l intérprete de Linares vuelve el próximo sábado a Granada para presentar un repertorio de canciones puestas al día. La actuación será en el Palacio de Congresos a las 22:00 horas.
FRANCISCO CAMERO
Al cabo de unos instantes de hilo musical, "será, será esta noche ideal", después de varios desvíos de la llamada en una oficina en la que se intuye ajetreo, tras la perentoria advertencia de un empleado -"15 minutos, ok?"-, como si no hacerla rebajara de forma intolerable la jerarquía del entrevistado, aparece, por fin, a bordo de algún medio de transporte -"voy ya de viaje", se limita a señalar-, el intérprete que convirtió el exceso en un mero rasgo de estilo, el hombre que ha ido "siempre por delante" y "jamás" se pareció "a nadie", el que en 1982, hace más de tres décadas, y desde entonces ha vendido algunos más, recibió un Disco de Uranio como reconocimiento de la industria a sus 50 millones de discos despachados en todo el mundo.
Esa hiperbólica montaña la escaló Raphael con canciones como Yo soy aquél, Como yo te amo,Qué sabe nadie, Digan lo que digan, Cerca de ti o En carne viva, éxitos que han atravesado sin inmutarse las décadas y en muchos casos las generaciones y a los que él llama sus "joyas de la corona". Entre ellas está también Mi gran noche, la única que figura en su último disco, titulado del mismo modo y en el que el cantante nacido en Linares en 1943 se ha dedicado a regrabar temas que él consideraba eclipsados por las primeras y merecedores de una nueva vida. Esta es la excusa propiciatoria -porque el público de Raphael no necesita a estas alturas más acicate que su presencia sobre un escenario- para el regreso del croonernacional por antonomasia a Granada el sábado de la próxima semana.
"Este proyecto lo tenía desde hacía mucho tiempo, pero no veía el momento de hacerlo y ahora he podido, por fin. Estoy regrabando casi todo mi repertorio porque creo que mejor que remasterizar es volver a cantar las cosas que a mí me gustan. Entre otras cosas porque las hago bastante mejor, porque he aprendido muchísimo y eso lógicamente juega a mi favor. Y no se trata de que no estuviera satisfecho con esas grabaciones, pero yo era entonces un chico muy joven e inexperto y además los estudios de grabación no eran lo que son ahora. Y además, un Qué sabe nadie mío ahora no tiene nada que ver con el de antes, cómo va a ser lo mismo", dice.
Cada vez que constata que sus canciones forman parte de una cierta memoria colectiva-generacional, dice, siente "una gran responsabilidad". "Hay que tener en cuenta que mi voz, para muchísimas personas, lleva acompañándolas toda la vida, les he dado un poquito esa música de fondo, y eso es una cosa muy bonita y además no ocurre sólo en España, también fuera es así", dice Raphael, que llegó hace mucho tiempo -desde sus mismos comienzos, de hecho, sostiene él- a ese punto a partir del cual uno hace lo que le da la gana sin tener que rendir cuentas a nadie. "Yo sólo hago lo que me produce muchísima ilusión, y si no, pues no lo hago. En todas las épocas de mi vida eso ha sido así, he sido un hombre feliz trabajando en lo que le gusta, he tenido esa gran suerte. Siempre he sido un precursor y lo voy a ser hasta el día en que me vaya, pero esto no es algo que la gente no sepa ya".
En su caso, da la casualidad de que lo que le gusta y lo que le da la gana es volver a ese repertorio de canciones que en algún momento adquirieron esa cualidad de los standards, de las composiciones en ese indefinible equilibrio entre lo que no es inamovible pero sí es casi intocable, piezas que él ha ido depurando incansablemente porque "cada año que ha pasado ha sido una capa de cebolla que he quitado". "Si empezara ahora, aunque yo me siento, tantos años después, como si estuviera empezando, volvería a hacer todo lo que hice cuando empecé: no parecerme a nadie, no fijarme en nadie, ser siempre una mente pensante, vivir mi historia y no la de los demás", dice este hombre que se ve a sí mismo como un "chico sano y apasionado". "Pero yo no he cambiado. No creo que yo haya cambiado. La palabra cambio a mí me asusta. Lo que sí es verdad es que he evoluciado muchísimo, soy una evolución constante, no dejo nunca de aprender ni quiero conformarme con lo que hay", añade.
