Los vecinos de la localidad se han volcado con la muestra aportando fotos antiguas de las bodas de sus padres, vestidos de novia y todo tipo de complementos para una original exposición
IRENE ÁLVAREZ | LA RÁBITA
Vestidos de novia de los años Cincuenta hechos por las modistas Carmen Peña y Pura, con sus velos y las fotos del día de la boda. :: J. MARTÍN |
Encarnita la del hotel, Emilio, Antonio, la familia de los Pajeros y un centenar de rostros más son los protagonistas de la exposición nupcial que un grupo de dinámicas mujeres ha llevado a cabo en La Rábita para celebrar las bodas de oro de sus padres y antepasados reuniendo sus más queridos recuerdos y compartiéndolos con el resto del pueblo.
Zapatos, tocados, vestidos y velos de novia -alguno hasta con su propio ramo de flores- son los objetos que han reunido con mimo Mamen, Puri y María Fernández -de la familia de 'los Pajeros'- junto con Pilar Berenguer, Maruchi Pérez, Encarnita Martínez y Mª Jesús García. Su intención es homenajear a sus padres y antepasados recordando momentos felices. Sobre 150 fotografías de bodas de los vecinos del pueblo rodean la sala del edificio de usos múltiples donde se aloja la exposición que estas mujeres han realizado con mucho gusto y con la inestimable ayuda de los vecinos. Todo el pueblo se ha volcado ofreciendo el material que ahora pueden admirar y compartir con el resto de los vecinos de La Rábita.
Más que fotografías, «son momentos inolvidables e históricos captados en blanco y negro», dice Mamen. Cada uno de esos objetos y cada una de esas fotografías lleva consigo una historia detrás, en algunos casos hasta más de una. Mamen, de esta forma, se para y señala una fotografía, la de la boda de Ricarda y Antonio el viudo. «¡Esta boda fue muy sonada!» dice Mamen. «Como Ricarda se casó con Antonio, que era viudo, los amigos de él le hicieron una 'cencerrada' en la noche de bodas para no dejarlos dormir haciendo ruido. El padre de Ricarda se molestó tanto que denunció a todo el grupo de muchachos y cuando tuvieron que ir a declarar al juicio de autos, ¡resultó que el juez era quien había empezado la cencerrada!», relata Mamen sonriente. «Al final, tuvo que pagar dos reales cada muchacho como multa», concluye el relato.
Más que de una exposición se trata de una reunión de recuerdos representados a través de elementos, referencias de bodas. En una mesa, reposan un par de elegantes zapatos de novia con un bordado que recorre su contorno, también ellos tienen su pequeña historia. «Pertenecían a mi tía abuela», explica Mamen. «Se casó en el año 1934 y como falleció en el tercer parto, cada una de sus hijas guarda uno de los zapatos y la otra guarda la invitación de la boda», argumenta Mamen con ternura. Y así ocurre con cada uno de los objetos que llenan la sala y que sus propietarios han guardado, durante años como oro en paño. Los años pasan y hasta las costumbres más tradicionales cambian. Maruchi, Mª jesús y Encarnita explican que ha cambiado todo, desde el modelo de los vestidos de novia, hasta el concepto de «matrimonio» de hoy.
«Antes, las parejas se casaban a los dieciséis años y permanecían juntas toda la vida», afirma Encarnita. «Ahora se van a vivir juntos pensando que va a resultar una mejor experiencia y no aguantan como antes. Si se les presentan problemas no luchan de la misma forma por solucionarlos», argumenta Encarnita.
Incluso los 'convites', que antes se celebraban en el cine del pueblo o en la casa de los novios -a base de buñuelos- se han visto transformados en pomposas comilonas «con los trajes muy cortos» por el paso del tiempo. Las muchachas solteras ya no tocan los calcetines del novio para casarse años más tarde, ni se hacen lista de bodas con los electrodomésticos o muebles que les faltan para la casa de 'recién casados'. Y, por fortuna, ya ninguna mujer tiene que casarse vestida de luto y de noche -o muy temprano- si 'osa' irse con su futuro esposo antes de la boda.
Las mujeres recuerdan también lo distintos que son los viajes de novios de ahora a los de antes, cuando muy pocos recién casados del pueblo podían darse este lujo y prescindían de la luna de miel porque era muy costosa. «El que tenía buen coche era el que podía irse», apunta Mª Jesús. Muchas cosas han podido cambiar desde aquellas fotografías de boda en blanco y negro, aunque otras muchas se mantienen inalterables, por ejemplo la ilusión.
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