Túmulos funerarios de siete milenios waste.ideal.es
Adentrarse en los cortados de Gorafe es entrar en la mayor concentración megalítica de la península con 240 dólmenes
Son vestigios del hombre que habitó el sureste ibérico hace siete mil años, la muestra de una cultura que mantenía un especial respeto a sus muertos
Por Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle / IDEAL y Waste Magazin
Miran al Este y al Oeste, en la dirección en la que sale y se pone el sol. Son piedras calizas talladas y superpuestas, unas de gran tamaño y toneladas de peso, otras pequeñas y humildes. Todas ellas forman túmulos funerarios, elementos para albergar y honrar a los muertos. Estructuras construidas para resistir el paso del tiempo y sobre todo para ayudar a los difuntos en el camino hacia ese otro mundo en el que descansar. Hace siete mil años, cinco milenios antes de Cristo, el hombre que habitó el sureste de la península Ibérica decidió que el estrecho valle horadado por el paso del actual río Gor, era una magnífico lugar para iniciar ese último periplo y pobló los acantilados y pequeñas mesetas entre cortados de tierras arcillosas con lo que hoy conocemos como dólmenes, construcciones de piedras para albergar los restos de los fallecidos junto a elementos de su vida en la Tierra, vasijas, adornos y armas. Recorrer el parque megalítico de Gorafe es viajar al Neolítico, a la Nueva Edad de Piedra, el tiempo en que los hombres no solo eran recolectores y cazadores sino que habían pasado a convertirse en agricultores y ganaderos.
Gorafe, situado en la zona noreste de la provincia de Granada, en la depresión de Guadix, en lo que los geógrafos denominan el altiplano, es un municipio pequeño, donde aún se mantienen las viviendas trogloditas, las casas cueva, y en el que se encuentra la mayor concentración de dólmenes de toda España, situados a lo largo del valle, en un territorio estepario poblado de retamas y espartos, donde la vegetación es propia de zonas desérticas Una gran meseta en la que el río ha excavado un enorme cañón. Es uno de esos parajes que pueden considerarse únicos, en los que los túmulos funerarios están dispuestos junto a los tajos, entre matorral y gramíneas silvestres, y que desde la etapa romana y árabe, posee grandes extensiones de olivar, almendros en puntos semiáridos y huertas junto al cauce fluvial.Los 240 dólmenes que ya están confirmados y catalogados están distribuidos en una decena de necrópolis, de espacios diferenciados utilizados como lo que ahora serían cementerios.
Adentrarse en las necrópolis es fácil. Existen señalizaciones que indican los caminos, y la mayoría de los dólmenes están rodeados de pequeñas vallas de protección y senderos que llevan de unos a otros.
Sobre el acantilado
Tras llegar a las inmediaciones de Gorafe desde la A-92-Norte, sobre el borde de la meseta se encuentra el primero de los recorridos, el llano de Olivares, ideal para tomar un primer contacto por un camino llano al borde del acantilado con dos bloques de dólmenes. Cuando la carretera comienza a bajar hacia el valle, con el pueblo a poco más de tres kilómetros, está el complejo del Conquín alto y bajo. En la parte superior se encuentra uno de los dólmenes más interesantes y más evidentes de todo el complejo megalítico de Gorafe, formado por una gran piedra sustentada por paredes hechas con otras piedras talladas y apoyadas unas sobre otras.
Los diferentes dólmenes están conectados entre sí por pequeñas veredas y sube, bajan y llanean entre los acantilados del altiplano en Gorafe. Los diferentes recorridos se realizan a través de veredas que discurren entre grandes plantas de esparto en las que se dan sorpresas como encontrar las flores cónicas de Delphinium gracile, e incluso enormes matorrales de Salsola oppositifolia, cuya presencia demuestra como este territorio posee grandes concentraciones salinas en su subsuelo, ya que son plantas halófitas, que necesitan sal para vivir. Es la prueba de que todo este espacio es el resultado de la desecación de mares interiores. Son espacios donde habitan comunidades de líquenes únicos en Europa. Briófitos que son estudiados por científicos que llegan a estos parajes procedentes de universidades de todo el mundo.
Durante el recorrido, en verano, es habitual contemplar el vuelo de grupos de buitres leonados que han vuelto a encontrar en estas tierras un lugar donde nidificar gracias al incremento del ganado. El canto de las alondras sorprende entre los espartales, en verano es un sonido de alerta y aviso, ya que tienen sus polluelos en los nidos hechos en tierra e intentan ahuyentar a los intrusos.
Las rapaces se hacen presentes en cualquiera de los recorridos. Vuelan aguiluchos cenizos que han criado en los campos de cereales próximos, águilas culebreras y cernícalos, tanto el común como el primilla, que utilizan los cortados para sus nidos, y gustan de la proximidad de las poblaciones y espacios agrícolas.
Viajar a Gorafe es adentrarse en la prehistoria, es poder percibir como el valle y el altiplano era el camino frecuentado por las tribus que vivián en Levante y que se interrelacionaban con las que habitaban el inicio de lo que hoy es Andalucía. Gorafe era parte del corredor del sureste para el hombre de la edad de piedra
No hay comentarios:
Publicar un comentario