martes, 13 de junio de 2017

Muerte de un escritor granadahoy.com

CÉSAR REQUESÉNS

No hay derecho. Escribir es un trabajo, difícil y duro, y si no, póngase cualquiera a probarlo

Nos ha conmocionado a todos la muerte de Juan Goytisolo, el ultimo quijote de las letras que, luego nos enteramos, era todo un Cervantes, no sólo por el premio, sino por la indigencia en la que ha muerto. Deplorable. Infame.
Mi experiencia parisina de este año me ha dejado entrever que existen otras formas de tratar, y no maltratar, a nuestros autores. Vale, sí son gente rara, incómoda, excéntrica, soberbia, bocazas.
Pero no es por su buen carácter por lo que les valoramos. Es por sus obras, inmortales en algunos casos, por su capacidad de traducir a palabras el alma de nuestro tiempo y, por ende, de cualquier tiempo. Sólo por eso ya son glorias nacionales que, en países como Francia, celosa de su gloria inmortal como nación, les lleva a enterrar a sus grandes hombres de letras nada menos que en todo un Panteón donde reposan Balzac o Víctor Hugo junto con los padres de las sucesivas revoluciones de una tierra, donde la grandeza se premia. Incluso en vida.
De este lado de los Pirineos, pues lo que hemos visto. Autores más allá del tiempo que piden la muerte por no seguir hundiéndose en la indignidad de no poder siquiera pagar las facturas, ni comprarse una corbata para ir a recibir un premio de manos de un rey, premio que acepta traicionando su conciencia moral solo y únicamente por la pasta. Así estamos.
Luego, cuando en nuestras vidas de simples hombres soma del trabajo al metro y a casa y seguir en la rueda del hámster sin sentido, resulta que un libro de ese desgraciado hombre de letras que murió en la indigencia va y nos salva del abismo. O un poema como el de Palabras para Julia de otro Goytisolo, nos saca de la dolorosa depresión más profunda.
Algo deberán hacer los del Ministerio de Cultura con esto, con la parte prosaica de la vida de penurias de nuestros hombres de letras. Porque no hay derecho. Escribir es un trabajo, difícil y duro, y si no, póngase cualquiera a probarlo.
Pero esta cruel sociedad premia al funcionario sumiso por sobre la voz libre y sin tacha. Y así nos va. Y así se nos muere uno de los grandes con toda la tristeza del que prefiere la muerte a seguir sufriendo la ominosa afrenta de este cruel mundo en el que escribir seguirá siendo, si nadie lo remedia, un descenso a los infiernos, salvo que seas del Sálvame. En paz descanse.

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