"Cuando yo salí, fíjate, los cantantes se llamaban crooners y cantaban para que la gente bailara. Qué salto tan grande tuve que dar para cantar con la gente sentada... No se pensaba que eso se pudiera llevar a cabo, aunque ahora parezca la cosa más natural del mundo. Pero cuando yo empecé era: cómo que quieres que nos sentemos para oírte cantar, pero por qué".
Ese "abismo" ya lo han sorteado tanto él mismo como sus fieles espectadores, que como existen en tantos sitios le obligan -pero él "encantado"- a viajar continuamente. En todos lados Raphael ha podido comprobar que España está "fastidiada". "Pero no es la primera vez que esto pasa en nuestro país, en los 80 hubo una crisis muy gorda también. Pero yo soy muy optimista, yo creo que todo se arregla con ocho millones de puestos de trabajo".
Muy sencillo. ¿Pero eso cómo se hace, cómo se crean esos puestos de trabajo? "Bueno, para eso está la gente que se ocupa de eso, ¿no? Ellos están especializados. Ojalá pudiera contestar, pero no tengo la menor idea de si estamos en buenas manos. Porque prometer prometen mucho. Todos. Pero luego parece que es más difícil llevar las cosas a cabo. Lo que no creo ni por un momento es que lo hagan con mala intención, pienso que cada uno cree que tiene el secreto para salir de esto, pero la verdad es que la cosa se va alargando y no... Pero creo que a esto le queda poco tiempo. Tienen que arreglarlo: no pueden no arreglarlo".
Por lo demás él, que tantos años lleva cosechando éxitos dentro y fuera del país, "desde Estados Unidos hasta Japón", ilustra, también cree estar en posesión del secreto para salir de esta situación: "Yo llevo oyendo hablar de la marca España desde que salí de España. Y según los entendidos pertenezco a esa marca. Pero vamos, creo que en esas cosas no hay que mirarse ni pavonearse. Yo no sé si soy o no marca España, yo lo que conozco es mi trabajo diario en todos los sitios a los que voy, y eso es lo que hace una marca, ¿no?, el trabajo, el trabajo diario".
Esa hiperbólica montaña la escaló Raphael con canciones como Yo soy aquél, Como yo te amo,Qué sabe nadie, Digan lo que digan, Cerca de ti o En carne viva, éxitos que han atravesado sin inmutarse las décadas y en muchos casos las generaciones y a los que él llama sus "joyas de la corona". Entre ellas está también Mi gran noche, la única que figura en su último disco, titulado del mismo modo y en el que el cantante nacido en Linares en 1943 se ha dedicado a regrabar temas que él consideraba eclipsados por las primeras y merecedores de una nueva vida. Esta es la excusa propiciatoria -porque el público de Raphael no necesita a estas alturas más acicate que su presencia sobre un escenario- para el regreso del croonernacional por antonomasia a Granada el sábado de la próxima semana.
"Este proyecto lo tenía desde hacía mucho tiempo, pero no veía el momento de hacerlo y ahora he podido, por fin. Estoy regrabando casi todo mi repertorio porque creo que mejor que remasterizar es volver a cantar las cosas que a mí me gustan. Entre otras cosas porque las hago bastante mejor, porque he aprendido muchísimo y eso lógicamente juega a mi favor. Y no se trata de que no estuviera satisfecho con esas grabaciones, pero yo era entonces un chico muy joven e inexperto y además los estudios de grabación no eran lo que son ahora. Y además, un Qué sabe nadie mío ahora no tiene nada que ver con el de antes, cómo va a ser lo mismo", dice.
