivamente más ácidos.

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