En Cáñar, considerado el Balcón de La Alpujarra, quien tiene ochenta años está aún en la flor de la juventud
ANDRÉS CÁRDENAS | GRANADA
Vista del municipio alpujarreño de Cáñar. :: R. VÍLCHEZ |
Desde el terrao de la casa que Antonio Fornes tiene en Cáñar se ve toda la Contraviesa, el mar y hasta la costa de África, la "sierra del moro", que dicen los vecinos. Eso en los días claros. Pero hoy la calima le pone al ambiente el calificativo de lechoso. En el horizonte más cercano se ven a dos hermosas muchachas en bikini que toman el sol al lado de una pequeña piscina. Quién se crea que a los pueblos de La Alpujarra no han llegado los signos del progreso o el bienestar, está equivocado. A la vista está.
He salido a primera hora de la tarde para Cáñar, que llaman el Balcón de La Alpujarra. Desde la carretera, son cinco kilómetros de serpiente de asfalto. Estoy generoso y esa tarde paro a dos autoestopistas. La Alpujarra debe ser de los pocos sitios de España en donde aún se hace autoestop. El primer autoestopista al que paro es un "hippy" que fuma en pipa de caña y que al borde de la carretera mantiene un dedo pulgar indolente mirando para arriba.
-¿Usted pasar por Beneficio?
No me da tiempo de decir que sí porque antes de yo abrir la boca él ya ha abierto la puerta para subir al coche.
-Sí hombre, adelante -le contesto-.
Beneficio es uno de los tres asentamientos hippys que hay en la zona. Lo del nombre nadie sabe el porqué. Por allí aún huele a tizón y madera quemada y se ven los destrozos que causó un incendio reciente (posiblemente intencionado) en el que se calcinaron 16 hectáreas de matorral y pinar joven. Pudo ser una catástrofe mayor, pero en este caso funcionó el dispositivo del Infoca. En la Alpujarra hay quien piensa que debería volver la Santa Inquisición, pero sólo para los que queman montes. No es conveniente presentarse a la candidatura de Patrimonio de la Humanidad con el vestido chamuscao.
La segunda persona que paro es a Eugenia Pérez, vecina del pueblo, que dice que bajó por la mañana a Órgiva a tomarse un refresco y que ahora sube.
- ¿Y hace usted todo el camino andando?
- Andar es bueno. En la vida no he hecho más que andar -dice Eugenia con ese fatalismo que es la sabiduría de la gente humilde-.
Eugenia antes hacía quesos pero dejó de hacerlo cuando le pidieron los papeles sanitarios. No se queja por eso y le deja al caminante anotado un dicho del pueblo:
Cañarete de Cáñar eres,
comiste gachas en un puchero
estaba roto, tenía un agujero.
Encuentro en la fuente
Las tardes de verano dejan a los pueblos sin personas y me siento a esperarlas en un banco de la plaza de Santa Ana, enfrente de la fuente, a la sombra de un enorme álamo blanco. Todas las ideas que aparecen para la crónica se resguardan en la bóveda de mi conciencia, atontolinadas por el sopor de la siesta. El único movimiento en el paisaje lo ponen dos pajarillos que beben agua de la fuente. Y un perro que busca el frescor del escalón de la iglesia. Es tiempo de ser feliz. Esa cualidad tienen las plazas recoletas de La Alpujarra, que hacen aflorar el amor en el alma y lo perfuman de soledad compartida.
Allí mismo, recuerdo, una vez conocí a un cañarete mientras bebía agua en la fuente y le alabé lo fresca que salía, como recién salida de un frigorífico.
-Es que aquí todas las noches enchufamos la fuente para que salga el agua fría -me dijo.
-¿Es verdad? -le pregunté con unas ingenuidad que no parecía mía.
-Joer con los de la capital. Se lo creen toó -me dijo el cañarete.
Cáñar, por lo que sabe el que espera dormitando enfrente de la fuente, tiene el título de villa, que obtuvo después de una acción del tiempo de los moriscos. La historia es de película. En una aldea de allí que se llamaba El Fex se refugió un capitán morisco llamado Aben-Farag, lugar teniente de Aben Humeya, que venía huyendo del Marqués de Mondéjar porque mandó quemar la iglesia de Lanjarón con 18 cristianos dentro. Los vecinos de Cáñar redujeron a la pequeña tropa de Aben-Farag y le cortaron la cabeza, que exhibieron en Órgiva. Aben Humeya poco después hizo quemar la aldea de El Fex por lo que le habían hecho a su lugarteniente.