Cada vez que constata que sus canciones forman parte de una cierta memoria colectiva-generacional, dice, siente "una gran responsabilidad". "Hay que tener en cuenta que mi voz, para muchísimas personas, lleva acompañándolas toda la vida, les he dado un poquito esa música de fondo, y eso es una cosa muy bonita y además no ocurre sólo en España, también fuera es así", dice Raphael, que llegó hace mucho tiempo -desde sus mismos comienzos, de hecho, sostiene él- a ese punto a partir del cual uno hace lo que le da la gana sin tener que rendir cuentas a nadie. "Yo sólo hago lo que me produce muchísima ilusión, y si no, pues no lo hago. En todas las épocas de mi vida eso ha sido así, he sido un hombre feliz trabajando en lo que le gusta, he tenido esa gran suerte. Siempre he sido un precursor y lo voy a ser hasta el día en que me vaya, pero esto no es algo que la gente no sepa ya".
En su caso, da la casualidad de que lo que le gusta y lo que le da la gana es volver a ese repertorio de canciones que en algún momento adquirieron esa cualidad de los standards, de las composiciones en ese indefinible equilibrio entre lo que no es inamovible pero sí es casi intocable, piezas que él ha ido depurando incansablemente porque "cada año que ha pasado ha sido una capa de cebolla que he quitado". "Si empezara ahora, aunque yo me siento, tantos años después, como si estuviera empezando, volvería a hacer todo lo que hice cuando empecé: no parecerme a nadie, no fijarme en nadie, ser siempre una mente pensante, vivir mi historia y no la de los demás", dice este hombre que se ve a sí mismo como un "chico sano y apasionado". "Pero yo no he cambiado. No creo que yo haya cambiado. La palabra cambio a mí me asusta. Lo que sí es verdad es que he evoluciado muchísimo, soy una evolución constante, no dejo nunca de aprender ni quiero conformarme con lo que hay", añade.
"Cuando yo salí, fíjate, los cantantes se llamaban crooners y cantaban para que la gente bailara. Qué salto tan grande tuve que dar para cantar con la gente sentada... No se pensaba que eso se pudiera llevar a cabo, aunque ahora parezca la cosa más natural del mundo. Pero cuando yo empecé era: cómo que quieres que nos sentemos para oírte cantar, pero por qué".
Ese "abismo" ya lo han sorteado tanto él mismo como sus fieles espectadores, que como existen en tantos sitios le obligan -pero él "encantado"- a viajar continuamente. En todos lados Raphael ha podido comprobar que España está "fastidiada". "Pero no es la primera vez que esto pasa en nuestro país, en los 80 hubo una crisis muy gorda también. Pero yo soy muy optimista, yo creo que todo se arregla con ocho millones de puestos de trabajo".
Muy sencillo. ¿Pero eso cómo se hace, cómo se crean esos puestos de trabajo? "Bueno, para eso está la gente que se ocupa de eso, ¿no? Ellos están especializados. Ojalá pudiera contestar, pero no tengo la menor idea de si estamos en buenas manos. Porque prometer prometen mucho. Todos. Pero luego parece que es más difícil llevar las cosas a cabo. Lo que no creo ni por un momento es que lo hagan con mala intención, pienso que cada uno cree que tiene el secreto para salir de esto, pero la verdad es que la cosa se va alargando y no... Pero creo que a esto le queda poco tiempo. Tienen que arreglarlo: no pueden no arreglarlo".
Por lo demás él, que tantos años lleva cosechando éxitos dentro y fuera del país, "desde Estados Unidos hasta Japón", ilustra, también cree estar en posesión del secreto para salir de esta situación: "Yo llevo oyendo hablar de la marca España desde que salí de España. Y según los entendidos pertenezco a esa marca. Pero vamos, creo que en esas cosas no hay que mirarse ni pavonearse. Yo no sé si soy o no marca España, yo lo que conozco es mi trabajo diario en todos los sitios a los que voy, y eso es lo que hace una marca, ¿no?, el trabajo, el trabajo diario".
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