No hay mayor felicidad para un cronista viajero que encontrarse con un cronista local que ha escrito libros sobre el pueblo. Con él tiene medio trabajo hecho. Al que encuentro cuando abro los ojos se llama Antonio Funes y el último libro que ha escrito, recién sacado del horno, se llama "La mirada del tiempo". Sostiene Funes que todas las fuentes de La Alpujarra tienen alma y que hablan a todo aquel que quiera escucharlas.
-Joder, Antonio, eso que dices es muy bonito.
-Pues hay más. Escucha: Siento que esta tierra nos pertenece. Nos pertenece por el sudor de nuestros padres y abuelos, nos pertenece porque aquí nos parió y nos dio teta nuestra madre, nos pertenece porque tenemos la llave de la puerta y sólo nosotros podemos decidir si queremos salir o si queremos entrar.
Antonio es la enciclopedia de Cáñar y sentados en el banco abre la alacena de su memoria (la metáfora es suya) para contarme lo que quiero saber del pueblo. Por lo pronto Antonio le dice al de la fotillo de arriba que hay que recuperar como sea el juego del frontón, que se practica (cada vez menos) en los muros de la Iglesia.
-En los años sesenta y setenta era el deporte que mandaba, más que el fútbol. Había pelotaris estupendos. Se jugaban en equipos de cuatro. El cura se cabreaba porque había más gente fuera de la iglesia viendo los partidos que dentro oyendo misa.
Otra cosa que dice Antonio que hay que potenciar es la Música de las Mozuelas, que se celebraba el 28 de diciembre y en las que los jóvenes del pueblo daban serenatas nocturnas a sus enamoradas con cuartetas improvisadas.
Quién fuera clavo de oro
donde cuelgas el candil
para ver tus lindos pechos
cuando te vas a dormir
O esta otra:
Cuando paso por tu puerta
los pelos se me erizan
porque me ha dicho tu madre
que me va a hacer longaniza
La música de Cáñar
Y es que en Cáñar la música es un bien a tener en cuenta. Dicen que los músicos de otros pueblos que van a tocar allí, lo hacen con cierto temor porque los cañaretes jamás tiran la toalla. Las verbenas de Santa Ana duran hasta que amanece y por eso en La Alpujarra se dice lo de "aguantas más que la música de Cáñar".
-Aquí nadie es distante. Se puede reír en una calle y llorar en la siguiente. Se puede ser una leyenda para uno y un don nadie para el vecino -dice Antonio.
A la tertulia se une, cuando la tarde declina, Ramón Álvarez, que fue 35 años cartero y que ha ayudado a Antonio a recordar cosas del pueblo. Ramón lleva a gala no haber salido nunca del pueblo, "sólo cuando fui a hacer la mili". Después cuenta una anécdota graciosa a los dos cronistas, al local y al que está de paso.
- ¿Sabes lo que le pasó a un amigo mío que fue cartero como yo? Pues que un día, mientras atendía al telégrafo, llegó un hombre que dijo que quería poner un telegrama. Mi amigo le dijo que escribiera lo que quería transmitir y el hombre puso: "Cuñao, si tienes huevos, ven el martes al pueblo". Eran aquellos tiempos, en los años sesenta, en los que las palabras malsonantes estaban prohibidas en los textos de los telegramas por lo que mi amigo le dijo al cliente que, por favor, quitara la palabra "huevos" del texto. A lo que el hombre respondió. "No, si es que mi cuñao es recovero y vende huevos por los cortijos".
Y ya que estamos de anécdotas, Antonio recuerda la de aquella cañareta que fue a ver a Don Octavio, el médico del pueblo.
- Don Octavio, que he cogido unos kilos de más y tengo el vientre hinchado.
-¿Tú te has dejado pillar por tu marido, fulanica?
-Sí, pero fue solo un ratito y solo la puntita.
-Pues entonces lo que estás es preñá, fulanica.
Y así va pasando la tarde. Ahora sólo se oye el rumor del agua que es la música que preña los bancales, que diría Antonio. El autor de "La memoria del tiempo" alaba lo que yo escribo en los periódicos y yo le contesto que en realidad no sé quién soy, pero que sufro cuando alguien me deforma. Normal. De los cañaretes me dice que a pesar de que la política ha desunido al pueblo, cuando una persona necesita consuelo, enseguida lo encuentra en sus vecinos. "Tienen un corazón de oro", dice Antonio.
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